Hay que remontarse al 25 de marzo de 2017. Un rebaño de ovejas es atacado. Estamos en el centro de Aragón, cerca del río Ebro, al borde de la árida comarca de los Monegros. Desde hace muchas décadas el lobo es un animal salvaje que ni está ni se le espera en esta tierra llana. Todo parece indicar que la muerte de unas pocas ovejas es autoría de perros asilvestrados, como ha venido siendo habitual. Nadie denuncia a nadie. Dos días después, a 20 kilómetros de distancia, en los montes casi desérticos de Farlete sucede algo parecido. El mismo caso se repite de nuevo, muy cerca, en los corrales de Perdiguera, después en Monegrillo, más tarde en San Mateo de Gállego y finalmente en Leciñena.
Se suceden los ataques al ganado ovino por parte de una “fiera” que nadie ha visto. ¿Son perros salvajes? ¿Podría ser un lobo? Los rebaños no están debidamente vigilados ni protegidos ante esta situación, se encierran en corrales sin pastor eléctrico y sin perro mastín. Y los hechos saltan a la prensa regional con la preocupación de los ganaderos: “Estamos hartos y exigimos medidas”, argumentan. El Gobierno de Aragón coloca jaulas-trampa y varias cámaras de foto-trampeo para intentar dar con el responsable, porque si se trata de un perro cimarrón sería competencia del dueño, o en todo caso del Ayuntamiento. A los pocos días, para sorpresa de todos, aparece en una imagen tomada por una cámara automática un ejemplar de lobo joven, el cual se detecta libremente en plena noche. Son las 1:55 horas del 8 de junio. La noticia será rápidamente dada a conocer a la opinión pública: “Se detecta la presencia de un lobo en los Monegros. La Diputación General de Aragón reclama extremar las medidas para proteger al ganado”, dice el titular del Heraldo de Aragón.
De repente, surgen muchas preguntas, dudas e inquietudes: ¿De dónde viene? ¿Cómo ha llegado? ¿Son más lobos? ¿Qué hacer? ¿Es peligroso? Mientras alcaldes, ganaderos, técnicos, guardas y miembros de protección civil se reúnen en un despacho para afrontar la situación, el lobo mata a otros dos corderos mal protegidos. El Gobierno de Aragón ofrece una ayuda directa con medidas eficaces, como las ya utilizadas en Castilla y León, cediendo vallas especiales, más altas –de 2 metros– y electrificadas para así evitar el paso del lobo al recinto ganadero. Se estudian nuevas acciones, a la par que se informa de que la seguridad de las personas no corre peligro alguno, pues son animales que temen al hombre. Pero el regreso del cánido salvaje estaba anunciado ya desde hace tiempo.
En el año 2002, un informe técnico avisaba de que en Zaragoza y sobre todo en Teruel se estaban dando las condiciones óptimas para que se establezcan manadas de lobos y que prospere su población, dado que existen amplias zonas despobladas con elevadas densidades de ungulados silvestres que forman parte de la dieta alimenticia de este depredador. Un informe que hace más de 15 años ya instaba a las autoridades a ir preparando el régimen de protección del lobo y las medidas de subvención a la ganadería que se tendrán que adoptar.
El causante de estos ataques en los Monegros es un joven ejemplar solitario instalado en los montes de Leciñena, el lobo estepario de la Sierra de Alcubierre, que muy pronto generará una psicosis colectiva de inseguridad social entre los rumores de la población rural, las declaraciones políticas y la prensa amarillista desinformada, que en suma contribuyen a crear un verdadero clima de crispación y confusión. Para tratar de conocer datos sobre la procedencia de este lobo y saber si está solo o hay más ejemplares, el Gobierno de Aragón encargó un estudio genético de ADN a través de excrementos y pelos del animal.
Para mayor sorpresa y revuelo se descubre que no es un lobo perteneciente a la subespecie ibérica (Canis lupus signatus) como cabría esperar, sino a la itálica (Canis lupus italicus). Nuestro lobo “italiano” ha entrado a Aragón desde el Pirineo Oriental, pues hace unos 15 años que se tiene constancia de la presencia más o menos estable de varias manadas en las comarcas norteñas del Alt Urgell, Cerdanya, Ripollés, Berguedá y Solsonés, en el entorno de la Sierra del Cadí, con unos 9 o 10 ejemplares. El primer dato fue en 2002 con una fotografía de un lobo junto a un grupo de isards o rebecos, una imagen que simbolizará el inicio del retorno del lobo por Europa, y que luego será constatada por más cámaras de foto-trampeo, por el seguimiento de los guardas forestales y otras huellas y rastros. Un regreso que se ha producido por un flanco inesperado, porque en Aragón todo hacía presagiar que su vuelta se produciría desde el lado occidental, donde las sierras ibéricas de Zaragoza y de Teruel lindan con zonas loberas de Soria o de Guadalajara.
