Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
Gracias, Aznar, por no llamarme el 11M
Lo confieso. A mí, director entonces del diario 20 minutos, Aznar no me llamó tras los atentados del día 11 de marzo de 2004, jueves. Quizás porque teníamos una vieja mala relación: ya me había mentido en un caso de corrupción años atrás, y lo pillamos en pocos días. Gracias a esa no llamada, el presidente del Gobierno no me presionó, y puse en la portada del viernes 12 este titular, a toda página y a un cuerpo tipográfico enorme: «¿ETA o Al Qaeda?». Veinte años después, algunos colegas están ahora reconociendo errores, otros están poniéndose medallas quizás algo más grandes de lo que realmente les corresponde y algunos otros siguen sin pedir perdón por las mentiras de esos días y de tantos años después.
Me enteré de los atentados por una llamada de mi hermana, desde Valencia. Yo tenía previsto ese 11 de marzo coger en Atocha un tren a las 8 de la mañana camino de la capital del Turia. Estábamos preparando la que iba a ser la quinta edición local de 20 minutos, tras las de Madrid y Barcelona, que habían nacido en el 2000, y las de Sevilla y Zaragoza, en 2003. A última hora, tuve que anular el viaje porque estaba resfriado y con algo fiebre. Cuando mi hermana escuchó en la radio que se habían producido unas fuertes explosiones en Atocha me llamó alarmada. Creía que yo estaba allí.
Resfriado y todo, me fui a toda prisa a la redacción, entonces en pleno centro, en la Plaza del Callao. Confieso que hasta pasado el mediodía de aquel jueves 11 de marzo de 2004 no se me pasó por la cabeza la hipótesis de que los atentados de esa mañana fueran obra de terroristas islámicos. Lo pensé por primera vez hacia la una, cuando me entrevistaron de una radio argentina y más que preguntármelo me lo aseguraron. «Ha sido Al Qaeda, ¿no?».
El diario 20 minutos era gratuito. Lo repartíamos en la calle y en los grandes intercambiadores del transporte público de las grandes ciudades. Llegamos a editarlo en las 15 ciudades españolas más pobladas y a repartir un millón de ejemplares al día. Lo habíamos fundado en el año 2000 dos periodistas -José Antonio Martínez Soler, que se ocupaba de la gestión, y yo, que dirigía el diario- y seis cajas de ahorro embarcadas en el proyecto por el financiero Julio Ortega y la ejecutiva Margarita Sánchez. Se publicaba solo de lunes a viernes, cuando las ciudades estaban activas y el coste de reparto por ejemplar era muy bajo, por su rapidez. Nos los quitaban de las manos. Vivíamos de la publicidad, era nuestro único ingreso. En 2004 ya estábamos en beneficios y en Madrid ya éramos el diario más leído. No lo digo yo, lo decía el Estudio General de Medios (EGM). En 2008, el ranking nacional de EGM estaba encabezado por 20 minutos, con casi 3 millones de lectores diarios, seguido de Marca y de El País.
Pocos minutos después de que estallaran las bombas, habíamos decidido sacar una edición especial sin publicidad y repartirla a primera hora de la tarde, como habíamos hecho también en los atentados del 11-S en EE UU. La duda que me metió el periodista argentino me llevó a poner inicialmente este gran titular: «Masacre en Madrid». Pero cuando en torno a las dos de la tarde estábamos cerrando la edición, el ministro del Interior, Ángel Acebes, atribuyó las bombas a ETA. Cambié el titular: «Masacre de ETA en Madrid», aunque en el texto decía: «Una oleada de explosiones en la red de Cercanías, previsiblemente provocadas por ETA…».
A medida que avanzaba la tarde del jueves 11, los indicios que apuntaban a Al Qaeda fueron mucho más sólidos. Además, yo no sufrí la presión que sufrieron mis colegas los directores de la prensa de pago por parte del presidente del Gobierno, José María Aznar, que les llamó uno a uno para asegurarles que la autora del atentado era ETA.
