El edificio de La Malatería, ubicado en el barrio ovetense de San Lázaro en la capital asturiana, se cae a pedazos. Hace 13 años, los últimos ancianos que vivían en sus instalaciones fueron realojados en otro centro adscrito a Establecimientos Residenciales de Asturias (ERA) en el barrio de La Tenderina tras ser detectadas deficiencias estructurales que precisaban de una rápida rehabilitación. La medida iba a ser provisional, pero acabó siendo definitiva.
En sus orígenes, había sido sede de un hospital de leprosos en el siglo XII y reconvertido en residencia de mayores en el siglo XX. Pero a raíz de su clausura, el paso del tiempo evidenció un deterioro progresivo.
La dejadez y el abandono de las instituciones ha llevado a un grupo de vecinos a crear una plataforma para luchar contra su derribo, defender el patrimonio y recuperar un uso social para un edificio que consideran que es “singular para los barrios obreros”.
Maleza, vandalismo, okupas y foco de insalubridad
Una vez que se echó el cierre, el solar se fue llenando poco a poco de maleza, lo que favoreció que se produjeran los primeros actos vandálicos y posteriormente la llegada de okupas que temporalmente se asentaron en este equipamiento. Además, era el caldo de cultivo perfecto para la aparición de ratas y foco de infección e insalubridad.
Así lo describe Ezequiel Echániz, un residente de San Lázaro que, preocupado por el deterioro del edificio, se juntó un día con su vecino Rogelio Tuñón y ambos empezaron a barajar las posibilidades que podría ofrecer este edificio para el barrio.
A través de las redes sociales, ambos convocaron una reunión para conocer y debatir otros puntos de vista y posicionamientos. La respuesta fue masiva: hubo un 'no' rotundo al derribo.
Fuimos dando pasitos. Empecé con otro vecino a plantear las posibilidades que podía ofrecer el edificio para el barrio. Convocamos una reunión a través de redes sociales y una concentración. Vinieron cien personas. Ahí empezó la movilización social
Comenzaban así a poner los cimientos de la plataforma a la que denominaron con un nombre bien explícito: “La Malatería no se tira”. A esa primera reunión le siguió la convocatoria de una concentración delante del edificio a la que acudió un centenar de personas y esa alta participación les motivó a iniciar una campaña de movilización social que, entre otras iniciativas, impulsó una recogida de firmas en contra de la demolición.
“Fuimos dando poco a poco pasitos. Distribuimos carteles por los establecimientos comerciales y bares e iniciamos una campaña para visibilizar este tema en otros barrios de Oviedo: desde San Lázaro a Villafría, El Campillín o La Bolgachina. A todos nos escandaliza que quieran derribar La Malatería. Queremos que no se tire y se transforme en un centro polivalente para suplir la falta de equipamientos sociales en esta zona”, explica Ezequiel Echániz.
En febrero echaba a andar la plataforma. Y de las palabras han pasado a los hechos. El pasado miércoles, los vecinos se reunieron en sextaferia y, con palas, rastrillos y bolsas de basura en mano, limpiaron de maleza el entorno del edificio. Pero piden que el servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Oviedo desbroce la zona interior y reclaman que Salud Pública intervenga para evitar focos de contaminación.
“Llenamos tres contenedores de maleza y basura, aparte de todo el material que reciclamos de madera, vidrio...”, comentan Beatriz Giudici y Luis Mariano García, otros dos integrantes de la plataforma que participaron en las labores de limpieza.
“¿Es que nosotros no pagamos impuestos como el resto de ovetenses?”
Dos días después presentaban en el registro general de la sede del Gobierno asturiano las casi 5.000 firmas que habían recogido de forma presencial y a través de Change.org donde dejaban constancia de su total rechazo al derribo y proponían como alternativa la creación de un centro polivalente.
“En este barrio de San Lázaro convivimos familias, trabajadores y jubilados. Somos gente muy normal y trabajadora. Queremos que la malatería se destine a usos sociales. ¿O es que nosotros no pagamos impuestos como hace el resto de ovetenses?”, inquiere Beatriz Giudici.
No obstante, los miembros de la plataforma apuntan a otros posibles intereses que nada tienen que ver con la defensa del patrimonio. Creen que puede haber otros intereses comerciales y económicos en juego ante la posibilidad de que la propuesta final se dirija a la construcción de viviendas en el solar que ocupa La Malatería al estar situado el edificio a apenas diez minutos del centro de la capital asturiana.
Los vecinos defienden la importancia de conocer las raíces y no perder los referentes. Así, los historiadores reflejan que la malatería da nombre al propio barrio de San Lázaro, patrón de los malatos -enfermos- y aunque el actual edificio data del año 1929, en este solar existía inicialmente un hospital de leprosos.
Las penas a los 'malatos' por los incumplimientos de las Ordenanzas
En sus orígenes, era un hospital de acogida de malatos o enfermos del mal de lepra, enfermedad ya existente en Asturias desde fines del siglo IX. La primera referencia sobre el hospital, aunque probablemente su origen sea anterior, es un documento del año 1251 en el que se habla de “María Martín, la malata más antigua que conocemos de Cervielles”. Según relata la Enciclopedia de Oviedo, se encontraba fuera de las murallas de la ciudad.
