El pasado día ocho de julio el barrio Jesús de Zaragoza se alteró por un temblor que puedo sentirse por todo el barrio. El número 8 de la calle Estación se vino abajo en la parte posterior izquierda de este edificio y, aunque habitado, no hubo que lamentar víctimas. No obstante, entre los escombros también se están quedando vidas.
Ángel García vivía de alquiler en la primera planta, justo frente al piso que se desplomó. Fue inmediatamente desalojado. Ahora está en la calle y sin otra solución habitacional que el albergue “tengo mi contrato de alquiler, mis recibos de los abonos; lo tengo todo en orden y ahora me veo en la calle”, explica.
Ángel tiene 55 años e ingresa 491 euros del Ingreso Aragonés de Inserción (IAI) lo que no le permite acceder a un alquiler. El miércoles 16 pudo reunirse, junto a otros vecinos del inmueble, en el Ayuntamiento con el concejal de Vivienda y “no me han dado ninguna nueva solución, prácticamente ni me dirigió la mirada” afirma.
“El albergue municipal es toda la solución que me ha dado el Ayuntamiento. Además, yo no sé estar en un albergue, con todos los respetos, no soy un transeúnte, nunca lo he sido y además todas mis cosas están en el piso, todo lo que tengo. Por eso me tengo que pegar todo el día vigilando que no entre nadie a llevarse mis cosas, porque no tengo nada más”, se lamenta Ángel.
A la pregunta de si alguna vez tuvo miedo de habitar en este edificio responde que “no” y añade “nunca tuve miedo porque en el edificio había otras cosas de las que preocuparse. Continuamente había gente que entraba y salía de los pisos vacíos forzando las puertas y siempre temí que entrara al mío pensando que estaba deshabitado, aunque por suerte nunca entraron. Otros no tuvieron esa suerte. Lo que nunca me esperé es verme en esta situación. El miedo a que se derrumbe mi casa se ha quedado atrás por la realidad de haberme quedado sin casa, en la calle y sin solución”.
Ángel García sospecha que estás entradas y salidas ilegales en distintos pisos y locales del edificio son el motivo que ha debilitado la estructura del edificio hasta colapsar y producirse el desplome. “Si no me equivoco, en uno de los pisos inferiores, los destinados a locales, una pared maestra desapareció. Aunque no lo puedo asegurar, pues en este edificio ha entrado mucha gente y han ido tirando paredes sin encomendarse a nadie ni pedir permisos. Además, con el decreto de derribo, ya no lo sabremos nunca”.
Una hipoteca de 30 años para un piso que ha durado 16
Violeta Delcea y Alexei Outkine son propietarios de un piso en la parte del inmueble que no se ha derrumbado. “Compramos el piso en plena burbuja con una hipoteca de 90.000 euros a 30 años, llevamos pagando cada mes durante 16 años y ahora vemos que estamos pagando una ruina”, se lamenta Alexei.
Violeta denuncia que la despreocupación y abandono del edificio tienen mucho que ver con las entidades financieras tenedoras de pisos en el bloque, así como de las continuas ocupaciones que se han ido produciendo. “Llevamos denunciando desde 2013 pero los que tienen que denunciar no lo hacen, les da igual. Nosotros, en cambio, nos tenemos que ocupar de hacer frente a multas y a un mantenimiento ruinoso”. También teme que el acceso ilegal al agua y, en especial, a la luz eléctrica, mediante enganche ilegal, pueda terminar en un accidente.
“En 2017 se produjo ya un derrumbe en el techo al que tuvimos que hacer frente los propietarios y yo no soy millonaria precisamente. De la misma manera veo como los bancos tienen varios pisos y no se molestan en denunciar a los ocupantes ilegales. Estamos cansados de denunciar y no podemos hacer nada más, son los propietarios de estos pisos los que tienen que denunciar para activar el desalojo. Solo pueden hacerlo ellos y no lo hacen” recalca Violeta.
Tras la reunión de este miércoles la solución que le ha ofrecido el Ayuntamiento a Violeta y Alexei es que busquen la declaración de ruina del inmueble y el consecuente derribo completo del edificio. “Como el edificio está en una buena situación podremos sacar algo del suelo. No recuperaremos la inversión que hicimos, pero al menos es algo” comenta Alexei.
Ocupar una ruina
Mari Carmen G. vive con sus familiares de forma ilegal en un piso del edificio, varios menores entre ellos. “Somos muchas personas para un piso tan pequeño y no se vive nada bien. Tenemos que engancharnos a la luz y sacar el agua como podemos. Desde luego no es nada fácil vivir así”, explica Mari Carmen acerca de cómo se vive en un piso ocupado, y añade: “No estamos aquí ni por gusto ni por facilidad, estamos aquí por necesidad. Yo no tengo trabajo y el poco dinero que entra en esta casa apenas nos da para pagar la comida”.
“Claro que me da miedo vivir aquí, más aún después del derrumbe. Sobre todo porque vivo con mis niños, pero no me queda más remedio que quedarme, es esto o la calle” explica Mari Carmen tras el derrumbe y sobre la situación habitacional del edificio.
Mari Carmen explica que también teme mucho los continuos movimientos y forzamientos de puertas que ha visto en el tiempo que lleva viviendo en este edificio “hay muchos pisos que no se han forzado para vivir, han tirado la puerta para el trapicheo o para la chatarra”.
Temor en la asociación vecinal
Raúl Gascón es el presidente de la Asociación de Vecinos del barrio Jesús y pide que desde el Ayuntamiento se desarrolle un plan para rehabilitar o derribar, según los distintos casos, los edificios que se encuentran en la misma situación que el número 8 de la calle Estación por toda la zona.
“Por ahora estamos esperando reunirnos con Urbanismo”, comenta Gascón. “Esto es ante todo un problema de seguridad para las personas -explica-. Ha faltado poco para que en la calle Estación se produjera una desgracia personal y hay otros edificios por el barrio en la misma situación y con los mismos riesgos en la zona de calle Meridiano, Lourdes, La Habana y San Lázaro, además de solares en la calle Jesús y Muel”.
Gascón explica también como afecta esta situación habitacional a la convivencia en el barrio: “Depende mucho del motivo de la ocupación; cuando se hace por circunstancias de necesidad prácticamente no afecta a la convivencia. Son personas que están tratando de llevar su vida como pueden y, al margen de cómo han accedido a la vivienda, no se les diferencia de cualquier otro vecino. Los problemas surgen cuando el abandono de las viviendas lleva a su ocupación para el trapicheo o para el consumo de drogas. En estas situaciones los vecinos sí que se ven afectados en su vida cotidiana, en su tranquilidad y se producen conflictos”. Y concluye: “En ambos casos sí que se accede al agua y a la luz de forma ilegal y, volviendo a la cuestión de seguridad, estos enganches son peligrosos y puede terminar provocando una desgracia, que es lo que queremos evitar a toda costa desde la AVV”.
Raúl Gascón coincide con Violeta en que si los propietarios de los distintos pisos e inmuebles no denuncian la ocupación no se puede producir el desalojo, limitando así mucho la capacidad de acción y ayuda que pueden ofrecer. Según el representante vecinal, estas denuncias nunca llegan, enquistando el problema humano y devaluando económicamente el valor del suelo y de la zona.