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Nueve cuerpos y muchas preguntas sin respuesta en la excavación de la segunda fosa de Parasimón

Los nueve cuerpos de la Fosa de Parasimón, en Pajares, Asturias

Raúl Álvarez

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Hay una certeza triste y muchas preguntas sin respuesta en torno a la segunda fosa común de Parasimón. El arqueólogo, Antxoca Martínez, y la antropóloga, Lourdes Herrasti, han encabezado esta semana su excavación en el concejo asturiano de Lena. En una ladera muy empinada, apenas a cien metros de la carretera N-630 y cerca de la cima del puerto de Pajares, el equipo ha recuperado nueve cadáveres de víctimas de la despiadada represión franquista que siguió al final de la guerra civil en Asturias.

Hace cinco años, en otra fosa localizada en este mismo paraje, aparecieron los restos de doce personas más. Y ésa es la única certeza sobre Parasimón: el trabajo de familias y asociaciones en pro de la memoria democrática ha permitido recuperar esos 21 cuerpos de personas asesinadas y abandonadas de cualquier manera, y tratarlos con dignidad y respeto, pero no les devuelve su identidad ni su biografía. Ninguno de ellos –todos son hombres– ha podido ser identificado hasta ahora.

Por eso, los expertos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que han llevado a cabo los trabajos, han efectuado un llamamiento a todas las personas con raíces en los concejos de Lena y Aller y con desaparecidos en la familia a aportar muestras de ADN para poder cotejarlas con las de los cadáveres hallados. El pasado martes, durante una visita guiada al lugar del enterramiento clandestino, se debatió también la utilidad de crear una amplia base de datos genética para ponerla a disposición de los investigadores que por todo el país intentan localizar a las víctimas sin nombre de las atrocidades que la dictadura franquista disimuló durante décadas.

Búsqueda desde 2010

Porque no todas las excavaciones acaban de la manera agridulce que imaginó Pedro Almodóvar para la búsqueda que recrea en Madres paralelas. En algunos casos, no hay familias al borde de las fosas ni personas que localizan a un ser querido tras muchas décadas de espera. Tal vez porque en ellas yacen personas sin descendencia o cuyo rastro se borró tan a conciencia que nadie sabe dónde buscarlas. Y eso ocurrió en Parasimón hasta que, en 2010, una familia empezó a interesarse por este emplazamiento ante la sospecha de que en él pudiera encontrarse Luis Cienfuegos Suárez.

A oídos de sus nietos llegó entonces el testimonio de Celestino García, Celesto, un vecino del pueblo de Pajares que, ya muy anciano, explicó lo que había visto una noche de noviembre de 1937, al salir de su casa para ir a buscar leña a una cuadra cercana. Una partida armada había obligado a descender de un camión a más de una veintena de hombres, los había dividido en dos grupos y los había matado a todos.

«A partir de ahí, tiramos del hilo. No estábamos seguros del lugar exacto que teníamos que buscar y tenemos que agradecer mucho la ayuda de unos arqueólogos amigos. Con las administraciones, todo es complicado», explica José Antonio Naves Cienfuegos, quien, junto con sus hermanos y primos, se embarcó en una investigación para saber si una de aquellas víctimas podría ser su abuelo.

¿Lo es? Lo único seguro es que Luis Cienfuegos no era una de las doce víctimas exhumadas en junio de 2018, antes de que la pandemia interfiriera en los trabajos e impusiera esta pausa de cinco años entre las dos excavaciones. A la familia le gustaría hallar sus restos y depositarlos con el resto de sus seres queridos en el cementerio de Santibáñez de Murias, la pequeña localidad del concejo de Aller en la que están sus raíces.

"Era un hombre de izquierdas. Había sido minero y agricultor y, cuando lo detuvieron, era consumero en el fielato del pueblo. Durante algunos meses, fue miliciano en el batallón Manuel Llaneza. Pero por poco tiempo. Tenía ya 40 años"

José Antonio Naves Cienfuegos Nieto de Luis Cienfuegos, uno de los desaparecidos

Los nietos viven hoy dispersos por Madrid y Asturias. «No tenemos ninguna certeza. Sabemos que, tras caer el Frente del Norte, lo detuvieron. Estuvo en la cárcel de Moreda, en Aller. Y de allí salió el camión que trajo aquí a las víctimas. Dijeron que iban a trasladarlas a León, pero no era cierto. En cuanto llegaron al puerto, las asesinaron. Se ensañaron con ellos. Les desfiguraron las caras para hacer más difícil su identificación», cuenta José Antonio Naves.

