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Esta escritora heredó una tierra agotada por la agricultura intensiva; hoy han vuelto hasta los ruiseñores

Ángeles Ródenas

Londres —
18 de junio de 2023 22:14 h

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Los nidos de las cigüeñas blancas en las copas de los robles más altos revelan al visitante las primeras muestras de un oasis de biodiversidad. Esta monumental estructura natural no se veía en Gran Bretaña desde hacía 800 años, pero hoy, entre 25 y 30 parejas han anidado en la aristocrática finca Knepp. Es, asegura Matt Phelps, guía del safari a pie para conocer la zona más asilvestrada de la finca, el mejor año hasta la fecha. Otras aves, algunas al borde de la extinción en estos lares como las tórtolas y los ruiseñores, han llegado hasta aquí por sus propios medios, atraídas por un hábitat que les da alimento y cobijo como ningún otro lugar del país.

También reside la mayor colonia de mariposas tornasoladas de Reino Unido, 13 de las 17 especies de murciélagos que habitan en las islas británicas, el diminuto y amenazado ratón espiguero, culebras, tritones, escarabajos, una innumerable lista de invertebrados, hasta 60 especies de abejas identificadas en un año, caballitos del diablo, libélulas…

Ni la comunidad científica ni los dueños de esta reserva habían previsto el estallido de naturaleza que se ha producido en este proyecto de resilvestración pionero en Reino Unido, una propiedad de 1.416 hectáreas, a 70 kilómetros al sur de Londres, dedicada hasta hace 20 años a la agricultura intensiva.

“La naturaleza puede recuperarse muy rápidamente, si la dejamos. Nosotros estamos en el sureste de Inglaterra, bajo las rutas aéreas del aeropuerto de Gatwick y rodeados de carreteras. Nuestra finca no tenía naturaleza de especial valor, estaba completamente agotada y empapada de químicos, explica la escritora y conservacionista Isabella Tree

Los milagros ocurren. Resilvestrar en España tendrá una apariencia totalmente distinta, pero los principios son los mismos

“Si hemos podido llegar a convertirnos en un foco de biodiversidad –prosigue– con algunas de las criaturas más escasas de Gran Bretaña en menos de 20 años, puede pasar en cualquier lugar”. Tree insiste en que “los milagros ocurren. Resilvestrar en España tendrá una apariencia totalmente distinta, pero los principios son los mismos. Si dejamos que la naturaleza tome las riendas, pasan cosas extraordinarias”.

En su libro Asilvestrados, el regreso de la naturaleza a nuestras tierras, publicado ahora en castellano por la editorial Capitán Swing, la autora relata la experiencia en la que se embarcaron ella y su marido Charles Burrell, forzados por un negocio agroganadero heredado en números rojos y un terreno arcilloso explotado hasta la extenuación.

Ponis, gamos, longhorns y cerdos

Nos recibe en su casa, un imponente castillo neogótico construido por Charles Merrik Burrell a principios del siglo XIX, frente a cuya entrada pasta apaciblemente una manada de ponis Exmoor ajenos a la presencia humana. Junto con ciervos, gamos, vacas Longhorn y cerdos Tamworth, son los herbívoros en semilibertad reintroducidos en Knepp para crear nuevos hábitats.

Sin embargo, esta mujer de 59 años, tez curtida, pelo corto e indisciplinado y ojos vivaces del mismo color que su habitual jersey verde, sueña con traer bisontes y búfalos de agua, especies que ya se usan en Reino Unido para proteger hábitats de especial valor ecológico en áreas de conservación. “Existe la percepción de que los bisontes son peligrosos. Yo creo que nos asusta todo aquello a lo que no estamos acostumbrados”, señala. De momento, y no exento de polémica, ha obtenido licencia para reintroducir una segunda pareja de castores, la primera se les escapó.

Asilvestrar, resilvestrar o naturalizar es un concepto que continúa “remodelándose y resilvestrándose. Pero no significa volver a una especie de Jardín del Edén anterior al impacto causado por el ser humano –aclara–. No sería realista porque la naturaleza evoluciona constantemente, con o sin nosotros, y porque los humanos hemos transformado el planeta hasta tal punto que ya no podemos volver atrás. Lo que sí podemos hacer es aprender cómo funcionaban los ecosistemas de forma natural antes de nuestra llegada. ¿Cómo influía la súper mega fauna en el paisaje y generaba ciclos de nutrientes y de carbono? Tenemos a sus descendientes domesticados que imitan aquel comportamiento bastante bien y podemos utilizarlos para arrancar esos procesos dinámicos de nuevo y recuperar la biodiversidad en el entorno”, explica con voz suave pero firme.