A mí no me llamó Aznar, y tengo que agradecérselo públicamente. No me llamó quizás porque desde Moncloa apenas se consideraba entonces a los diarios gratuitos, pese a que ya contábamos con millones de lectores, o quizás también porque yo ya tenía con el entonces presidente del Gobierno una vieja mala relación.
A finales de los años ochenta del siglo pasado, mi colega y amigo José Ángel Esteban y yo habíamos investigado en los semanarios El Globo y Cambio 16 el llamado caso de la construcción de Burgos, que acabó con la dimisión del alcalde burgalés, el independiente de derechas José María Peña, y de varios concejales de AP (luego PP) y en el que Aznar, por entonces presidente de Castilla y León, salió salpicado. Durante nuestras indagaciones, Aznar nos mintió cuanto pudo: un día nos aseguraba en su despacho oficial en Valladolid que no conocía al principal acusado, el empresario Antonio Miguel Méndez Pozo (que acabó en prisión), y pocas fechas después teníamos en nuestras manos una vieja foto en la que se les veía juntos, hablando en un rincón de un hotel de Madrid…
La furgoneta con las cintas coránicas, el desmentido del entorno de ETA sobre su autoría, la reivindicación para Al Qaeda en una página de Internet… Durante la tarde y la noche, las dudas sobre quién había puesto las bombas fueron tantas que decidí abrir la portada del viernes 12 de las cuatro ediciones que teníamos entonces con este titular «¿ETA o Al Qaeda?». En la página 3 del diario llevamos un editorial (era infrecuente que lo hiciéramos, publiqué muy pocos en mis casi 17 años de director) que se titulaba «Unidos contra el terror» y arrancaba así: «La salvajada perpetrada ayer en Madrid, fuera obra de ETA o de activistas islámicos de Al Qaeda, bate todos los récords de maldad conocida en España…»
Tenía entonces y aún tengo hoy una casa de fin de semana en un pueblo de Guadalajara, a una hora en coche de Madrid. Allí estaba la tarde del sábado 13 de marzo de 2004, lamentando que el 20 minutos no tuviera edición los sábados y domingos. Leía junto a la chimenea y con la tele puesta y sin voz cuando, pasadas las ocho, vi al ministro Acebes en la pantalla. Cuando activé el sonido y le oí anunciar que había cinco detenciones («tres ciudadanos marroquíes y dos hindúes»), salí a la calle con el móvil para que mi familia no me oyera y telefoneé a José Antonio. No lo encontré. «¡Hay noticias y nosotros no tenemos periódico! -clamé a su buzón de voz- ¡Teníamos que haber sacado hoy una edición! ¡Y mañana!».
Cuando volví a casa, mi mujer me contó que acababa de llamar nuestro hijo Ignacio, que estaba posteando desde la calle Génova, donde cientos de manifestantes preguntaban al PP quién era el autor real de los atentados.
-¡Y Rajoy ha dicho además que la manifestación es ilegal! -exclamó ella-. Tu verás, pero yo me voy a Madrid a la manifestación.
-Pues yo a sacar el periódico- repliqué.
Apagamos la chimenea, recogimos a toda prisa y a las nueve estábamos de camino. Conducía ella, nuestra hija iba atrás, callada y sin perder detalle. Yo logré hablar por el camino con algunos de los periodistas del diario; con el jefe de producción, Paco Perea, que estaba movilizando a las imprentas, y con José Antonio.
-Oí tu mensaje, ya está todo en marcha -me contó-. Para las ediciones de Barcelona, Sevilla y Zaragoza no hay problema, las imprentas ya están avisadas. La rotativa de Madrid está cerrada, pero podemos hacerlo en Zaragoza y traerlo en furgonetas. Y Juan [Rodríguez Marín, el director de distribución] ya tiene localizados a algunos repartidores.