El lobo recolonizador se ha encaprichado con un hábitat estepario que parece poco propicio, pero donde los agricultores están sufriendo una superpoblación de conejos que devasta las cosechas, lagomorfos que por otra parte suponen un alimento fácil y abundante para el depredador, el cual también arremete contra los rebaños aún mal protegidos, y donde al principio hubo malas prácticas ganaderas depositando las ovejas muertas en pleno campo en lugar de llamar a los camiones de recogida de cadáveres.
Pasan las semanas y el revuelo mediático se va acentuando. Los sindicatos agrarios dicen que esto va a ser la puntilla que acabará con un sector en franco retroceso. Los diarios publican imágenes cruentas de ovejas sangrantes, y aseguran que el lobo de Monegros supone un problema muy serio porque los niños, los ciclistas y los senderistas no se atreven a salir solos al monte. Una caravana recorre distintos pueblos de la sierra para recoger firmas contra la presencia del lobo. Los lugareños piden que “la alimaña” sea apresada y devuelta a Italia.
Pronto corre la cifra de que un solo lobo ha matado en poco más de dos meses a 348 ovejas, con un coste de 170.000 euros, cifra que posteriormente se demuestra falsa y exagerada. De repente empiezan a aumentar los casos de ataques, de ovejas muertas y malheridas, de animales desaparecidos… situaciones achacadas a priori al lobo, pero no únicamente en los Monegros, sino también en otras zonas de Aragón fuera del ámbito de presencia constatada de este animal: en Novilas, en Ejea de los Caballeros, en Laspuña… además de en Tardienta, Lalueza, Sangarrén o en el mismo Leciñena. Sin embargo, las necropsias efectuadas por técnicos especializados desvelan que la muerte de unas 230 ovejas extra de más no se corresponden al ataque de lobos, sino a perros abandonados por parte de cazadores, ganaderos y población local. En un año, los perros de caza o de compañía han provocado el 65% de los daños que se le estaban atribuyendo a un solo lobo. Aunque la cifra real atribuible a este problema puede ser mucho mayor, ya que habría que sumar otros muchos ataques de perros cimarrones que no han llegado a ser denunciados.
Los sindicatos exigen que sea la Administración quien se haga cargo de la responsabilidad patrimonial, puesto que los seguros que ellos tenían contratados no siempre cubren las ovejas muertas por fauna silvestre, ni tampoco los abortos ni la situación de estrés que provocan los ataques. El Departamento de Desarrollo Rural y Sostenibilidad del Gobierno de Aragón ultima la aprobación de una Orden de ayudas institucionales con carácter preventivo para aquellos ganaderos y explotaciones que corren el riesgo de sufrir ataques del lobo, incentivando económicamente la adopción de métodos efectivos que en la actualidad están permitiendo exitosamente la coexistencia del lobo y del ovino en muchas zonas de la España rural, y entre los que se encuentra la compra e instalación de vallados electrificados y la adquisición de perros mastines que eviten la entrada del lobo en los rebaños. Se paga el 100% de la inversión para adquirir vallados fijos o portátiles, comprar pastores eléctricos y hacerse con perros mastines y asegurarlos –con límites de 3.000 euros en los dos primeros casos, de 600 en el tercero y 200 euros más para la póliza– y, además, seis euros por oveja –hasta un límite de 2.000 cabezas–.
Cada comunidad autónoma española tiene su fórmula de compensación e indemnización para conciliar la presencia del lobo y de los rebaños, lo que da lugar a una cierta disparidad: en algunas regiones no se pagan indemnizaciones directas, pero se abonan las franquicias de los seguros suscritos por daños de fauna silvestre; en otras no hay ayudas de ningún tipo; mientras que en Asturias o Andalucía se pagan los daños... Pero nuestro caso es especial, ya que el lobo aragonés está fuera del ámbito legal habitual, en una especie de limbo normativo, pues no forma parte de las poblaciones situadas al norte del Duero –donde se permiten cazar para “gestión cinegética” o “control de población”–, ni tampoco entra en las que están al sur del Duero –que están protegidas y para las que se deben designar Zonas de Especial Conservación de la Red Natura 2000–.
El lobo en Aragón es una especie estrictamente protegida “de interés comunitario”, en base a la normativa europea mediante la Directiva de Hábitats del año 1992. Pero, asimismo, al no formar parte del Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón, ello supone un factor que impide pagar indemnizaciones directas, pues tan solo propicia el que se apoye la adopción de estas medidas preventivas para compatibilizar la ganadería extensiva con el carnívoro protegido, incrementando así la seguridad y la vigilancia humana para evitar nuevos ataques. El seguro y su franquicia, mientras tanto, lo tienen que pagar los pastores. Y sindicatos como Uaga o Asaja han rechazado públicamente las ayudas –que llegan a los 500.000 euros anuales, para el oso y el lobo–, alegando que son escasas y que están muy descontentos.