Pero Celestino García, el testigo, sí conocía a Luis Cienfuegos, que antes de casarse e instalarse en Aller había crecido y vivido en Parana, al pie de la ascensión a Pajares. Celesto, casi tres cuarto de siglo después, estaba seguro de haberlo visto entre los hombres que fueron asesinados.

Las víctimas

«Era un hombre de izquierdas, claro. Había sido minero y agricultor y, cuando lo detuvieron, era consumero en el fielato del pueblo. Allí pesaba las cargas. Porque era un paisano corriente, nadie destacado. Militó en Izquierda Republicana y fue presidente local y también estuvo afiliado a la Federación de Trabajadores de la Tierra. Durante algunos meses, fue miliciano en el batallón Manuel Llaneza. Pero por poco tiempo. Tenía ya 40 años, una edad trabajada para la época», explica su nieto. «Se casó con Amadora, mi abuela, y tuvieron cinco hijos, tres chicas y dos chicos. Mi madre era la mayor. Tenía diez años cuando se llevaron a su padre. La más pequeña era mi tía Ángeles, que por entonces tenía dos o tres años y aún vive. Especialmente por ella queremos encontrar a mi abuelo».

Cerca de José Antonio, asiste a la conversación Luis Alberto Mamés, que se ha enterado de la exhumación y se ha acercado movido por el interés. Busca a su abuelo, Manolo Delgado, desaparecido también en el tornado de venganzas, asesinatos y represión organizado por los sublevados en las semanas posteriores a la caída de Asturias y el desmoronamiento final del Frente de Norte en la segunda mitad de octubre de 1937.

Manolo era policía en Moreda. Un grupo de falangistas allanó su casa un día a la hora de la siesta, encontró su arma reglamentaria en la cómoda del dormitorio y se lo llevó de allí, aún en zapatillas, con el pretexto de tomarle declaración. Alcanzó a tranquilizar a su familia asegurando que volvería pronto, pero esa fue la última vez que su esposa y sus hijas lo vieron.

Su final es un misterio, aunque una de sus cuñadas contó a los allegados que lo había visto en el pueblo de Villamanín, ya en la provincia de León, durante un traslado de ida o de vuelta a la capital leonesa. «No sé si podría estar aquí pero, como lo mandaron a la cárcel de Moreda y quienes están aquí también pasaron por ella, pensé que podría acercarme a ver qué sucede aquí. Mi madre, que tiene 95 años y todavía vive en Bruselas, se quedaría muy tranquila si lo encontráramos», explica su nieto. Se llama Isabel Delgado. Era la más pequeña de tres hermanas y tenía nueve años aquella tarde.

Si estuvieran entre los cuerpos recuperados, sería posible identificar con trabajo de laboratorio a Luis Cienfuegos y Manolo Delgado, puesto que aún tienen descendientes vivos que podrían aportar su ADN. Pero esa reparación que supone poder adjudicar un nombre a cada víctima desenterrada es imposible con demasiada frecuencia.

Lo expone el arqueólogo Antxoka Martínez, responsable técnico de las dos exhumaciones de Parasimón en nombre de la Sociedad Aranzadi, en una charla con la que resume todos los pasos del proceso para un grupo de unas cincuenta personas que han subido hasta Pajares y han hecho el camino hasta la fosa en respuesta a su convocatoria.

Aparte de unas escasas monedas sueltas de poco valor, en los cadáveres no había nada, ningún objeto que dé alguna pista que quiénes pudieron ser o a qué se dedicaban en vida. No llevaban insignias, ni hebillas. Por su aspecto, algunas botas parecen de uso militar pero, en el contexto bélico de la época, ese detalle aporta poca luz. De Parasimón solo ha salido un nombre hasta ahora: el de Jesús Oca Pardo. Pero de poco ha servido. Nadie lo busca ni lo reclama.

Separados en dos grupos

A partir de la fosa y de las posiciones que los restos óseos ocupan en ella, el equipo de Aranzadi sí ha confirmado varios pormenores del relato de Celestino García. Los 21 ejecutados fueron separados en dos grupos. A los doce de ellos encontrados en 2018, los hicieron formar en una línea de fusilamiento y los ejecutaron al mismo tiempo, con una profusión de balas que apunta o a un ensañamiento deliberado o al nerviosismo de tiradores inexpertos. Los nueve recién hallados, por el contrario, fueron asesinados de uno en uno, de rodillas y con disparos de fusil a la cabeza. Alguno presenta indicios de haber sido rematado en el suelo.

