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Más de 65 millones de razones por las que debemos actuar

Alberto Casado

@AlbertoCasado8 —

Todos los días las imágenes de miles de personas intentando llegar a las costas europeas golpean nuestras retinas y nuestras conciencias. Personas que huyen de sus hogares porque temen por su vida y la de los suyos en sus regiones de origen y que por ponerse a salvo y tener esperanzas de una vida mejor acaban cruzando un mar en una embarcación en la que nosotros no nos aventuraríamos ni para llevar a cabo una excursión costera. Muchos de ellos no logran alcanzar ninguna costa, ni ninguna frontera, mueren en el camino, perdidos en el desierto o ahogados en el mar; solo en 2015 y según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 5.000 personas murieron ahogadas en todo el mundo tratando de alcanzar una costa segura. 

Los tiempos que vivimos igualan los desplazamientos masivos que se produjeron durante la Segunda Guerra Mundial, las cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), hablan de más de 65 millones de personas que han tenido que huir de sus lugares de origen por la guerra y los conflictos, las violaciones de derechos humanos o la extrema pobreza. El dato se puede desagregar más para descubrir también otra realidad muchas veces invisible, el 59% son menores de edad y 9 de cada 10 viajan solos, una facilidad más para las redes de trata infantil.  

La respuesta a la hora de compartir esta responsabilidad de acogida no está siendo equitativa entre los países de la comunidad internacional y no todos los países con mayores recursos están dando ejemplo, o si lo están dando, no es un buen ejemplo. En contra de lo pudiera parecer, la mayoría de estas personas que huyen de los distintos tipos de violencia acaban siendo albergados en países en desarrollo o con escasos recursos económicos; Turquía, Pakistán, Líbano, Irán, Etiopía o República Democrática del Congo son algunos de ellos. 

Etiopía, uno de los países más pobres del mundo donde un tercio de la población vive con menos de 1,25$ al día, y donde Ayuda en Acción trabaja desde 2002, es el país de África con mayor número de refugiados -736.000 personas según estimaciones de ACNUR-, la mayor parte procedentes de Sudán del Sur, Somalia y Eritrea, pero también de Sudán y Kenia. En uno de los 34 campos de refugiados con los que cuenta el país, Adi-Harush, situado en la región de Tigray al norte del país, Ayuda en Acción apoya el trabajo de organizaciones que trabajan sobre todo con menores no acompañados. El campo cuenta con una población de cerca de 40.000 habitantes, la mayoría desplazados eritreos.

Ayuda en Acción también es testigo de las dificultades de las poblaciones retornadas a los lugares de donde tuvieron que salir huyendo para salvar sus vidas, como es el caso de Colombia. Un país en el que en el último medio siglo ha visto como 5 millones de  personas fueron obligadas a abandonar sus comunidades de origen huyendo de la guerra y la persecución, convirtiéndose la mayoría de ellas en desplazadas internas. Felizmente, el acuerdo de alto al fuego entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), alcanzado hace apenas unas semanas, abre un horizonte lleno de esperanza para el país y la región.

Pero no todas las víctimas de estos desplazamientos forzosos entran en la categoría de refugiados.  Si sumamos a la cifra de ACNUR -esos más de 65 millones de refugiados actuales- las personas que huyen por otros motivos, como son las llamadas “crisis de desarrollo lento”, el número de personas en movimiento aumenta considerablemente. El Norwegian Refugee Council estima que podría doblar la cifra actual de refugiados formales.

Estas “crisis” son las que conocemos bien en organizaciones como Ayuda en Acción, una confluencia de circunstancias que conllevan al deterioro medioambiental y de los recursos naturales, la violencia cotidiana fruto de la creciente desigualdad o del conflicto por la disputa de esos recursos naturales y la propia fragilidad de los medios de vida que hace inviables las expectativas de futuro de millones de personas en sus regiones de origen.