“Es una tragedia. Vivimos con miedo”, comenta un ganadero monegrino. Sin embargo, a fecha de hoy, 80 pastores en zona lobera –de un total de 89 en Aragón– se han acogido a estas ayudas institucionales, los cuales han recibido 436.578 euros para mitigar los sobrecostes derivados de la presencia testimonial del lobo.
Julio de 2017. En la comarca pirenaica de la Ribagorza las cámaras de foto-trampeo colocadas para detectar el paso de osos pardos soltados en Francia y en la vecina Cataluña descubren la presencia de otro lobo más, un macho. Muy seguramente también es de procedencia italiana. Nunca había atacado y, por lo tanto, no es problemático. Si no fuera por las cámaras no se sabría ni que estaba, pues se trata de un animal que en la cordillera pirenaica –lejos de los Monegros– dispone de abundantes presas naturales como jabalíes y corzos. Tampoco ha sido “reintroducido” como algunos quieren hacer creer a la opinión pública, sino que ha llegado de forma natural. Y aunque hasta la fecha en dos años no ha habido ningún ataque real atribuido a su presencia, ello no ha impedido que los vecinos de la Ribagoza –de Benasque o de Castanesa–, hayan salido en manifestación gritando que “el oso y el lobo son la ruina del mundo rural”.
Pero en la alta montaña casi nadie que tiene explotación de ovino extensivo quiere volver a las prácticas para el manejo de los rebaños similares a las de antaño, lo que garantizaría la convivencia, aunque con la tecnología del siglo XXI, con protección, vigilancia y cuidado diario, tal y como se sigue haciendo en otras cordilleras del país, como la Cantábrica. ¿Es tan fiero el lobo como lo pintan? No, pues sin lobo, antes de su testimonial llegada en 2017, en una sola década, del año 2006 al 2016, la región perdió nada menos que un millón de cabezas de ganado ovino y cerca de 2.000 explotaciones, es decir, casi la mitad.
¿Cuáles son pues los verdaderos y grandes problemas de la ganadería extensiva en Aragón? Es sabido que la falta de relevo generacional y el escaso valor añadido están entre las principales causas de que este oficio –el de pastor– viva un auténtico declive, un trabajo muy sacrificado donde no se dispone de vacaciones y que busca jóvenes en el mundo rural. Por otro lado, con los años más críticos de la crisis económica el consumo del famoso Ternasco de Aragón cayó en picado, a la par que nos llegaba importado al mercado –sin apenas restricciones– un cordero procedente de Nueva Zelanda, el cual a veces incluso ha sido etiquetado confusamente como si fuera un producto nacional. Además, la ganadería de ovino se ha visto acorralada por los vaivenes de las ayudas comunitarias, asfixiada por la baja rentabilidad y situada al borde de un abismo económico.
La decisión de Bruselas de desligar las ayudas comunitarias de la PAC de lo que es la producción –por cabeza de ganado– y de establecer un pago único referenciado a producciones históricas y al número de hectáreas asociadas ha sido otro paso también determinante para acorralar a este sector ya de por sí envejecido en Aragón, donde las ganaderías no cuentan con grandes extensiones de tierra dado que viven de pastos comunales y arrendados. Un cambio que ha sido tildado por la prensa como de “casi letal”. Todos esos ingredientes son los que están contribuyendo decididamente al auténtico declive de una actividad que, para más inri, está considerada como de imprescindible función social a la hora de frenar el despoblamiento rural y con una reconocida labor medioambiental. Y no un declive, como se quiere hacer creer, propiciado por la presencia del lobo… ya que –según datos ministeriales– tan solo un 0,7% de la ganadería en España es afectada por el lobo y sus ataques.
Este verano, en julio de 2019 se producía entre Leciñena y Perdiguera el mayor incendio forestal de Aragón, junto a la zona que ocupa el lobo monegrino. Ardieron 1.200 hectáreas en la Sierra de Alcubierre a causa de un buggy, un vehículo tipo quad. Pero, ¿dónde está el lobo de Monegros? El último ataque registrado fue poco antes, en el mes de mayo. Y ahora sabemos que sí, que sigue por ahí, por esos campos secos de romero, pino, sisallo y albardín. Su figura escurridiza ha vuelto a ser detectada por una cámara automática en octubre de 2019. Sus ataques se han reducido considerablemente, pues ahora los rebaños están mucho más y mejor protegidos.
Esta es una versión de un reportaje publicado en el nº21 de la revista Ballena Blanca. en el nº21Puedes ver más sobre este proyecto periodístico aquí.aquí.