La Universidad de la Experiencia en Aragón: cómo seguir académicamente vivo por el simple placer de aprender

“Acudir, aprender y disfrutar” es el fin que persigue la Universidad de la Experiencia. Su director, Ángel Luis Monge, lo define así: “Aquí no hay exámenes. El único requisito es seguir teniendo ganas de aprender”. Un proyecto con un temario innovador, destinado a personas de más de 55 años, con el fin de llevar la educación por toda la vertebración del entorno aragonés. 20 son las sedes/municipios ―la última, Tauste―, distribuidas por todas las comarcas de Aragón, que transfieren conocimiento a estos más de 3.000 alumnos, un abanico que recoge hasta alumnos octogenarios.

Un total de 220 nuevos alumnos consiguen ingresar cada año, mediante sorteo, en la sede de Zaragoza. Chelo Lázaro, que ya cursa su tercer año con un máximo de ocho lectivos, relata cómo encontró su ruptura de la monotonía: “Me sentía vacía y tenía ganas de volver a estudiar. Encontré este programa muy llevable y con temas muy variados, que ayudan a explotar tu potencial”. Una enseñanza muy interactiva con seis asignaturas anuales en las que se destinan veinte horas para cada una.

Este curso, Lázaro y el resto de sus compañeros/3°B adquirirán conocimientos sobre derecho civil aragonés, barroco europeo, medicina forense o principios básicos de finanzas, entre otras. Cabe destacar, eso sí, que el temario se personaliza en cada una de las sedes y se adapta a las necesidades que demanda el propio alumnado.

El pasado 11 de noviembre se inauguró una nueva implantación para este curso académico: ‘Consumidores, ciudadanos con derechos’. Esta asignatura dio el pistoletazo de salida con la intervención de Pilar Aliaga, jefa de sección de Información y Formación del Gobierno de Aragón acerca de ‘¿Cómo reclamar? Reclamaciones y denuncias, casos prácticos’. Además, el 3 de diciembre Alcañiz inaugura también este curso con Concha Ortiz, médico geriatra, con la conferencia de Toda una vida de consumidores: envejecimiento saludable y calidad de vida. La asignatura contará con diez y nueve sesiones, respectivamente, para impulsar una educación acerca del consumo en todos sus amplios ámbitos.

Un plan de estudios que se organiza exclusivamente para cada sede, en el que los alumnos, con formación previa o sin ella, pueden acceder factiblemente a educación. Una de las labores más bonitas que realizan, confiesa Ángel Luis Monge, es que la universidad no llega solo a las grandes capitales: “Cuando le digo a algunos estudiantes que son alumnos de la Universidad de Zaragoza, hay gente a la que se le saltan las lágrimas porque no han podido estudiar a lo largo de su vida”.

A pesar de que el proyecto empezó con un 80% de estudiantes sin estudios no elementales, hoy por hoy el porcentaje de personas con estudios no obligatorios es superior. Cabe remarcar que el 70% del estudiantado son mujeres, acentuado principalmente en el entorno rural.

José María Melendo, alumno de cuarto año, confiesa el bienestar de formar parte de este proyecto y poder conocer a gente “lo que es muy bueno para nuestra edad”. Una experiencia que merma la intensidad del ya de por sí difícil proceso de jubilación y te “ilustra” para conocer otros campos desde un nivel “totalmente universitario”. Además, trae consigo nuevas oportunidades, como la “carambola” de Melendo de atesorar el título de presidente de la Asociación de mayores de la UEZ, al cual ya forman parte más de 1.000 socios y donde se organizan todo tipo de actividades: cinefórum, visitas a exposiciones, conferencias, viajes, etc. 

Con una plantilla de 300 docentes, tantos activos como eméritos, y un alumnado “preguntón que fríe a preguntas” al profesorado, como confiesa Angel Luis Monge, ya que desbordan curiosidad a través de todos sus poros, la Universidad de la Experiencia brinda la oportunidad de llevar conocimiento a todos los rincones de nuestra comunidad. La única condición es que la experiencia y las ganas se conviertan en su principal herramienta/aliado para que puedan volver a sentir o, quizás descubrir, el fervor de una vida académica activa/ sentirse vivo académicamente.