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“Esto es para ti”

“Esto no es para que lo saques en el programa, es para ti”. Así empiezan muchos de los audios que recibo en el Whatsapp de Radiojaputa. 

Las voces son de mujeres, claro. No quieren que nadie las oiga contar lo que tienen que decir. Tampoco quieren escucharse a sí mismas en público. No les suele gustar su voz. No sienten, muchas veces, que lo que me cuentan sea siquiera importante. Piden perdón varias veces, si no es al principio, es al final. “Perdona que te cuente esto, sé que hay mujeres que lo están pasando peor que yo”. 

Todas tienen en cuenta a las otras antes que a ellas mismas. Cada una tiene una historia única, dolorosa, presente o pasada, que las anclan en un estado de desesperación, o de resignación, o de... tantas posibilidades como mujeres.

Unas se dieron cuenta de que sus parejas las violaban porque fueron a una especialista del suelo pélvico o a una sexóloga. Fueron allí o bien por dolor en la vagina o por falta de lubricación, que no las dejaba mantener relaciones. En concreto las dueñas de estas historias tuvieron más suerte que la mayoría: dieron con profesionales que supieron identificar lo que les estaba pasando.

Machacadas por sus parejas, pensaban que eran frígidas, que algo les pasaba a ellas, que quizás eran asexuales. Todo un abanico de posibilidades se abría ante ellas, excepto la de que los hombres que debían quererlas las habían violado sistemáticamente. Que las relaciones sexuales que mantenían no eran tales, sino que se acostaban con ellos presionadas por el calendario, por los días que hacía que no les “daban” lo que ellos demandaban, por el miedo a discutir de nuevo, al chantaje psicológico.

Algunas cuentan su historia desde otro lugar, a salvo ya de su violador. Pero muchas no, muchas me hablan desde el absoluto pánico a lo que están haciendo: contarme algo que no terminan de creer, sintiendo que incluso están siendo desleales a su pareja, a ese hombre que les ha creado problemas físicos y psíquicos.

Otras chicas, otras mujeres, cuentan que ya hace 4, 6 o 10 años de “aquello”. Pero la voz se les rompe. Y piden perdón también porque no lo están contando tan fluido como deberían. Porque toman aire, tartamudean a veces, lloran. Otras lloran y quieren ser escuchadas. Y lo son. Pero son las menos. Imagino que las mujeres que contactan conmigo, a su vez, serán las menos también. Que el grueso, como siempre, es todo el iceberg que no se ve.

“A ver si con esto pudieras ayudar a otras”, me dicen. Usan sus historias como buenamente pueden y saben para proteger a otras, o para sacarlas de donde están. “Pero no me saques, si quieres te lo mando en texto, y tú lo lees en el programa”. Algunas directamente me escriben el texto y no llego a oírlas nunca. 

Suelen ser mujeres y chicas que van a terapia desde hace años. O que buscan terapeuta feminista, que las valore con perspectiva de género, y no saben cómo buscar algo así, porque la realidad es que es imposible encontrarlas de esta forma en ningún listín, en ningún colegio de psicólogos, en ningún sitio oficial.

Una compañera me contaba que había estado años en terapia porque creía tener un “problema con el sexo” (¿cuántas veces he escuchado esto en el año que llevo haciendo este podcast?). La realidad es que su ex pareja la violaba (de nuevo, ¿cuántas veces?). La presionaba hasta hacerla llorar y la violaba. Como no usaba la fuerza física, ella nunca lo identificó como violación. Su terapeuta hombre tampoco. ¿Cómo iba a ser violación si era su novio y no la ataba a la cama? La culpa era de ella. Los problemas derivados de aquella relación eran su responsabilidad. Cuando me mandó su audio aún seguía yendo a ese terapeuta. Y así es como un “profesional” puede terminar de rematar lo que otro hombre empezó.

La violencia sexual que en este mismo instante están recibiendo innumerables adolescentes, jóvenes y mujeres de todas las edades es imposible de calcular. Y sin embargo, en un teléfono de un podcast en internet se acumulan cientos de historias en tan sólo un año. Hagan ustedes cuentas. Luego estas mujeres, si salen de donde están, se toparán con muchas posibilidades con ginecólogos, sexólogos y psicólogos que no identificarán el foco del problema. Profesionales sin perspectiva de género que se abstraen del contexto social, del machismo que destroza a las mujeres dentro de sus propias camas y casas. 

Muchas otras han despertado, gracias al feminismo, y se preguntan siempre lo mismo: “¿Dónde encuentro una psicóloga, ginecóloga, psiquiatra feminista?”. Y con esto quieren decir: ¿Dónde encuentro -en este mundo lleno de gente que no dudará en culparme a mí- a una persona que me ayude de verdad? ¿Que entienda que lo mío no es una historia especial, sino que forma parte de una lacra que traspasa fronteras? ¿Dónde acudo si quiero tratarme un vaginismo provocado por mi pareja, y quiero que no me hagan daño al examinarme? ¿Dónde voy?

Esto que tantas mujeres deberían encontrarlo en la Seguridad Social, en su ambulatorio más cercano, en el hospital de su ciudad. Pero no es así. La detección de violencia machista (y hoy hablamos sólo de la sexual) sigue siendo la eterna asignatura pendiente por el mismo motivo de siempre: sus víctimas son mujeres y, el problema, algo que incluso partidos políticos se atreven a negar, sin que pase absolutamente nada.

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“Esto no es para que lo saques en el programa, es para ti”. Así empiezan muchos de los audios que recibo en el Whatsapp de Radiojaputa. 

Las voces son de mujeres, claro. No quieren que nadie las oiga contar lo que tienen que decir. Tampoco quieren escucharse a sí mismas en público. No les suele gustar su voz. No sienten, muchas veces, que lo que me cuentan sea siquiera importante. Piden perdón varias veces, si no es al principio, es al final. “Perdona que te cuente esto, sé que hay mujeres que lo están pasando peor que yo”.