Ayuda en Acción es testigo y trabaja al lado de estas personas que se ven obligadas a desplazarse. En Centroamérica y México, países de origen y tránsito de millones de personas que se desplazan hacia Estados Unidos, la importancia de este fenómeno nos ha llevado a plantear líneas de trabajo que se centran en la reducción de los riesgos que afectan a esta población, muy particularmente la situación de los niños que pueblan la ruta acompañados por sus familias o viajando solos. Uno de los símbolos reconocibles de este fenómeno de desplazamiento masivo es La Bestia, el tren sobre el que viajan cada día centenares de emigrantes atravesando una de las rutas más peligrosas del planeta.

Los próximos 19 y 20 de septiembre tendrán lugar en Nueva York dos Reuniones de Alto Nivel; la Asamblea General de las Naciones Unidas y la Cumbre ObamaCumbre Obama. En ellas se tratarán, por un lado, los desplazamientos a gran escala de personas refugiadas y migrantes y, por otro, los nuevos compromisos en materia de refugio por parte de la comunidad internacional.

Se espera pues que la comunidad internacional afronte de una vez medidas para resolver o prevenir los conflictos que originan estos desplazamientos masivos, así como que se dé la adecuada protección internacional en las situaciones de emergencia humanitaria y que, igualmente, se respeten los derechos de las personas migrantes, lo mismo en los países de tránsito como en los de destino.

Para ello, Ayuda en Acción junto con otras 16 organizaciones en España, solicita a nuestro Gobierno, que en las reuniones del 19 y 20 de septiembre, se manifieste por apoyar y promover una serie de medidas. La primera de ellas es que se pongan en marcha mecanismos que garanticen la plena protección de las personas refugiadas, internamente desplazadas y migrantes frente a todo tipo de abuso, violencia y explotación; garantizar vías legales y seguras para las personas refugiadas y migrantes y así, evitar que las personas que salen huyendo para salvar sus vidas tengan que arriesgarse en rutas de escape cada vez más peligrosas; se debe proceder al reparto equitativo de la responsabilidad de los Estados para apoyar y acoger a las personas refugiadas, no parece ético, ni solidario, ni razonable que los países con menos recursos sean los que más población desplazada acogen; igualmente, los Estados deben abstenerse de firmar, o revocar acuerdos con terceros países no seguros, la legislación internacional lo señala taxativamente y el no llevarlo a cabo supone un incumplimiento de la ley; y finalmente, asegurar recursos económicos suficientes que garanticen la protección e integración de las personas migrantes, refugiadas y desplazadas en los países que acogen a un gran número de estas personas.

Seguir mirando hacia otro lado o esperar que otros países afronten solos esta responsabilidad no es una opción legal, ni ética, ni práctica. 

Todos los días las imágenes de miles de personas intentando llegar a las costas europeas golpean nuestras retinas y nuestras conciencias. Personas que huyen de sus hogares porque temen por su vida y la de los suyos en sus regiones de origen y que por ponerse a salvo y tener esperanzas de una vida mejor acaban cruzando un mar en una embarcación en la que nosotros no nos aventuraríamos ni para llevar a cabo una excursión costera. Muchos de ellos no logran alcanzar ninguna costa, ni ninguna frontera, mueren en el camino, perdidos en el desierto o ahogados en el mar; solo en 2015 y según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 5.000 personas murieron ahogadas en todo el mundo tratando de alcanzar una costa segura. 

Los tiempos que vivimos igualan los desplazamientos masivos que se produjeron durante la Segunda Guerra Mundial, las cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), hablan de más de 65 millones de personas que han tenido que huir de sus lugares de origen por la guerra y los conflictos, las violaciones de derechos humanos o la extrema pobreza. El dato se puede desagregar más para descubrir también otra realidad muchas veces invisible, el 59% son menores de edad y 9 de cada 10 viajan solos, una facilidad más para las redes de trata infantil.