Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
La violencia machista ya es solo intrafamiliar
Vamos a tener que reformar el refranero. A partir de ahora, habrá que decir: “Dos que duermen en el mismo colchón acaban teniendo la misma forma de expresión”. Tras el pacto PP-Vox en la Comunidad Valenciana, el partido de Alberto Núñez Feijóo ha experimentado un brusco acelerón de evolución lingüística -aunque más que evolución habría que llamarle involución- y en su pacto con el de Santiago Abascal ya habla de “violencia intrafamiliar”. ¡Con lo que les había costado a los dirigentes del Partido Popular llegar a lo de “violencia de género”! (A lo de “violencia machista” llegaron muy pocos).
Nada de todo esto es anecdótico, todo es central; no es coyuntural, es estructural. Quien cede en el léxico, en el nombre que se les da a las cosas, cede en el concepto, en lo principal, en lo sustancial. Los cambios súbitos en el lenguaje son un indicador infalible de los principios endebles o impostados.
Al mismo tiempo y en el mismo territorio, en Elche (235.580 habitantes), otro pacto PP-Vox va a desalojar de la Alcaldía y del poder municipal al ganador de las elecciones del 28 de mayo pasado, el PSPV-PSOE. Como en Valladolid (295.639 habitantes), como en Alcalá de Henares (196.888), como en Burgos (173.483), como en... Ganador en votos populares el 28-M, el PSOE; ganador en gobierno, en poder, la suma de PP con Vox. ¿Qué fue de aquella doctrina de hace pocos meses del PP de que gobernara el partido más votado?
En Elche había una Concejalía de Igualdad; ahora habrá una de Familia. Del tipo de familia tradicional que la derecha entiende, que ha firmado ese pacto bajo la cruz de una ermita, la de Santa Ana, en la pedanía ilicitana de Valverde.
Los nombres de los organismos públicos -las concejalías, las consejerías, los ministerios...- merecen una atenta mirada lingüística y un análisis político detallado. El periodista y profesor Aurelio Medel hizo una primera incursión en la materia en el número 9 de la revista Archiletras, en octubre de 2020, con el primer Gobierno de Pedro Sánchez de esta legislatura, el de coalición entre PSOE y Unidad Podemos. Términos como “Transición Ecológica”, “Memoria Democrática” o “Transformación Digital” se habían colado en el nomenclátor ministerial oficial. “La evolución de los nombres de los ministerios está también anclada en la evolución de la sociedad -escribía Medel-. Hace 40 años era inconcebible que expresiones como 'transición ecológica', 'memoria democrática' o 'transformación digital' definieran a un Gobierno. La protección del ecosistema era una batalla de esos locos que se llamaban ecologistas, el olvido la mejor receta de la Transición y lo digital no pasaba de la huella en el DNI”.
Lo “social” tiene ya un largo recorrido de casi un siglo en la nomenclatura oficial. Manuel Azaña, en los años treinta del siglo pasado, tuvo en su cuarto gobierno un Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión Social. Tras la dictadura franquista, la denominación “Seguridad Social” apareció en el segundo gobierno de Adolfo Suárez. En uno de los de Felipe González, en 1988, hubo un Ministerio de Asuntos Sociales. “Asunto” fue también el asunto social para José María Aznar. Con José Luis Rodríguez Zapatero, se incorpora lo de “Política Social”. Con Mariano Rajoy, “Servicios Sociales”. Con el primer Pedro Sánchez, en 2018, “Bienestar Social”.
“La evolución del Ministerio de Defensa es la más singular y cínica”, escribía también Medel. Recordaba que en 1705, en su primera aparición en nuestro nomenclátor oficial, se llamaba Ministerio de la Guerra. “El cambio de Guerra a Defensa se produjo, qué ironía, durante la Guerra Civil”. Con Franco pasó a ser Ministerio del Ejército, aunque también hubo ministerios del Aire y de la Marina. Con Suárez pasó de nuevo a Defensa.
Inciso: el viñetista, dibujante y escritor Máximo San Juan, que durante 30 años, de 1977 a 2007, firmó como Máximo, a secas, una viñeta editorial en el diario El País, se preguntaba en voz alta: “¿Por qué todos los estados tienen un Ministerio de Defensa si ninguno tiene un Ministerio de Ataque?”.
Ningún nombre, ningún léxico, es baladí; especialmente en política. Quien denomina enfoca, encuadra, define, elige. Este viernes, el propio Feijóo se hacía de nuevas en Twitter con el pacto valenciano de su partido con el de Abascal: “No vamos a renunciar a nuestros principios, cueste lo que nos cueste”, exclamaba después de que el número 2 de Vox en la Comunidad Valenciana dijera, contundente: “La violencia machista no existe”. Al cierre de esta crónica no consta que el líder del PP haya ordenado ni que se deshaga el pacto ni que se borre su tuit.
Vamos a tener que reformar el refranero. A partir de ahora, habrá que decir: “Dos que duermen en el mismo colchón acaban teniendo la misma forma de expresión”. Tras el pacto PP-Vox en la Comunidad Valenciana, el partido de Alberto Núñez Feijóo ha experimentado un brusco acelerón de evolución lingüística -aunque más que evolución habría que llamarle involución- y en su pacto con el de Santiago Abascal ya habla de “violencia intrafamiliar”. ¡Con lo que les había costado a los dirigentes del Partido Popular llegar a lo de “violencia de género”! (A lo de “violencia machista” llegaron muy pocos).
Nada de todo esto es anecdótico, todo es central; no es coyuntural, es estructural. Quien cede en el léxico, en el nombre que se les da a las cosas, cede en el concepto, en lo principal, en lo sustancial. Los cambios súbitos en el lenguaje son un indicador infalible de los principios endebles o impostados.