Los cuerpos fueron abandonados, los matarifes nunca pensaron en sepultarlos. Fue un grupo de adolescentes del pueblo, bajo la dirección del maestro de la escuela, quienes dieron a los muertos la dignidad de los enterramientos

Las características de las fosas corroboran la memoria de los habitantes de Pajares. Los cuerpos fueron abandonados al aire libre y los matarifes nunca pensaron en sepultarlos, sino que los dejaron a merced de los animales del monte. Fue un grupo de adolescentes del pueblo, bajo la dirección del maestro de la escuela, quienes dieron a los muertos la dignidad de los enterramientos, aunque fueran precarios y provisionales.

Debieron excavarlos con apresuramiento, quizá con miedo a represalias o a correr un destino similar si los descubrían, aprovechando la inclinación del terreno. Son fosas poco profundas y demasiado pequeñas para albergar tantos cuerpos, lo que les obligó, en algunos casos, a poner unos encima de otros. Pero trataron a todos aquellos hombres con el respeto que les negaron sus asesinos. Ningún cuerpo fue arrojado sin miramiento. Todos fueron depositados con cuidado en las zanjas.

Han pasado cerca de 86 años y el paisaje ha cambiado en este tiempo. Celesto recordaba los disparos en una pradería, una zona de pastos abierta y despejada. Pero desde entonces se ha generado nuevo suelo y aquel claro ha dejado de serlo. Sobre las fosas crece ahora un bosque de coníferas y el terreno ácido deteriora los restos con rapidez. Es un símbolo palpable del olvido en que las administraciones tienen a la familia y a las víctimas y del plazo que se agota para muchas personas que buscan a los suyos.

José Antonio Naves reconoce que la aprobación de las leyes estatal y autonómica de Memoria Democrática ha supuesto alguna diferencia. En 2018, su familia tuvo que recurrir a un crowdfunding para recaudar los 7.000 euros que costó la exhumación. La campaña de este año está financiada por el Gobierno del Principado de Asturias y cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Lena.

Lugar de ejecuciones

Pero Antxoka Martínez, con toda la experiencia acumulada por la Sociedad Aranzadi en la localización de miles de desaparecidos, no es demasiado optimista. Todo el puerto de Pajares, por no alejarse de esta misma zona, está repleto de fosas que no se han localizado con mayor precisión.

Hablamos de crímenes de lesa humanidad. Cogieron a unas personas, se las llevaron y las mataron sin juicio. Ha pasado ya mucho tiempo, demasiado, y les debemos reparaciones a todas

Antxoka Martínez Arqueólogo de la Sociedad Aranzadi, responsable de las excavaciones

Era un lugar apartado, pero con buenos accesos, y los verdugos acudían a él con frecuencia. Es un dato extraño para conocerlo durante la conversación previa a la visita. Porque la cita es en el mesón El Ruchu, un establecimiento muy popular por sus bocadillos y sus cafés especialmente en invierno, cuando está abierta la cercana estación de esquí de Pajares que atrae a miles de personas.

Las curvas y las pendientes de la N-630 conforman también un recorrido muy apreciado por grupos de moteros. La carretera ya no es la principal vía de comunicación entre Asturias y la meseta, como lo fue hasta la apertura de la autopista de peaje que atraviesa el valle del Huerna desde los años 80, pero aún tiene un tráfico continuo junto al que siguen ignorados tantos cuerpos y tantas historias por desvelar.

Asturias es la tercera comunidad autónoma con más fosas en el mapa oficial. El Ayuntamiento de Lena, que envió a un representante de su equipo de gobierno, tiene noticia de 33 enterramientos y su intención es recuperar a todas las víctimas. Desde Candamo, en el curso medio del río Nalón, llegó otro representante para pedir consejo sobre cómo proceder a la apertura de las seis fosas de las que existe constancia en su concejo.

«Hablamos de crímenes de lesa humanidad. Cogieron a unas personas, se las llevaron y las mataron sin juicio. Ha pasado ya mucho tiempo, demasiado, y les debemos reparaciones a todas», zanja el arqueólogo. Un sentido aplauso cierra su intervención.

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