El Nuevo Plan Verde que propone el economista estadounidense Robert Pollin (70 años) no solo aborda cómo podemos abandonar los combustibles fósiles, sino que ofrece respuestas a los retos y oportunidades que dicha transición provocará. Este profesor de la Universidad Massachusetts-Amherst y fundador del Instituto de Investigación de Economía Política, tiene claro que una forma de salir la crisis generada por la pandemia es invertir en una economía verde creando comunidades más justas.
¿Qué es el Nuevo Pacto Verde que usted defiende con Chomsky en su libro?
El Nuevo Pacto Verde que propongo es un proyecto para eliminar los combustibles fósiles a través de una transición hacia las energías verdes y una mayor eficiencia energética buscando soluciones a las desigualdades económicas y las crisis sociales. No hay por qué llamarlo así, pero a mí me gusta porque evoca la idea de un proyecto para avanzar en la estabilización climática creando nuevas oportunidades y reduciendo la pobreza. En ese sentido se trata de una verdadera alternativa al neoliberalismo, que al final es solo una versión del capitalismo, pero no la única.
¿Se acerca el programa de Biden a lo que usted propone?
Lo he leído muchas veces y el programa tiene algunos puntos buenos. Uno de ellos es la cantidad de dinero que considera que es necesario invertir para realizar la transición hacia los objetivos que marca el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC). Habla de unos 500.000 millones de dólares al año, lo cual está en la línea de mis estimaciones. Quizá yo me inclino más hacia 600.000 millones, pero está cercano. Además, enfatiza la necesidad de crear trabajos y de incluir a los sindicatos como parte del proyecto. Esto son aspectos buenos.
¿Cuáles son sus aspectos menos positivos?
Uno de los problemas que veo es que pone demasiado énfasis en la captura de carbono y la energía nuclear. Entiendo por qué está ahí, es un gesto hacia las empresas de combustibles fósiles, pero deberíamos centrarnos en las soluciones que sabemos que funcionan: las energías renovables y la eficiencia energética.
Hay otra cuestión con la que no está convencido, ¿cuál es?
Lo que no me parece tan positivo es que, durante la campaña, quedó claro que Biden y su candidata a la vicepresidencia, Kamala Harris, apoyarán los proyectos de fracking y, por lo tanto, el desarrollo del gas natural y los combustibles fósiles. Lo curioso es que hubo un momento en su campaña en que Biden habló de que había que confrontar estos combustibles, pero luego a los demócratas les entró pánico y rectificó. Pero lo que había dicho era cierto: tendremos que acabar con los combustibles fósiles para salvar a la humanidad.
Ese es uno de los puntos más conflictivos en todos los programas. ¿Cómo se puede convencer de cerrar industrias a los propios afectados?
He dado muchas conferencias a trabajadores y representantes de sindicatos para presentarles las ideas del Nuevo Pacto Verde que propongo y me han dicho: “Sí, profesor, eso está muy bien, pero a pesar del plan tan interesante que nos enseña, nuestros trabajos están en juego y nadie nos garantiza que el programa se vaya a cumplir”. Y tienen razón. No puedo decirles que no es cierto. Por eso gran parte de mi trabajo es intentar conectar a quienes luchan por el medio ambiente con los grupos de trabajadores, para que les puedan mostrar su compromiso con políticas de transición justas. A veces esto tiene éxito, y los sindicatos y los trabajadores empiezan a apoyar la transición porque ven que sus problemas están en el centro.
Pero aún así, ¿no es difícil aceptar que tendremos que cambiar nuestro exceso de consumo?
Yo no estoy de acuerdo con el concepto de decrecimiento. Sin duda comparto el mismo objetivo que este movimiento, pero creo que es un concepto demasiado vago que no resulta útil. Yo quiero que decrezca hasta cero la industria de combustibles fósiles, pero que crezca la economía verde. Además, la idea de que la especie humana consume demasiado es una falacia. La mayoría de las personas consume demasiado poco —1.000 millones y medio están en la pobreza extrema— y debería mejorar su estándar de vida. Incluso no podemos pedir a la clase trabajadora de Estados Unidos o de Europa que reduzca su consumo. Sí, habría que conseguir una distribución más igualitaria de la riqueza, pero no creo que el decrecimiento sea el modo de llegar a esto.
