Uno de los casos más “burdos” de ‘ecopostureo’: cuando Exxon Mobil usó las algas para lavar su imagen fósil
De no haber incurrido en un “burdo y grotesco” caso de greenwashing, como lo define el ambientólogo y divulgador Andreu Escrivà, la petrolera Exxon Mobil estaría a pocos meses de producir 10.000 barriles diarios de biocombustible de algas.
Esa fue la cifra que la petrolera estadounidense se comprometió a sacar al mercado para 2025, tras haber cerrado la puerta a invertir en energía eólica y fotovoltaica, lo que por entonces empezaban a hacer sus competidores. La empresa anunció una millonaria inversión para avanzar en una “solución energética” innovadora y revolucionaria: combustible “limpio” para el transporte a base de algas fotosintéticas.
Pero el proyecto, que por aquel entonces tuvo una amplia cobertura mediática en Estados Unidos, “publicidad verde gratuita”, como recuerda el periodista Andrew Schwartz, uno de los reporteros que más ha indagado en las oscuras entrañas de esta multinacional, naufragó durante cuatro años sin avances ni resultados. Todo, concluye Schwartz, fue un farol, una estrategia de lavado verde para, en paralelo, continuar con la especialidad de la casa: hallar, extraer y procesar combustibles fósiles a gran escala.
La mayor petrolera norteamericana, fruto de la fusión en 1999 de Exxon y Mobil, compañía heredera de la Standard Oil del legendario John Rockefeller, no producirá en 2025 ni un solo barril de biocombustible de alga. Sí, en cambio, rellenará más de tres millones de barriles diarios de petróleo, una producción que en 2022 le permitió obtener el mayor beneficio de su historia: 55.740 millones de dólares.
El evidente ecopostureo de esta multinacional quedó al desnudo el año pasado cuando la división Low Carbon Solutions decidió retirar toda la financiación al proyecto de algas y redirigir esos recursos a “otras tecnologías limpias”. El hidrógeno verde, principalmente.
“En este momento tenemos otros programas que están listos para su implementación. Necesitamos subirnos a la curva de despliegue de la captura de carbono, del hidrógeno y de los biocombustibles. Las algas todavía necesitan más trabajo”, reconoció a Bloomberg Vijay Swarup, director senior del área tecnológica, uno de los directores de la investigación de algas.
Pero la historia, ya cerrada, tiene muchísima actualidad. Confirma, por ejemplo, los hallazgos del informe Monitor de Responsabilidad Climática Corporativa, elaborado por las organizaciones NewClimate Institute y Carbon Market Watch, que ha puesto la lupa sobre los planes climáticos de las grandes multinacionales del planeta.
La mayoría de estas grandes empresas, según concluye el trabajo, tiene proyectos de descarbonización “ambiguos, engañosos e insuficientes”. “Las prácticas de compensación, bajo diversas terminologías, están socavando los objetivos y engañando a los consumidores”, señala el informe.
El caso también revela la importancia de los avances legislativos para evitar este tipo de prácticas. En enero, la Eurocámara dio el visto bueno a una directiva destinada a proteger a los consumidores de estrategias de marketing engañosas y mejorar el etiquetado de los productos.
En esta misma línea, en España, el Gobierno prepara una Ley de Consumo Sostenible para luchar contra el greenwashing. Según el borrador presentado, la futura norma identificará como “práctica comercial desleal” la inclusión de alegaciones ambientales genéricas –como ‘sostenible’, ‘verde’, ‘respetuoso con el planeta’– o que no tengan respaldo científico.
Para Escrivà, experto en análisis del lavado verde y autor del libro Contra la sostenibilidad, los frutos de todas estas normativas se verán dentro de dos o tres años. Todavía hoy, en abril de 2024, aclara, las empresas pueden seguir haciendo greenwashing “con la misma impunidad que hace diez años”.
La “base social”, agrega este doctor en biodiversidad, es mucho mejor hoy que hace cinco años. Los consumidores son “más conscientes” del engaño verde. “Pero urge un respaldo legislativo y de inspecciones para que, igual que hoy se miden las emisiones, se pueda medir el greenwashing”, exige. Como esto no está aún sobre la mesa, una multinacional como Exxon puede mostrarse verde en su “escaparate publicitario” con un proyecto “tan inverosímil” como el biocombustible de algas a gran escala, “sin mover ninguna ficha real” en el cambio de modelo de negocio.
Crónica de un engaño
Exxon Mobil empezó ya en la primera década del siglo XXI a publicitar el supuesto “potencial energético” de las algas, tal como cuentan las investigadoras Emily Plec y María Pettenger en el artículo Greenwashing Consumption: The Didactic Framing of ExxonMobil's Energy Solutions (Environmental Communication, 2012).
Mientras la mayoría de las empresas del sector empezaba a invertir en proyectos de renovables, Exxon “inundaba de publicidad el mercado televisivo de Estados Unidos pregonando sus esfuerzos por investigar y promover fuentes alternativas de energía”, detalla esta investigación.
En 2009, la empresa anunció una alianza con la firma biotecnológica Synthetic Genomics y una inversión de 600 millones de euros para “transformar las algas y los desechos vegetales en biocombustibles”.
“Aunque todavía quedan años de esfuerzo en investigación y desarrollo, los combustibles procedentes de algas podrían contribuir a dar respuesta a las necesidades de combustible a la vez que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero”, celebraba entonces el vicepresidente senior de Exxon Mobil, Michael Dolan.
En aquellos años, Shell, BP y Chevron también invirtieron en la reserva de algas. Las dos primeras compañías abandonaron sus esfuerzos en 2012. La tercera desestimó en 2018 con un comunicado en su sitio web: “La producción de biocombustibles de segunda generación que sean económicos a escala sin subsidios no ha tenido éxito”.
Pero Exxon Mobil siguió adelante. Ese año, inició las pruebas de campo con cepas de algas en el Centro Avanzado del Alga de California, un establecimiento que la empresa retrató a través de una campaña de redes sociales.
La empresa estiró la financiación hasta 2023, cuando interrumpió su relación comercial con Viridos Inc, otro socio dedicado al campo de la biología sintética, y cerró su Centro Avanzado del Alga de California.
La decisión coincidió con la publicación en la revista Science de investigadores de la Universidad de Harvard sobre la precisión de los modelos internos de Exxon Mobile respecto al impacto de los combustibles fósiles en el calentamiento global, una relación que públicamente la empresa siempre relativizó.
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