Los grandes mamíferos acaparan la atención, pero la supervivencia del planeta depende un elemento mucho más humilde, el suelo. “Nos distanciamos de la tierra cuando empezamos a cultivar con fertilizantes artificiales. Los agricultores de antes entendían su importancia, lo olían y casi lo saboreaban, gestionaban el terreno de tal manera que el suelo podía recuperarse entre cosechas. Un agricultor mayor me dijo que cuando inventaron los tractores con cabinas cerradas no se lo podía creer porque no podía oler la tierra”. Confiesa que, como agricultores antes que conservacionistas, ellos también cayeron en el error cuando empezaron. “Queríamos ser científicamente rigurosos y tomamos puntos de referencia de la fauna, pero no pensamos en la tierra”.

Buscando alternativas

Al comienzo del nuevo milenio, rendidos ante la evidencia de que modernizar y diversificar la granja que Charlie había heredado de sus abuelos no la había hecho rentable, fue la visita del botánico y académico Ted Green lo que les llevó a buscar formas alternativas de gestionar la finca. “Nos abrió los ojos a la necesidad de asumir nuestra responsabilidad con el suelo y el medio ambiente que nos rodea”, resume la escritora.

Inspirados por el ecólogo holandés Frans Vera y su reserva de renaturalización pionera en Europa, Oostvaardersplassen, comenzaron a restaurar un mínimo equilibrio para acelerar los procesos naturales que reparan ecosistemas degradados. Dejaron de arar y de usar químicos agrícolas, eliminaron cercas, restauraron circuitos naturales de agua e introdujeron animales de pastoreo. Por motivos éticos, en Knepp no se permite que los animales de pastoreo puedan morir de hambre, como llegó a ocurrir en Oostvaardersplassen, y estas poblaciones son monitorizadas para mantener el equilibrio entre fauna y flora.

La naturaleza puede recuperarse muy rápidamente, si la dejamos. Nosotros estamos en el sureste de Inglaterra, bajo las rutas aéreas del aeropuerto de Gatwick y rodeados de carreteras. Nuestra finca no tenía naturaleza de especial valor

Cuenta que un reciente estudio independiente realizado con 4.000 muestras de suelo de la zona más asilvestrada arroja resultados sorprendentes. “Estamos almacenando entre 3,3 y 4,8 toneladas de CO2 anuales por hectárea de suelo. Y eso sin contar los sistemas de micorriza, la vegetación o los humedales. Es extraordinario. En los últimos 20 años hemos plantado árboles para almacenar CO2 a pesar de las enormes cantidades de carbono que genera y los perjuicios que ocasiona plantar árboles erróneos”. Asegura que este descubrimiento va a revolucionar el paradigma de las plantaciones al mostrar que “la regeneración natural es mejor para el futuro de los árboles al tiempo que restaura los suelos”. 

Observar comportamientos naturales, tanto de animales como de ecosistemas, que cuestionan las nociones aceptadas es uno de los mayores regalos que está dando el proyecto a la comunidad científica. A diferencia de la conservación tradicional, que busca crear un ecosistema óptimo para preservar una especie concreta, la asilvestración promueve procesos abiertos en los que no se sabe qué va a ocurrir, como encontrar ruiseñores viviendo en matorrales espinosos cuando se creía que su entorno natural eran los bosques o halcones peregrinos anidando en árboles en lugar de acantilados. “Nos estamos dando cuenta de que las especies animales son mucho más plásticas de lo que pensábamos. Nuestros paisajes están agotados y lo que vemos son animales intentando sobrevivir en lugares que no son ideales para ellos”. Adaptarse o morir.

Abrazar el caos

Tree es consciente de que sus adoradas tórtolas no volverán a Knepp desde la sabana africana si las semillas que germinan gracias a los cerdos que hozan la tierra son reemplazadas por otro tipo de vegetación que no les ofrezca sustento. Pero como ella misma dice: “El objetivo es el proceso, no el resultado”. Mucho más costoso, recuerda, fue deshacerse de la mentalidad “control freak” de agricultor y abrazar el caos. “Cuando un roble en el parque alrededor del castillo empezó a morir, la primera reacción de Charlie fue sacar la motosierra para quitar el árbol muerto de la vista. Pero nos habíamos comprometido a no intervenir y no podíamos hacer eso. Entonces empezamos a ver en él gavilanes, pájaros carpinteros, zorros cazando topillos…”. Finalmente cayó el año pasado y desde la ventana de su cocina se ve la escultórica forma del árbol ahora tumbado en el mismo lugar donde creció. “Es un universo en sí mismo”, añade.