Así, existen unas Ordenanzas de 1274 en el Archivo del Ayuntamiento de Oviedo en las que se establece que “ningún malato entre en la villa como no fuese el día de la Cruz, hasta mediodía” y quien lo incumpliese “Por la primera vez, sáquenle á guillobadas e por la segunda lo batan e por la tercera que lo quemen”.
De esta época se conservaba, hasta la construcción del edificio actual, una capilla de ábside semicircular que, según Fermín Canella, era de patronato de la Justicia y Regidores de Oviedo y contaba con dos imágenes de San Rafael (o del Santo Ángel de la Guarda, según Tolivar Faes) y de San Lázaro del escultor Antonio Borja.
Es frecuente la relación entre los hospitales de leprosos y las advocaciones de Santa María Magdalena y San Lázaro. Por ello, el barrio o arrabal donde se encontraba la malatería recibió posteriormente esta denominación de San Lázaro.
Generalmente, el crecimiento de las ciudades medievales fuera de las murallas seguía el trazado de las principales vías de comunicación. En el caso de Oviedo, el arrabal más extenso era el que surgió en torno al camino de Castilla tras cruzar la Puerta de Cimadevilla.
En el inventario de parroquias del obispo D. Gutierre (1385) figura la malatería “Santa María del Camino” y en el siglo XV figura como “Capellanía de Santa María Magdalena de San Lázaro de Entrecaminos”. En la ciudad existía otra malatería, a cuatro kilómetros de Oviedo, en Paniceres. Finalmente, en el siglo XVl el edificio empieza a denominarse únicamente como San Lázaro.
El fin de la lepra y el aumento de mendigos y huérfanos
Con las mejores condiciones higiénicas, a partir del siglo XVIII, la lepra comienza a desaparecer por lo que cambia la actividad y el edificio empieza a recibir a pobres desasistidos. El fin de la enfermedad y el aumento de mendigos y huérfanos impulsó al regente Isidoro Gil de Jaz a centralizar todas las malaterías de Asturias en un “Hospicio y Hospital de Huérfanos, Expósitos y Desamparados” con el objetivo de recoger a huérfanos e inválidos y darles una instrucción que les permitiera desarrollar algún tipo de trabajo.
La Enciclopedia de Oviedo recoge igualmente que, en un principio, su ubicación fue esta malatería de San Lázaro pero, dado lo insuficiente de las instalaciones, se construyó un edificio de nueva planta para albergar el Hospicio Provincial, donde actualmente se levanta el hotel de la Reconquista y conocido mundialmente por ser la sede de las reuniones anuales de los jurados de los premios Princesa de Asturias.
Con la construcción de este Hospital Hospicio desaparecieron las malaterías que rodeaban el municipio excepto el de San Lázaro. Más adelante, se convirtió en asilo provincial para ancianos y enfermos mentales desamparados. Albergaba a 163 personas, de las que 102 eran mujeres y 61 hombres.
El legado de Víctor Julio Cano y Mata Vigil a la ciudad
El abogado y periodista ovetense Víctor Julio Cano y Mata Vigil se convirtió en el benefactor de la ciudad cuando dejó escrito que su fortuna pasara a manos municipales. Al morir sin descendencia, legó todo su dinero para un único fin: la construcción de un asilo, que pasó a denominarse Asilo Cano Mata Vigil, en el barrio de San Lázaro. Su objetivo era el siguiente: “para dar hospitalario, albergue, cena y desayuno a todos los pobres en general y a los de la ciudad de Oviedo en particular, durante el tiempo que pernocten en él”.
Tras su remodelación, la gestión del centro estaba en manos de Cáritas Diocesana y del Ayuntamiento de Oviedo, bajo patronato del Principado. Pasaba a ser un Albergue de Transeúntes y una Casa Acogida. En diciembre de 2007, se inauguró un Centro de Día donde las personas sin techo “podían guarecerse de las inclemencias del tiempo, asearse o lavar su ropa”.
Tras su conversión en una residencia de mayores, otra fecha trascendental en la historia de este edificio singular remite al 15 de junio de 2010 cuando se cerraron las puertas de la malatería y los ancianos que ahí residían fueron trasladados al Centro Polivalente de Recursos de La Tenderina.
Inicialmente se comentó que el traslado era provisional y que, una vez realizada la reforma que se preveía efectuar ante su estado de deterioro, serían de nuevo realojados. O al menos eso pensaron los vecinos que iba a ocurrir. Pero ese proyecto quedó en agua de borrajas.
La propuesta de construir pisos y el recelo de los vecinos
El Gobierno regional apostó entonces por su demolición y la construcción de un edificio nuevo como la opción más viable destinado a centro polivalente con 28 apartamentos tutelados y una residencia geriátrica de unas 70 plazas.
El Principado ha anunciado ahora que el centro se conservará y habilitará como centro de día, residencia y apartamentos tutelados para personas mayores pero los vecinos integrados en la plataforma 'La malatería no se tira' exigen que algún miembro del Gobierno regional se reúna con ellos y les aporte detalles concretos porque afirman que hace 13 años creyeron a los políticos y al final el cierre no fue provisional, sino definitivo.
En esta época electoral, la plataforma se reunió con los grupos políticos pero, tal y como confirman sus integrantes, “ninguno de ellos incluyó este tema de la malatería en su programa electoral de cara a los comicios del pasado 28-M para defenderlo”. Un recelo que aún no se ha despejado al estar pendientes de que el Principado reaccione ante las firmas presentadas por registro y puedan por fin conocer cuál será el futuro más próximo de un edificio singular.