El oasis de Abdelbari, Saina, Lamina, Jaduya, Chirifa y Saida: del desierto argelino a las playas de Asturias
Seis saharauis, de entre ocho y 13 años, relatan su experiencia con sus familias de acogida en Asturias. Los menores llegaron al Principado con 'Vacaciones en Paz' y regresan este próximo viernes a Argelia
Los menores saharauis Abdelbari, Saina, Lamina, Jaduya, Chirifa y Saida viven en los campamentos de refugiados de Tinduf, en la hamada de Argelia. Hace un mes y medio se separaron de su familia “de sangre” para emprender un viaje a más de 2.500 kilómetros de distancia rumbo a Asturias y dejar atrás los 54 grados de temperatura a los que están acostumbrados en pleno desierto sahariano.
Llegaron al Principado dentro del programa “Vacaciones en Paz” que organiza la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui en colaboración con la Delegación Saharui en Asturias y han podido disfrutar como lo que son: niños y niñas de entre ocho y 13 años.
La arena y las piedras del desierto han sido sustituidas por la arena de las playas asturianas, el agua de las piscinas y las piedras de los ríos en los que se han podido bañar estos días. Siempre acompañados de su otra familia: los padres y madres de acogida que han compartido con ellos esta enriquecedora experiencia.
Este viernes, 1 de septiembre, emprenderán el viaje de regreso a Tinduf. Reconocen que lo han pasado muy bien, que han visto por primera vez de cerca a las vacas, han comido hamburguesas, han disfrutado con el agua, han pasado revisiones médicas y han viajado por otras ciudades de España, pero todos ellos coinciden en su deseo de volver a reencontrarse con sus padres y hermanos.
Estos seis niños y niñas forman parte de un grupo que el pasado 15 de julio aterrizaba en el aeropuerto asturiano de Santiago del Monte con cerca de casi 300 menores saharauis en dos vuelos procedentes de la ciudad argelina de Tinduf, próxima a los campamentos de refugiados. De ellos, 97 han permanecido en Asturias mientras que el resto se repartieron entre Baleares, Cantabria, Extremadura y País Vasco.
En Asturias viven muchos gatos y hay más perros que niños. Tengo miedo a los perros y cuando se me acercaban, yo corría. Me gusta la comida, especialmente las hamburguesas que hace Alberto. También fui a la playa, a la Jira, a Cabárceno y a Bilbao
La experiencia de Lamina (13 años) y de Saida (10 años)
Lamina, de 13 años, es la mayor del grupo y habla un español fluido. Detrás de su sonrisa muestra una gran timidez que se transforma en espontaneidad cuando se le pregunta qué es lo que sabía de Asturias y qué va a contar a su familia cuando regrese a Tinduf. Ella no duda ni un segundo en su respuesta: “Me dijeron que Asturias tiene vacas. He visto algunas y me gustan” (se ríe).
“En Asturias viven muchos gatos y hay más perros que niños”, describe. En este mes y medio que ha vivido en casa de Lorena y Alberto, sus padres de acogida, ha tenido que correr mucho, según dice, cada vez que se le acercaban los dos perros de la familia, porque a ella le dan miedo los canes.
“En la casa viven un gato y dos perros. Yo no me acercaba a los perros, pero ellos se me acercaban continuamente y yo corría y corría”, comenta entre las anécdotas de un viaje que está siendo muy intenso para ella y que ha estado plagado de novedades gastronómicas y turísticas.
“Me gusta la comida que hay aquí, especialmente las hamburguesas que hacía Alberto. También fuimos a la playa, a la Jira, a Cabárceno, a Bilbao...”, enumera.
Cuando vuelva a los campamentos de Tinduf les contará a sus seis hermanos -tres chicos y tres chicas- que también jugó mucho con los hijos y nietos de su familia de acogida. Y con Saida, la niña saharaui de diez años que también ha acogido la familia y con la que ha participado en todas las actividades.
La pequeña Saida apenas habla español y, traducida por Lamina, garantiza que se lo pasó muy bien durante estas vacaciones en Asturias. Explica que en Tinduf le dan “muchos mimos” porque ella es la más pequeña de su familia.
