Hace unos meses, diversos medios (también Ballena Blanca) nos hicimos eco de un informe que estimaba que Netflix emitió en 2018 de forma global tanto CO como toda España. Sin embargo, una revisión de aquellos datos muestra ahora que las cifras se habían sobrestimado. George Kamiya, de la Agencia Internacional de la Energía (que también aparecía en nuestro artículo), defiende en un análisis minucioso que usar Netflix no resulta tan dañino para el medio ambiente como indicaban aquellos cálculos. Por supuesto, como la mayoría de nuestras acciones, tiene una huella ambiental, pero en la nueva revisión ver 30 minutos de tu serie favorita no equivale a conducir unos seis kilómetros en coche, sino más bien unos 200 metros.
El autor, que ha publicado su artículo en la web de Carbon Brief, explica que el gran problema de las estimaciones del gran proveedor de entretenimiento es que se basaban en un estudio publicado en 2015 que sobrevaloraba el uso de la electricidad en la transmisión de datos, y no tenía en cuenta la eficiencia creciente de los centros de procesamiento y las mejoras en los ordenadores, televisores y móviles inteligentes.
“Si tomamos solo el consumo de energía”, explica Kamiya al analizar las cifras que daba The Shift Project, la organización detrás del análisis previo, “se supone que una hora de Netflix consume 6,1 kilovatios hora. Eso es lo mismo que recorrer 30 km en un coche Tesla, tener encendida una bombilla LED durante un mes o calentar el agua de una tetera una vez al día casi tres meses”.
Las cifras parecen desorbitadas pero, como el propio autor advierte, la idea de que ver vídeos en streaming puede convertirse en un problema futuro tiene validez. Desde 2015, el tráfico en Internet se ha triplicado y, según Netflix, su consumo de electricidad ha aumentado un 84%. Lo que se prevé es que estas cifras se multipliquen aún más.
Para George Kamiya, sin embargo, casi todo el impacto de una mayor demanda se podrá compensar con los avances en eficiencia y, sobre todo, con una electricidad que provenga de energías renovables. De hecho, para él aquí está el meollo de la cuestión. “La repercusión ambiental depende sobre todo del uso de la energía y, por lo tanto, de las emisiones de CO asociadas a la generación de cada unidad de electricidad”, explica en el análisis. Si la energía de los centros de datos y la transmisión proviene de fuentes con pocas emisiones, el uso de Internet producirá menos también. Algo que, por ejemplo, ya se puede ver al comparar la situación actual de diferentes países. Hoy en día, Francia obtiene un 90% de su energía de fuentes de bajas emisiones, por lo que media hora de una película equivale a cuatro gramos de emisiones mientras que Australia, que depende de combustibles fósiles, emite unos 63 gramos por la misma duración.
Pero el mayor impacto de ver vídeos en Internet, insiste este autor en su informe, proviene de los propios ordenadores, televisores y teléfonos móviles.
“Es importante recordar el valor de las emisiones de las tecnologías digitales en comparación con otros sectores, y que éstas equivalen a un 1,5% del total”, advierte el informe. De lo contrario, podemos perder de vista de dónde viene el 98,5% restante.
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