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Este es el tamaño de Madrid Central comparado con otras zonas europeas de restricción al tráfico

Sorprende que una de las primeras medidas que los tres partidos de derechas hayan anunciado que revertirán al frente del Ayuntamiento de Madrid sea Madrid Central, una de las acciones estrella de Manuela Carmena, que entró en funcionamiento en noviembre de 2018. No solo porque en el resto de Europa esta forma de atajar la contaminación de los coches y las miles de muertes prematuras que provoca se haya consolidado –hay 280 zonas de restricción al tráfico contaminante y la mayoría funciona desde hace una década– sino porque Madrid Central es minúscula si se compara con las zonas de bajas emisiones de otras urbes europeas.

Londres es la más grande de Europa y del mundo. Entró en funcionamiento en 2008 y ocupa 1.580 kilómetros cuadrados, que es prácticamente toda la ciudad y sus distritos, no solo el centro. Al acceder al cogollo de la ciudad, los conductores pagan un peaje en función de la etiqueta ambiental de su vehículo. En abril de 2019, el Ayuntamiento dio un paso más y creó la zona de emisiones ultrabajas, donde las categorías de los vehículos son aún más estrictas. Para hacerse una idea, Madrid Central ocupa 4,7 kilómetros cuadrados de los algo más de 600 de superficie de toda la capital y no hay que pagar ningún peaje por acceder, a diferencia de la mayoría de urbes fuera. La zona de bajas emisiones de Berlín es 19 veces Madrid Central, la de Ámsterdam cuatro veces y la de Londres 336 veces.

Estocolmo fue la primera ciudad que creó una zona de bajas emisiones, en 1996. Y le fueron siguiendo otras urbes a medida que se iban conociendo los nefastos efectos de los coches de combustión en la salud. “Madrid Central sería más interesante si fuera mayor, el tamaño es importante. Si solo se reduce el tráfico en una calle es bueno, pero si empeora en la paralela, el efecto se diluye”, comenta el investigador Xavier Querol, uno de los científicos más prestigiosos por su conocimiento de la contaminación atmosférica y sus efectos.

Querol recuerda que las zonas de bajas emisiones se crearon para atajar la contaminación por partículas, causantes hoy de 391.000 muertes prematuras en Europa, según las últimas cifras que la Agencia Europea de Medio Ambiente publicó en octubre pasado.

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