Llegamos a Madrid pasadas las diez de la noche. Mi mujer y mi hija se quedaron en Génova, en la manifestación. Yo seguí hasta la redacción. Éramos siete para hacer el diario: Charo Rueda, Miguel Máiquez, Pilar Bello, Almudena Agulló, Arminda Rosales, Manuel Villa y yo; creo que no me olvido de nadie.
Fue un trabajo titánico y hermoso, fue uno de esos días que todos nosotros recordaremos siempre en nuestra trayectoria de periodistas. Hicimos una edición especial de ocho páginas, sin publicidad. Intensa, adolorida.
Nos dimos mucha prisa, pero cerramos tan tarde (pasadas las tres de la mañana) que recogimos toda la información de última hora que el resto de los diarios impresos no pudo meter en la mayoría de sus ediciones porque las tiradas de los domingos eran para todos ellos superiores a las del resto de la semana, y había que cerrar antes para darles tiempo a las rotativas a imprimirlas.
Nosotros dimos muchos detalles sobre los detenidos que el resto de diarios no tenían; sobre la reunión de la Junta Electoral Central para estudiar la denuncia del PP del acoso a sus sedes; sobre el cambio en la programación de TVE, que por la noche emitió Asesinato en febrero, acerca del asesinato por ETA del socialista Fernando Buesa y su escolta pese a que estaba prevista otra película; sobre la reivindicación de los atentados por el islamismo radical en un video hallado junto a la mezquita de Madrid, reivindicación desvelada por Acebes a las 0,45 horas del domingo 14, aunque la llamada avisando sobre el video se había producido a las 19.40 del sábado.
Las ediciones especiales, las que no eran las ordinarias de lunes a viernes, teníamos que comunicárselas previamente a algunos Ayuntamientos. Al de Madrid, con Alberto Ruiz-Gallardón (PP) entonces al frente, se lo notificamos en un fax sobre las cuatro de la madrugada, cuando ya habíamos mandado todas las páginas a las imprentas.
Tengo delante la portada de 20 minutos de aquella edición especial del domingo 14. Un gran titular decía: “11-M: fue Al Qaeda”. Con este subtítulo: “Un video y 5 detenciones confirman la autoría del terrorismo islámico”. Puse también un segundo titular: “Manifestantes ante sedes del PP reclaman al Gobierno que diga la verdad”. Y un tercero: “Los españoles votan hoy en pleno shock por el 11-M y su investigación”.
Las elecciones generales previstas para ese domingo habían sido, sin duda, la razón principal por la que esos días Aznar y su Gobierno mintieron tanto y retrasaron todo lo que pudieron algunas informaciones que descartaban a ETA y señalaban al yihadismo.
El lunes 15, nuestro titular de portada decía: “Vuelco: gana Zapatero”. En esa edición o en la del martes 16, no lo recuerdo bien, una tira de nuestro dibujante Eneko resumía a la perfección lo que pasó esos días. Eran cuatro viñetas, cada una con su fecha: 11-M, 12-M, 13-M, 14-M. En todas había un globo terráqueo y un pequeño Aznar al que la nariz de pinocho le iba creciendo viñeta a viñeta; tanto, que en la última daba la vuelta completa a la Tierra y lo ensartaba y mataba.
Lo confieso. A mí, director entonces del diario 20 minutos, Aznar no me llamó tras los atentados del día 11 de marzo de 2004, jueves. Quizás porque teníamos una vieja mala relación: ya me había mentido en un caso de corrupción años atrás, y lo pillamos en pocos días. Gracias a esa no llamada, el presidente del Gobierno no me presionó, y puse en la portada del viernes 12 este titular, a toda página y a un cuerpo tipográfico enorme: «¿ETA o Al Qaeda?». Veinte años después, algunos colegas están ahora reconociendo errores, otros están poniéndose medallas quizás algo más grandes de lo que realmente les corresponde y algunos otros siguen sin pedir perdón por las mentiras de esos días y de tantos años después.