La activista ambiental Deb Haaland (Arizona, 1960) tiene desde el pasado jueves un poder inaudito para una indígena en Estados Unidos. Ese día juró como secretaria de Interior, uno de los departamentos más importantes en cuanto al tamaño –emplea a 70.000 personas–, presupuesto (casi 13.000 millones de dólares en 2020) y funciones. Por ejemplo, se encarga de conceder las licencias para proyectos energéticos o extractivistas en tierras públicas de todo el país, de gestionar los parques nacionales, los recursos marinos y las reservas de comunidades autóctonas y de afrontar los desastres naturales.
Ella es miembro de la tribu Laguna Pueblo y descendiente por parte de padre de inmigrantes noruegos. Es diputada en el Congreso desde 2019 y se ha convertido a sus 60 años en la primera persona indígena en liderar un gabinete presidencial de EEUU. Y en particular se ha hecho con un poderoso departamento que históricamente ha estado en manos de hombres blancos. “Una voz como la mía nunca ha sido secretaria de gabinete ni ha estado al frente del Departamento de Interior. Crecer en el hogar de mi madre Pueblo me hizo feroz. Seré feroz por todos nosotros, nuestro planeta y toda nuestra tierra protegida. Me siento honrada y dispuesta a servir”, escribió Haaland en un tweet, tras conocer su nominación al puesto en diciembre.
Se ha sometido a múltiples críticas por parte de los conservadores, que afearon sus antecedentes en el movimiento ecologista, su postura contra el fracking en territorio federal y su defensa del Green New Deal. En enero de este año, 15 representantes del partido republicano enviaron una carta a Biden en la que pedían que eliminase la nominación de Haaland, puesto que sus ideas, escribieron, son “totalmente contrarias a la gestión responsable” de las tierras públicas. “Los ataques del Green New Deal a nuestros recursos naturales obligarán a Estados Unidos a aumentar su dependencia del extranjero para materiales como elementos de tierras raras, cobalto, cobre, níquel, hierro, uranio y agregados de países sin normas ambientales o laborales como la China comunista, Rusia y el Congo”, alegaron.
En marzo, sin embargo, el Senado ha confirmado su nombramiento, con una victoria de 51 votos frente a 40 en la cámara alta. Todos los demócratas la apoyaron, y también cuatro senadores republicanos: Lisa Murkowski y Dan Sullivan, de Alaska, Susan Collins de Maine y Lindsey Graham de Carolina del Sur.
“Haaland es una activista del clima por naturaleza. Creció en una familia de Laguna Pueblo con los valores de la protección de la naturaleza y de conservar el agua para futuras generaciones. Son sus raíces y se nota en la forma de pensar que tiene, que es diferente a la de la mayoría de personas”, explica Scott Forrester, su aliado y consejero en campaña y amigo de Haaland desde sus primeros años de activismo en el partido demócrata de Nuevo México.
“En las manifestaciones o actos de campaña recoge la basura que se encuentra en el suelo, va a todos lados con su propia botella de agua para no usar plástico, se manifiesta junto a otros activistas contra proyectos extractivistas, se posiciona a favor de las renovables y se mantiene firme en su propósito de combatir el cambio climático”, aduce Forrester.
En cuanto supo de las protestas que la comunidad nativa de Standing Rock estaba organizando contra el proyecto de oleoducto Dakota Access Pipeline –que atravesaba territorio sagrado para estos indígenas y comprometía sus recursos naturales– Haaland se puso en marcha y pasó unos días en los campamentos junto a los Sioux, cocinando y haciendo resistencia desde las primeras líneas de batalla, en Dakota del Norte. La lucha, sin embargo, no logró terminar con el oleoducto, que empezó a funcionar en 2017.
El ecologismo de Haaland continuó en la política. En Washington fue una de las primeras impulsoras del Green New Deal, el paquete de medidas que algunos representantes demócratas defienden como solución para favorecer una transición ecológica y descarbonizar la economía al tiempo que se refuerza el Estado de bienestar y que ahora se sugiere integrar en el paquete de resiliencia tras la pandemia que acaba de aprobar el Gobierno de EEUU. Como diputada, Haaland también ha apoyado medidas de conservación muy controvertidas, como el proyecto de ley 5598, que pretendía prohibir la explotación minera de cobre y níquel a base de sulfuros en más de 234.000 hectáreas, a fin de proteger la calidad del agua del Boundary Waters Canoe Area Wilderness, una reserva natural en Minnesota.
Para Forrester, que ahora no trabajará con Haaland pero la ha acompañado en su trayectoria política durante años y es también nativo americano (en su caso, de la tribu Cherokee), la elección de colocar a esta activista en un puesto de tan alto rango y responsabilidad es una victoria histórica para los pueblos originarios y para el medio ambiente. “Es hora de enmendar los errores. Tener a una persona que ve el mundo de manera diferente, que traerá cambios contundentes y podrá avanzar en la lucha contra el cambio climático es, sin duda, un motivo de celebración”.