Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.
La sororidad como arma de doble filo
Desde que el feminismo pusiera en agenda conceptos como “cuidados” o “sororidad”, con mucho esfuerzo, por cierto, estas dos palabras han venido usándose primero como mofa hacia las feministas y ahora como armas contra ellas.
Las activistas, especialmente si son feministas o antiespecistas, han de ser una especie de budas pedagógicas las 24 horas que dura su día. El “hay que decir las cosas de otra forma” es una frase que llevo escuchando muchos años. Empecé a oírlo por parte del machirulado cuando comencé a escribir sobre feminismo en este periódico y, ahora, que he empezado a abrir los ojos en cuanto al antiespecismo, se suman a ese paternalismo pasivo-agresivo los especistas.
Antes se limitaban a explicarme que mi actitud o mis textos eran un “flaco favor” para la lucha feminista, porque así “no vas a conseguir nada”, porque así “la gente se enfada y no escucha”.
Muchas, muchísimas personas me han explicado en estos años cómo debo ser una buena activista feminista mientras ellos no movían un dedo. Ahora, gracias precisamente a las activistas feministas y a conceptos afianzados como “sororidad”, los especistas usan esas palabras en contra de cualquier mujer que denuncie o critique el maltrato, abuso o asesinato de animales si quien lo hace es una mujer. También he visto cómo lo usaban contra compañeras no blancas cuando se enfrentaban a feministas blancas y le reprochaban actitudes racistas.
Decirle desde tu blanquitud a una feminista negra “No estás siendo sorora” porque su tono no es el que te gusta, no sólo es paternalista, también es racista, y siempre viene por parte de gente que precisamente no hace absolutamente nada por la lucha antirracista.
Ahora, desde que empecé a introducir el antiespecismo como lucha propia, me estoy encontrando con exactamente lo mismo que hace años: cualquier persona se cree con el derecho a decirte de nuevo aquello de: “Así no”, “Dilo de otra forma”, “Tienes que ser pedagógica para que la gente entienda”, y si la crítica va contra una mujer especista: “Tienes que ser sorora”. No hace falta que diga que todo esto viene de personas que no tienen el más mínimo interés en criticar el especismo, ni de pararse a pensar por qué está mal, y qué opciones medioambientales, económicas y éticas existen para acabar con el sufrimiento animal.
La sororidad como excusa para desarticular la lucha de las propias mujeres que se enfrentan a las opresiones que ejercen otras mujeres es algo que no tenemos que dejar que ocurra. La sororidad es la unión de mujeres, es una red que se teje desde el feminismo, y que aboga por la liberación de las mujeres. Pero nadie tiene derecho a pedirme a mí que sea sorora con quien usa sus altavoces para romantizar el asesinato de animales, o pedirme sororidad con las Anas Botines que explotan a otros. De la misma forma, no le puedes pedir sororidad a una mujer negra que te reprocha a ti, mujer, que estás siendo racista.
Cuando el concepto de activismo y lucha para la liberación de opresiones queda desarticulado por la palabra “sororidad”, tenemos que tener en cuenta que sólo las mujeres estamos siendo desarticuladas. Porque la palabra sororidad no se usa para ellos, sólo para nosotras. Es exigirnos que callemos nosotras ante las injusticias y opresiones que esté ejecutando otra mujer, simplemente por el hecho de que tiene vagina.
Parece que esto del doble filo de la sororidad quedó claro con las ricas: el feminismo es anticlasista y antes que con las ricas nos posicionamos con las pobres, porque sufren la opresión de las ricas. Quizás haya calado con este sector porque la mayoría no somos ricas. Pero ¿qué ocurre cuando la mayoría somos blancas y especistas? Que ya cuesta más entender el activismo que no te atañe, y tu enfado feminista es legítimo, pero el cabreo antirracista y antiespecista se convierte a tus ojos es una exageración, en un “pasarse de la raya”, “así no se consigue nada”, “así lo que consigues es que la gente se ponga en tu contra”.
Y volvemos a la casilla de inicio, aquella de hace años, de linchamientos en redes, de riñas paternalistas, de mirarte como si contigo fuera imposible hablar, o entenderse, simplemente porque te mantenías firme y no aceptabas discursos machistas. Y te dejaban por loca, por imposible. Pensé que eso se había acabado, y que ya sólo los trols de tuiter manejaban estos dardos. Pero, ahhhmigo, nunca digas nunca. Que siempre puedes hacerte activista antiespecista y empezar a ver que la historia se repite exactamente de la misma manera con personas de tu cuerda, como antes te pasaba con rojos muy rojos, amigotes del alma, que empezaron a mirarte raro porque eras feminista. Exactamente igual. Mismas frases, ahora aderezadas con las palabras “sororidad” y “cuidados” cuando caben.
Es curioso que las feministas que no iban a conseguir nada enfadándose, hayan logrado meter en el imaginario conceptos como “cuidados” y “sororidad”. Un arma que muchos afilan por el otro lado para hacer callar y explicar a las mujeres cómo tienen que llevar su activismo y con qué tono hacer sus críticas a otras mujeres opresoras. Por supuesto, sólo usan este arma de doble filo cuando el activismo en cuestión les viene fatal personalmente, porque un plato de cordero es lo más rico que hay. ¡Y una costumbre! Y hay gente que vive de ello, ¡urbanita!
Como si el antiespecismo no hubiera estudiado y explicado mil veces que hay alternativas, como si esta gente se hubiera leído de repente todos los libros del tema y sus excusas fueran legítimas, y no cantinelas oídas y repetidas sin reflexión ni estudio.
Si de verdad se quiere rebatir una lucha, primero hay que informarse, leer sobre ella y preguntar a quienes más saben. Si algo me enseñó el feminismo es que todo lo que sabía y había aprendido no tenía por qué ser correcto o ético. Que no por haber hecho ciertas cosas toda la vida estaban bien hechas. Del feminismo no sólo aprendes a abrir los ojos ante tu opresión, también sirve para mantener la boca cerrada cuando ves a activistas pelear por otras luchas, aunque no las entiendas todavía. Pero parece que no siempre es así, y que vamos a tropezar con las mismas piedras una y otra vez, y vamos a seguir siendo obstáculos de gente que pelea siempre que nos sea posible.
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Desde que el feminismo pusiera en agenda conceptos como “cuidados” o “sororidad”, con mucho esfuerzo, por cierto, estas dos palabras han venido usándose primero como mofa hacia las feministas y ahora como armas contra ellas.
Las activistas, especialmente si son feministas o antiespecistas, han de ser una especie de budas pedagógicas las 24 horas que dura su día. El “hay que decir las cosas de otra forma” es una frase que llevo escuchando muchos años. Empecé a oírlo por parte del machirulado cuando comencé a escribir sobre feminismo en este periódico y, ahora, que he empezado a abrir los ojos en cuanto al antiespecismo, se suman a ese paternalismo pasivo-agresivo los especistas.