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El PP se encomienda a ETA

Arsenio Escolar

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Las siete plagas de Egipto. Las siete maravillas del mundo antiguo. Los siete pecados capitales. Los diez mandamientos. Los doce trabajos de Hércules. Los doce dioses del Olimpo. Las enumeraciones ordenadas siempre han sido un eficaz recurso narrativo y una contundente arma de la retórica. Desde la más antigua memoria.

Los siete samurais. Los siete magníficos. Los siete enanitos. Los doce del patíbulo. Las 22 leyes inmutables del marketing. Las enumeraciones ordenadas, que siguen siendo hoy un recurso narrativo y retórico eficacísimo, llegaron al sumun cuando alguien, en la noche de los tiempos, tan atrás que no sabemos ni cuándo ni dónde, lanzó una convención que sedujo a todos: el alfabeto. El nuestro viene del latino, y el latino del griego, y el griego del consonántico fenicio, y este quizás de la escritura cuneiforme o de los jeroglíficos egipcios o de vaya a saber dónde... Inventado el alfabeto, ¡tachán, tachán!, nacen los diccionarios. Ya tenemos una enumeración ordenada completa. Todas las palabras, todo incluido, todo.

Este martes pasado, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recurrió en el Senado a una enumeración ordenada para contrarrestar otra técnica retórico-electoral con que el Partido Popular y su líder Alberto Núñez Feijóo venían golpeando al PSOE y al Ejecutivo desde la semana pasada: ‘ETA’. Contra el 'ETA' del PP, las 'Diez verdades sobre el PP y el terrorismo' de Sánchez. La elocución del presidente del Gobierno fue demasiado larga, y quizás por eso perdió algo de eficacia. De hecho, a algún medio de comunicación no le cabía en un vídeo para redes sociales y dejó las diez verdades en solo seis. La décima y última verdad cumplía una máxima sagrada de las enumeraciones: que sea la más contundente, la que resume y remata, la que queda en la memoria de la audiencia. Dijo así Sánchez: “Décima y última verdad: Cuando en España ETA no es nada, para ustedes es todo. Porque, en su desesperación, ETA aunque no exista, es lo único que tienen”.

La palabra 'ETA', en efecto, se ha convertido en el comodín recurrente del Partido Popular en aquellas elecciones en las que no tiene otros argumentos más sólidos. ETA fue derrotada hace doce años; es decir, hace tres periodos electorales, pero si no hay una propuesta o un proyecto municipal o autonómico que presentar, o una buena gestión de la que sacar pecho, a la derecha le basta con invocar la palabra ‘ETA’ para mantener movilizado a su electorado. 'ETA' y su campo semántico –'Bildu', ‘terrorismo', etc.– han invadido tanto las nubes de tags del discurso electoral de la derecha que me recuerdan una frase, quizás del Giovani Papini joven y ateo –luego fue fervoroso católico–, que decía aproximadamente así: “Dios es una palabra griega que sirve para sostener argumentos insostenibles”. 'ETA', lo mismo. Para el PP, 'ETA' es un acrónimo vasco que sirve para sostener campañas electorales insostenibles. El PP se ha encomendado a ETA en esta campaña electoral en la que decidimos nuestros gobiernos municipales y autonómicos para los próximos cuatro años. 

Según diversas informaciones e indicios, Feijóo estirará el chicle retórico de 'ETA', 'Bildu', 'terrorismo' hasta el final de la campaña, hasta el 28 de mayo y más allá, a los pactos postelectorales. Por encima incluso del “derogar el sanchismo” con que comenzó la precampaña. O incluso solapando ambas, fusionando las dos en una sola: SánchezETA, o ETASánchez. Si lo hace, parecen evidentes sus dos motivos. Porque las encuestas no van como esperaban los dirigentes del PP y, sobre todo, porque les funciona.

Las siete plagas de Egipto. Las siete maravillas del mundo antiguo. Los siete pecados capitales. Los diez mandamientos. Los doce trabajos de Hércules. Los doce dioses del Olimpo. Las enumeraciones ordenadas siempre han sido un eficaz recurso narrativo y una contundente arma de la retórica. Desde la más antigua memoria.

Los siete samurais. Los siete magníficos. Los siete enanitos. Los doce del patíbulo. Las 22 leyes inmutables del marketing. Las enumeraciones ordenadas, que siguen siendo hoy un recurso narrativo y retórico eficacísimo, llegaron al sumun cuando alguien, en la noche de los tiempos, tan atrás que no sabemos ni cuándo ni dónde, lanzó una convención que sedujo a todos: el alfabeto. El nuestro viene del latino, y el latino del griego, y el griego del consonántico fenicio, y este quizás de la escritura cuneiforme o de los jeroglíficos egipcios o de vaya a saber dónde... Inventado el alfabeto, ¡tachán, tachán!, nacen los diccionarios. Ya tenemos una enumeración ordenada completa. Todas las palabras, todo incluido, todo.