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Entrevista a Antonio Orejudo sobre la muerte de García Márquez

¿Le gustaba a usted García Márquez?

Sí, me parece un narrador extraordinario. Recuerdo el deslumbramiento con que leí Cien años de soledad y el miedo con que volví a leerlo mucho tiempo después, temeroso de que aquel texto hubiese envejecido mal, y me sorprendió que conservara todo su vigor. Pocos libros resisten una segunda lectura. Y no digamos ya una tercera o una cuarta. Sin embargo, esa es la prueba del algodón para saber si estamos ante un buen libro: si una novela no es capaz de vencer al tiempo, a la basura. Ya sé que lo cool es recomendar otro libro de García Márquez que no sea Cien años de soledad, pero es que a mí me habría gustado escribir ese.

Es sorprendente la consternación que ha provocado su muerte.

Más que sorprendente me parece ridícula. La pena que deben de sentir los familiares y amigos de la persona física don Gabriel García Márquez por su muerte es lógica. Pero las histéricas manifestaciones de pesar por parte de algunos lectores, qué quiere que le diga, me provocan vergüenza ajena.

¿No le parecen sinceras?

Me parece una sobreactuación, una respuesta pavloviana al estímulo de los medios de comunicación. Por desgracia, yo no he tenido la suerte de conocer a don Gabriel personalmente y por lo tanto no puedo sentir más pena por su muerte que la que siento por los nombres de las esquelas que leo en el ABC. Lo que sí me da pena es que haya dejado de escribir. Pero eso ya lo había hecho hacía tiempo. El escritor ya había muerto hace años. La pena ya la sentí cuando supe o sospeché que no volvería a leer una novela escrita por él. Por cierto, me pregunto cuántos de los que han llorado como plañideras la muerte del escritor se han descargado sus obras sin pagar por ellas.

Ah, tenía usted que soltarlo. ¿Le parece usted que este es el momento más adecuado para hablar de las descargas? Estamos en un velatorio.

Pues sí, me parece un momento muy oportuno. Me parece una hipocresía indecente leer la obra de García Márquez sin pagarle por su trabajo y luego llorar su muerte. La mejor manera de celebrar a un escritor, de celebrar su vida y su escritura es leyendo sus obras y pagando por ellas, no lloriqueando cuando se muere.

No creo que García Márquez necesitara el dinero de las descargas ilegales de su obra.

No sabía que fuera usted el que decidía cuándo una remuneración es suficiente… Sería usted un excelente presidente de la patronal.

¿Por qué está tan rabioso? ¿Le gustaría haber sido usted el muerto?

Pues no, no me quiero morir. Y tampoco me gustan estos circos. Me molesta el revuelo que provoca la muerte de un escritor en un mundo donde la literatura no es más que un arte residual.

¿Y a qué lo achaca?

En primer lugar a que los periódicos tienen que dar salida a todas las necrológicas de García Márquez que llevan años en la nevera. Y en segundo lugar a que llorando la muerte de los escritores lavamos nuestra mala conciencia de lectores pésimos. Propongo un lema para la próxima campaña de lectura financiada con dinero público: queridos lectores, lean más y lloren menos.

O sea que usted cree que la consternación por la muerte de García Márquez es una conspiración de los periódicos.

Yo no he hablado de conspiración. Lo que digo que es que los periódicos, los medios de comunicación en general, están ávidos de acontecimientos porque viven de ellos. Por eso algunas veces cuando no hay, se inventan. Pero la muerte de un escritor célebre no es ninguna invención, sucede y es una oportunidad única para rellenar páginas y páginas de necrofilia. Los periódicos adoran la muerte, pero también la publicación o las ventas extremas o el premio. Todo eso es noticia. Otra cosa es la lectura, esa la tarea solitaria, algunas veces costosa y de efectos nada inmediatos. Ese coñazo cada vez interesa menos en los periódicos.

La muerte es una oportunidad de negocio, sí. ¿Ahora se da cuenta?

No, ya lo sabía. Se lo digo ahora porque me lo ha preguntado. La muerte es cojonuda para los vivos. Porque ahora, atención, vienen ediciones revisadas de García Márquez, vienen obras completas, vienen inéditos, vienen cartas personales y edición de los manuscritos que tenía en el cajón. Quizás hasta haya peleas familiares. Un escritor es un cerdo: sólo se le aprovecha bien cuando muere. Desde el morro hasta el rabo, todo es Gabo.

¿Le gustaba a usted García Márquez?

Sí, me parece un narrador extraordinario. Recuerdo el deslumbramiento con que leí Cien años de soledad y el miedo con que volví a leerlo mucho tiempo después, temeroso de que aquel texto hubiese envejecido mal, y me sorprendió que conservara todo su vigor. Pocos libros resisten una segunda lectura. Y no digamos ya una tercera o una cuarta. Sin embargo, esa es la prueba del algodón para saber si estamos ante un buen libro: si una novela no es capaz de vencer al tiempo, a la basura. Ya sé que lo cool es recomendar otro libro de García Márquez que no sea Cien años de soledad, pero es que a mí me habría gustado escribir ese.