“Tengo dos hermanos y dos hermanas y me quieren mucho”, comenta a través de su improvisada traductora. De Asturias se lleva como recuerdo los buenos ratos que pasó en la piscina y jugando en el parque.
Lorena y Alberto aseguran que la experiencia también ha sido para ellos muy gratificante. El matrimonio comenzó con esta actividad solidaria en 2012 como una forma de “contraprestación a la sociedad” por haber tenido la suerte de que, en el año de la crisis económica, había conservado su trabajo.
Es una familia veterana ya que ha acogido ya a cinco menores en once años: Baquía, Hussein, Tofa, Saida y Lamina.
La primera niña acogida fue Baquía, de nueve años, hermana de Lamina. Lorena la define como “una monada de niña, pequeñita, que no sabía hablar español y que enseguida se soltó a hablar. Yo le decía: ”vamos a casa de güelita“ y ella llegaba a casa de mi abuela y le decía ”hola, güelita“. Otro día íbamos a casa de mis tíos y ella repetía: ”Hola, tíos“. Hizo que toda mi familia se encariñara con ella y la considerara como una más de nuestra familia”.
Ese mismo verano de 2012, Lorena y Alberto fueron a una quedada que anualmente organizan los miembros de la asociación en la localidad asturiana de Noreña y además de Baquía se llevaron a casa a un niño de 14 años, que era el último año que podía participar en el programa “Vacaciones en paz”y al que no se le había encontrado una familia de acogida.
“Nos dio pena ver que no tenía ninguna familia de acogida, y aunque en principio sólo íbamos a quedarnos con un menor se convirtió finalmente en una acogida doble: una pareja de niño y niña”, explica Lorena.
El matrimonio hizo un viaje posterior al Sáhara para conocer a las familias biológicas de los menores acogidos y entre ellos estaba Lamina que por aquel entonces tenía dos años y medio. Ahora, ya cumplidos los 13 años, han podido reencontrarse esta vez en Asturias.
La sonrisa permanente de Jaduya
Amanda y Pascual no se separan de Jaduya, la pequeña saharaui de nueve años que tienen acogida en su casa. Su seña de identidad es su sonrisa permanente.
A Jaduya le gusta mucho el agua. Se ha bañado estos días en la piscina y en la playa fluvial de la localidad asturiana de Laviana y como la familia tiene muchos animales ha podido subirse a un caballo y ha visto los patos, jugado con los perros....Además cuenta que tiene muchos amigos y los vecinos la quieren mucho. Y otro detalle más: tiene verdadera pasión por la tortilla de patata.
Amanda empezó este año en la asociación y asegura que sus dos hijos Jonathan de 35 años, y Noel, de 31 años, estos días no salían de casa para estar con Jaduya.
“Ella los adora a los dos al igual que a Alba, la pareja de Noel. Vamos con Jaduya a todos los lados. Ya fuimos a la playa, al río, a una carrera de madreñas en el pueblo de Bezanes, en el concejo de Caso, y aún nos queda llevarla a ver los dinosaurios -en el Museo Jurásico de Asturias, en el concejo de Colunga- y al Acuario de Gijón”, corrobora Amanda.
A Jaduya le gusta mucho el agua. Se ha bañado en la piscina y en la playa fluvial de Laviana. Se ha subido a un caballo, fue a ver un concurso de madreñas y verá los dinosaurios y el Acuario. Le encanta la tortilla de patata
El testimonio de Abdelbari (ocho años) y Saina (nueve años)
Sergio y Estrella también han realizado una doble acogida este verano: Abdelbari, de ocho años, y Saina de nueve años. Los dos ya habían venido a Asturias en otras ocasiones anteriores.
Abdelbari vive en el campamento de Samara y puntualiza que ahí tiene tres hermanos: él es “el más grande” de los chicos y sus dos hermanas son “más grandes” que él.