¿Cómo le parece entonces que debemos combatir la crisis climática?
Desde mi punto de vista hay que centrarse en cambiar el sistema energético y el sistema agrícola. Las mayores causas de desestabilización del clima son la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la agricultura industrial que depende de los fertilizantes nitrogenados que emiten gases de efecto invernadero y destruyen el suelo. Ahí es donde nos debemos concentrar y creo que puede hacerse mejorando los niveles de vida.
¿Quizá con la vuelta que Biden ha prometido de Estados Unidos al Acuerdo de París tenemos más oportunidades de acercarnos a los objetivos climáticos?
Que Biden quiera regresar inmediatamente al Acuerdo de París es un muy buen gesto simbólico. Pero tenemos que recordar que se trata de un acuerdo muy insuficiente. Según las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía, incluso si todos los países cumplieran sus promesas, que no está siendo el caso, en el año 2040 habremos aumentado nuestras emisiones. A menor ritmo, pero las emisiones globales en 2040 serán mayores que ahora. Por eso hay que reforzar este acuerdo. Deberíamos crear ciertos límites de emisiones que todos deberíamos cumplir y tomárnoslo en serio. Y para ellos debe haber algún compromiso legal, de modo que haya algún tipo de penalización a quienes no cumplan su compromiso.
Usted asegura que también los directivos de las empresas que no reduzcan sus emisiones deberían tener algún perjuicio. ¿Cómo funcionaría?
Se podrían establecer pequeños objetivos, como reducir las emisiones por ejemplo un 4%, y de ahí sumar un porcentaje todos los años de modo que puedan ir adaptando su gasto en renovables y aumentar su eficiencia energética. Pero si los directivos de las compañías no cumplen los objetivos climáticos habría que meterlos en la cárcel o ponerles 100 millones de multa. Algo muy impactante que realmente llame su atención.
¿Qué opina del Nuevo Plan Verde de la Unión Europea?
El plan europeo es mucho mejor en su análisis y en su retórica que el de Biden. Esa idea de que será la ‘llegada a la luna’ europea y el compromiso de llegar a emisiones cero para 2050 resulta mucho más ambicioso. Pero hay un gran problema. La cantidad de dinero que propone invertir es totalmente inadecuada. Estima que necesitará un 0,7% del PIB, cuando sería necesario más bien entre un 2% y 2,5%. Con ese dinero, que además incluye tanto las inversiones de la Unión Europea como la de los gobiernos individuales y las empresas privadas, no se soluciona el problema.
¿Hacia dónde debería dirigirse entonces?
Parece que hay una voluntad por parte de Europa y del Banco Central europeo, que empezará a incorporar los riesgos climáticos y evaluará las actividades de préstamo. Pero, en mi opinión, deberían también incluir la compra de bonos verdes que permita transferir dinero a los ámbitos locales y al sector privado. De momento no hay nada de esto. Es verdad que Cristina Lagarde ha tenido gestos positivos, y también que ha llegado justo en un año que está siendo especialmente duro para todos, pero de momento hay muchas palabras y poca acción.
¿Qué papel deben tener los gobiernos en esta transición verde?
Hay un lugar muy importante para los inversores privados –yo mismo tengo una pequeña empresa con fines verdes así que estoy en el mundo y no me opongo–. Pero el motor tiene que venir de las políticas públicas; de la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central europeo.
La situación del Covid-19 ha complicado todo. ¿Cree de verdad que aún en las nuevas circunstancias todo esto es posible?
Tanto Estados Unidos como Europa están de nuevo en una recesión por el impacto del Covid. Pero una forma de salir de esto es invertir en economía verde. No es la solución completa, pero puede ser una parte importante de la recuperación. Por supuesto, uno de los temas es: ¿Y de dónde sacamos el dinero? En mi opinión, de los programas de estímulos que pueden venir del gasto doméstico o de los bancos centrales, o mejor aún de una combinación. Acabamos de ver cómo el pasado marzo Estados Unidos ha conseguido sacar el mayor programa de estímulo en la Historia dedicando hasta un 10% del PIB. De lo que hablamos aquí es una menudencia en comparación. En mi opinión, con bonos verdes se podría inyectar dinero para construir una economía verde y ofrecer un estímulo.