De un grupo reducido de personas preocupadas por la crisis ecológica en Reino Unido a protestas masivas a lo largo y ancho del globo. Ya sea en España, Australia, India, Japón, Sudáfrica, Chile o Estados Unidos, el símbolo de Extinction Rebellion−el círculo y la equis que dibuja un reloj de arena− se ha convertido en el emblema de todo un movimiento global nacido en este último año para reclamar una acción contundente contra el cambio climático que tenga en cuenta a las generaciones futuras.
Esta semana, este nuevo movimiento −protagonizado en buena medida por jóvenes− saldrá a la calle a manifestarse una vez más por el clima. Irán grupos como Fridays For Future, Youth For Climate (Juventud por el Clima) y también Extinction Rebellion (XR), aunque lo que plantean estos últimos va más allá de las huelgas y las marchas. Su estrategia, más “rebelde”, es la desobediencia civil no violenta.
La actividad pública de XR comenzó en Londres, donde en octubre de 2018 se hizo la ‘'Declaración de Rebelión' contra el Gobierno de Reino Unido por falta de acción para mitigar el cambio climático. “Esperábamos 100 personas, pero acudieron 1.500”, aseguran desde la organización. A partir de ahí se han ido sucediendo diferentes acciones de protesta, como bloquear pacíficamente cinco de los principales puentes que cruzan el río Támesis o cavar un hoyo en el jardín de la Plaza del Parlamento para enterrar un ataúd que representa el futuro de su generación.
Nils Agger ha estado al frente de este movimiento, el más radical de la movilización juvenil, desde el principio. Este sueco de 26 años se trasladó a Bristol en 2015 para estudiar agricultura orgánica y allí ha sido uno de sus fundadores.
¿Alguna vez pensasteis que esto derivaría en este movimiento internacional que Extinction Rebellion y Fridays For Future han creado?
Aún no soy capaz de asimilarlo. Me cuesta pensar en lo grande que se ha hecho XR. En mi mente todavía pienso en ello como un grupo pequeño de gente. Ahora está en una escala completamente diferente y en Reino Unido tenemos muchísima implicación tanto en los grupos de dentro del país como en los que se han formado en otros países.
Vuestra primera acción de XR empieza en octubre. ¿Iréis igualmente a las huelgas por el clima de esta semana?
Mucha gente de XR irá a las huelgas, pero no es el tipo de protesta de XR. Aunque hay grupos de universidades de XR que están planeando hacer una acción grande hoy en torno al King's College de Londres.
Pedís reducir a cero las emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2025, cuando la ONU fija ese objetivo para 2050 y acaba de pronosticar que ni siquiera cumpliremos el compromiso de reducirlas en un 45% para 2030. ¿Por qué habéis fijado un objetivo tan ambicioso?
La razón para establecer esa exigencia es intentar cambiar la ventana de discusión sobre la reducción de emisiones. Si fijamos el objetivo en 2025 igual haremos que sea más normal que otros grupos sean más ambiciosos.
Greta Thunberg ha comentado en alguna ocasión que mantiene una relación estrecha con los científicos para asegurar el rigor y la precisión en los discursos que escribe. ¿Cuál es vuestra relación con la ciencia y cómo manejáis los datos para explicar bien el problema?
Desde el principio hemos querido traer más emoción al debate que se genera en torno al cambio climático. Hablar de la ciencia del cambio climático es algo que ya se ha hecho durante bastante tiempo, nosotros nos centramos en las emociones. Hemos pensado en cómo transmitir lo que sentimos acerca de los retos a los que nos vamos a enfrentar, como la falta de comida o el hecho de que mucha gente va a morir. La cuestión es cómo comunicar eso. Puedes hacerlo en una forma más científica, pero es lo que se lleva haciendo mucho tiempo. Nosotros tenemos charlas y estamos conectados a algunos científicos y académicos pero el foco lo hemos puesto en las emociones. Otros grupos siguen haciendo la comunicación científica así que no necesitamos hacerlo nosotros.
¿Tenéis la sensación de estar generando pánico?
Es difícil encontrar el equilibrio. Hay que comunicar la urgencia y la severidad de la situación en la que estamos pero sin perder el rumbo sobre lo que tenemos que hacer. Si estamos hablando mucho sobre la emergencia ecológica y sobre el colapso de los sistemas alimentarios, por ejemplo, tenemos que hablar también sobre la forma de asegurar un acceso a la comida para todo el mundo. Para mí, es crucial encontrar ese equilibrio entre contar la verdad y ser honestos pero no causar pánico y que la situación empeore todavía más. Es verdad que usamos la emergencia para enmarcar el problema, pero eso es precisamente lo que está haciendo que la gente salga a la calle y haga las cosas que se necesitan hacer.
¿Alguna vez os encontráis con gente que se deprime o se queda paralizada por el miedo?
Sí, hay gente que sufre mucho miedo y ansiedad por el cambio climático, y lo cuentan en espacios que dedicamos a hablar de ello, que son muy útiles porque es una crisis severa y hay gente aterrorizada. Hay que tener en mente que esta no es solo una crisis de ahora. Es una crisis que nos va a llevar tiempo atajar y quizá vamos a tener que trabajar en ello durante el resto de nuestra vida para llevar a la sociedad a una situación de equidad. Y habrá gente a la que, si no ve progreso en uno o dos años, le será muy tentador renunciar. Pero tenemos que centrarnos y seguir adelante.
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