Tenía muchas ganas de venir a Asturias. Soy un sortudo porque en casa tienen una piscina y me puedo bañar. También he viajado mucho porque me han llevado a conocer Madrid, Toledo, Barcelona y Bilbao
“Tenía muchas ganas de venir a Asturias y soy un sortudo”, afirma. Y al preguntarle por qué ha tenido tanta suerte responde que porque su familia de acogida tiene piscina y se ha bañado y además ha viajado mucho porque le han llevado a conocer Madrid, Toledo, Barcelona y Bilbao.
“Marchamos a viajar con un camión muy grande”, dice con los ojos muy abiertos en un perfecto castellano que aprendió en la escuela mientras, a su lado, su “abuela asturiana” matiza que se trataba de una autocaravana.
Saina tiene nueve años y también repite experiencia, ya que vino a Asturias cuando tenía tres años junto a una hermana mayor. Ella es más tímida y cede el protagonismo a Abdelbari y a sus abuelos de acogida asturianos.
La abuela Pili relata que empezó su hija con esta actividad solidaria trayendo a Asturias a la hermana de Saina y después conocieron a su padre y a raíz de estos viajes ya empezaron a mantener un trato más continuo con la familia.
Aris tiene ocho años y ejerce tan bien de anfitriona como su madre, Norma. En esta ocasión, ha jugado con Chirifa, la niña saharaui con la que comparte juegos y actividades.
“Vamos a Muñera, el pueblo de la parroquia de Llorío, en Laviana. A veces vamos a andar en patinete o en bici. Y ya tuvimos que ir incluso a una casa a pedir betadine por alguna caída”, explica Aris entre risas.
Norma empezó a formar parte de la asociación a través de una compañera de trabajo y en 2002 se animó a traer niños extranjeros, de todas las edades, a Asturias: Mohamed Saled, Busara, a una sobrina de ésta, a Mariam... y recuerda que el primer año lo pasó muy mal cuando marchó el menor que había acogido, pero siendo consciente de la alegría de ver que le había ofrecido todo el cariño y el pequeño había podido disfrutar unas vacaciones.
“Durante tres años además podía coger al mismo niño y con todos repetí hasta que ya no pudieron seguir en el programa por la edad. La única excepción fue Ali al que tuve un mes y no volvió y Lala que cogí el último año que podía venir”, expone.
Norma sigue manteniendo contacto con todos los menores y sus familias a través del Whatsapp ya que son una parte importante de su propia familia.
Estos seis niños fueron recibidos recientemente por el alcalde de Langreo, Roberto García, en el ayuntamiento. En el acto se encontraba Belén Cueva, coordinadora de la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui, que lleva 30 años participando en el programa “Vacaciones en paz”.
Belén reside en Noreña y lleva toda la zona oriental asturiana. Asegura que el objetivo prioritario es que los menores pasen un verano donde puedan disfrutar como niños y niñas.
“A las cuatro de la madrugada, en Tinduf ya se registran temperaturas de 54 grados y queremos que puedan pasar un verano en Asturias disfrutando las cosas normales que pueden tener los niños y es fundamental que pasen reconocimientos médicos en España porque ahí carecen de medios”, sostiene.
En los campamentos de Tinduf viven adultos a los que trajo de niños y que ya han sido padres. El primer niño que vino hace 30 años al Principado ya ha cumplido los 43 años, comenta. Ella tiene ahora en su casa a un ingeniero al que conoció cuando tenía seis años. Estudió en Argelia y va a hacer un máster en Asturias con una beca.
En estas tres décadas han pasado ya por su casa 13 menores y sigue teniendo trato prácticamente con todos ellos. Para Belénes “como tener un hijo más y cualquiera de los logros que ellos puedan conseguir es como si también fueran algo tuyo”, ratifica con orgullo.
Además, tiene la satisfacción de ver que incluso uno de esos menores que ya son adultos le ha puesto su nombre a su bebé como un gesto de agradecimiento por todo lo que hizo por él en su momento.
“Cuando su madre murió me pidió si yo podía seguir haciendo de madre. Le contesté que sí, que para mí era un honor y cuando le pregunto algo sobre el bebé me dice que decida yo, que para eso soy su abuela”, reitera con la satisfacción que le da seguir viendo los lazos que le unen a estos jóvenes a los que les ha dado una oportunidad de vida.
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