La percepción tradicional del campo como un espacio estable de setos perfectos y campos productivos es, en su opinión, equivocada y está totalmente alejada de la realidad. Sabe de sobra hasta qué punto es también el principal obstáculo para el cambio. El rechazo visceral a la hierba de Santiago estuvo a punto de hacer descarrilar el proyecto en sus inicios. “El paisaje es inestable y disfuncional y no podemos seguir viviendo así. Pero desaprender eso es muy difícil”.

A la gente le preocupa que al resilvestrar estemos perdiendo paisajes culturales cuando en realidad estamos ganando otros en los que también hay personas, animales y campos productivos

Adoptada por la pareja de aristócratas Lady Anne Tree y Michael Tree, la escritora creció en Dorset rodeada de la estereotípica estampa de colinas verdes pobladas de ovejas y el ocasional grupo de árboles. Reconoce sentirse “nostálgicamente vinculada” a esos paisajes, pero cree que hay que mirar más allá de la época victoriana para recuperar el entorno. “Si nos fijamos en la Edad Media, antes de que se drenaran los humedales y se ordenara el campo, encontramos paisajes mucho más fascinantes. A la gente le preocupa que al resilvestrar estemos perdiendo paisajes culturales cuando en realidad estamos ganando otros en los que también hay personas, animales y campos productivos en un sistema que trabaja con la naturaleza, no en contra de ella”.

Knepp da buena muestra de ello. Las zarzamoras, matas de rosa silvestre y otros matorrales que tanto ofendían a los detractores iniciales forman parte de un ecosistema de pastos y arboledas que genera un boyante turismo ecológico de safaris, distintas modalidades de camping, alquiler de locales, eventos… y da trabajo a 50 personas, el doble de lo que aportaba la granja a la economía local. Probablemente la cifra se vuelva a duplicar cuando abran el restaurante este verano, con productos de una nueva huerta regenerativa y carne procedente de la resilvestración. Su mensaje es claro: “Tenemos que comer menos carne porque no podemos dedicar el 70% de las tierras de cultivo a forrajes y es cruel para los animales, que no están diseñados para alimentarse de cereales. Pero la ganadería regenerativa cumple la función de restaurar suelos dañados y la carne de animales alimentados con pastos es rica en Omega 3 y 6”.

Uno de los países más pobres en naturaleza

Reino Unido es uno de los países del mundo más pobres en cuanto a naturaleza se refiere y la exitosa transformación de esta finca no puede revertir esta tendencia por sí sola. Por ese motivo, Tree ha emprendido una nueva iniciativa para crear un pasillo de 10.000 hectáreas que facilite la circulación de biodiversidad desde Knepp a la costa. “Muchas veces tenemos la sensación de que vivimos en una burbuja fuera de la cual hay muy pocos recursos para la biodiversidad. Tenemos que conectar con otros focos de naturaleza para que los animales se puedan desplazar”, comenta.

La campaña Weald to Waves (del Low Weald, donde se sitúa la finca, hasta el mar) se lanzó hace unas semanas y ya se han registrado desde terratenientes comprometidos a eliminar pesticidas de sus tierras a individuos que ponen a disposición sus jardines domésticos. “Asilvestrar es un espectro que nos abarca a todos. Una tierra libre de pesticidas es mucho más permeable a la biodiversidad. No creas hábitat, pero permites que animales la utilicen para llegar a otro punto”, explica. “Da igual el tamaño del que dispongas, lo importante es conectar con los vecinos”.

Incluso en las ciudades, porque “es ahí donde vamos a ganar o perder la batalla”. En su nuevo libro, co-escrito con su marido, The Book of Wilding - a practical guide to rewilding big and small, comparte su visión de la ciudad del futuro: edificios verdes con balcones arbolados que limpian la atmósfera, depredadores que controlan las plagas, un río que proporciona recursos, pavimentos permeables que evitan inundaciones… ¿Realista? “Tiene que serlo, porque si no, estamos… (no sé si puedo terminar la frase)”, concluye con su habitual optimismo pragmático.

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