Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
Sobresaltos en la economía global y en la economía doméstica
Decía un titular, este martes pasado: “El fantasma de otra crisis financiera sacude el mundo”. La caída del Silicon Valley Bank, banco especializado en el sector tecnológico; del Signature, contagiado por el primero; y del Silvergate, especializado en criptomonedas; y los problemas de Credit Suisse, este miércoles, nos ha recordado a muchos aquel 15 de septiembre de 2008 en que Lehman Brothers presentó su declaración formal de quiebra, en plena crisis de las hipotecas subprime, y el planeta entero se precipitó en una crisis financiera global, la más dura en muchas décadas.
Ni los problemas del Silicon Valley, del Signature, del Silvergate o del Credit Suisse son -por ahora, toquemos madera- los de Lehman Brothers antaño, pero no es menos cierto que los sobresaltos de la economía globalizada son cada vez más frecuentes y de mayor impacto en la opinión pública y en las economías locales. Si en los años sesenta del pasado siglo, cuando el meteorólogo Edward Lorenz formuló su teoría del caos, el aleteo de una mariposa podía sentirse al otro lado del mundo, nada tiene de raro que en estos tiempos de economía global el estrépito del derrumbe o de las dificultades de varios bancos a la vez provoque miedos cervales en todo el planeta.
En España, además, nos hemos llevado estos días otro susto económico. Los precios de los alimentos siguen disparados: un 16,6% en febrero, pese a la bajada del IVA a muchos productos básicos decretada dos meses atrás por el Gobierno. Presumían con razón en el Ejecutivo hace pocas semanas de sus logros económicos -uno de los IPC más bajos de la Unión Europea al acabar 2022, los buenos resultados de la excepción ibérica en los precios del gas y la electricidad, la subida del 8,5% de las pensiones en enero, la subida en un 47% del Salario Mínimo Interprofesional desde que Pedro Sánchez es presidente, etc., etc.-, pero novedades recientes como la subida de los tipos de interés y de las hipotecas, la espantada de Ferrovial o este nuevo repunte de los precios de los alimentos deberían ponerle de nuevo al Ejecutivo en posición de acción, no en la de espera.
A los sustos de efectos transfronterizos de la economía global es difícil reaccionar desde los gobiernos nacionales. Incluso desde las grandes instituciones internacionales. Un relajamiento de décadas en la normativa y en los controles, demasiado condescendientes con “la invisible mano del mercado”, nos han llevado a una merma de soberanía generalizada y a una falta de instrumentos suficientes de reacción ante los excesos. El poder financiero global, en cierto modo, ha aprovechado para constituirse en poder autónomo.
Pero a los sobresaltos económicos domésticos, internos, nacionales, sí deberían los Gobiernos reaccionar. El Ejecutivo de Sánchez, que ha afrontado la crisis de la pandemia, la escalada inflacionista o la crisis energética con novedosas y eficaces medidas, debería profundizar en ese camino. Seguro que se pueden probar más recetas de las aplicadas hasta ahora ante la subida de los alimentos o la de la inflación en general, o la del euríbor y las hipotecas. Lo que no se puede es resignarse a que sea “la invisible mano del mercado” la que gobierne. Ya sabemos en qué acaban sus designios.
Decía un titular, este martes pasado: “El fantasma de otra crisis financiera sacude el mundo”. La caída del Silicon Valley Bank, banco especializado en el sector tecnológico; del Signature, contagiado por el primero; y del Silvergate, especializado en criptomonedas; y los problemas de Credit Suisse, este miércoles, nos ha recordado a muchos aquel 15 de septiembre de 2008 en que Lehman Brothers presentó su declaración formal de quiebra, en plena crisis de las hipotecas subprime, y el planeta entero se precipitó en una crisis financiera global, la más dura en muchas décadas.
Ni los problemas del Silicon Valley, del Signature, del Silvergate o del Credit Suisse son -por ahora, toquemos madera- los de Lehman Brothers antaño, pero no es menos cierto que los sobresaltos de la economía globalizada son cada vez más frecuentes y de mayor impacto en la opinión pública y en las economías locales. Si en los años sesenta del pasado siglo, cuando el meteorólogo Edward Lorenz formuló su teoría del caos, el aleteo de una mariposa podía sentirse al otro lado del mundo, nada tiene de raro que en estos tiempos de economía global el estrépito del derrumbe o de las dificultades de varios bancos a la vez provoque miedos cervales en todo el planeta.