Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.
Pataleen mientras puedan
La declaración contra la homofobia en el deporte que iba a firmarse en el Senado era sólo una figura parlamentaria simbólica, como explica aquí Irene Castro.
Sin embargo, precisamente por eso, necesitaba de unanimidad en los votos. El único senador que Vox tiene en el Senado (gracias al resultado de las elecciones andaluzas) ha tumbado la aprobación de la declaración, calificándola de “panfleto ideológico con el que el PSOE y los grupos que lo han suscrito intentan colar la ideología de género por la puerta de atrás”.
Me resulta todavía abrumador que personas tan ignorantes en estas materias (y no es que estemos acostumbradas precisamente a eruditos) se hayan colado en instituciones públicas. No sólo desconocen de qué están hablando, sino que alzan la voz fuerte y alto no sea que pase desapercibida su ignorancia.
Obviamente lo hacen porque saben que hay un electorado aplaudiendo hasta las incongruencias más alarmantes si llevan impresa la bandera de España.
Lo que estamos viviendo con Vox es una reacción misógina, racista y homófoba al auge de la lucha por la igualdad, como ha pasado incontables veces en la historia.
En cada una de las olas feministas se ha vivido una reacción así. Hombres, en su mayoría, por supuesto. En este caso y, tal como muestra el CIS, se trata de hombres, casados, católicos y con rentas altas.
Los conservadores se han caracterizado siempre por poner palos a las ruedas del progreso, si por ellos hubiera sido, las mujeres no tendríamos aún derecho al voto. Fueron precisamente hombres y conservadores los que se oponían mayoritariamente a las sufragistas, por ejemplo. Ahora cualquier votante de Vox ve con buenos ojos que las mujeres votemos (al menos de boca para fuera), pero si esto es así es porque las mujeres hemos conseguido que sea socialmente inaceptable expresar siquiera lo contrario.
Los que dicen que “las feministas de antes” sí que luchaban por cosas importantes son herederos ideológicos de aquellos que encarcelaban y torturaban a sufragistas. Los que hoy votan a Vox con furor basados únicamente en que se abola la Ley Integral de Violencia de Género (LIVG) de 2004, son aquellos que no movieron un dedo cuando dicha ley se aprobó: hace 15 años estaba mucho más normalizada la violencia machista, muchísimo más, y las mujeres víctimas denunciaban menos.
Ahora estos se encuentran con que, vaya, las mujeres están alzando la voz, están denunciando la violencia que reciben. Hay que ponerse alerta, porque parece que un simple empujón, que antes era impensable que te llevara ante la justicia, ahora es probable. Parece que ni tocando a una mujer, simplemente maltratándola psicológicamente, puedes acabar en prisión. Asustados (que ellos expliquen como puedan el porqué de este miedo) buscan culpables de este cambio.
El feminismo como enemigo de lo establecido, de la opresión silenciosa del hombre sobre la mujer, es el primer culpable del tambaleo de su statu quo de hombre que puede hacer y deshacer lo que quieran en las vidas de sus mujeres. Y la LIVG es la materialización de ese feminismo que hasta hace poco desconocían.
Antes les daba igual que esta ley saliera adelante, ¿por qué iba a importarles si las mujeres no iban a darle uso en su mayoría? Pero ahora es diferente. Ahora las denuncias se han disparado gracias a que las víctimas se sienten apoyadas y creídas por una sociedad con cada vez más conciencia feminista. Este progreso vuelve a darles miedo a quienes más tienen que temer, obviamente.
Y como con el feminismo pasa con la homofobia y la xenofobia. Que cada vez se visibilice más la otredad, más invisibilizados y amenazados se sienten los que han estado disfrutando de los privilegios que esa opresión al otro les otorgaba.
La mala noticia para los asustados, y esto en realidad creo que no lo dudan ni ellos, es que el feminismo ha marcado un antes y un después en la sociedad y también en sus vidas. Da igual cuántos escaños saque Vox, da igual cómo quieran retorcer las leyes si tocan poder, porque este movimiento es mucho más grande que cuatro años de una legislatura fascista.
Las feministas crecemos por minuto y la perspectiva de género se contagia ya en el aire. La lucha por nuestra liberación podrá tener obstáculos, pero no hay presa lo suficientemente potente ya que nos contenga. Somos el presente y también el futuro. Pataleen mientras puedan porque ya no hay marcha atrás: el miedo no va a volver a instalarse ya en nuestro bando.
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La declaración contra la homofobia en el deporte que iba a firmarse en el Senado era sólo una figura parlamentaria simbólica, como explica aquí Irene Castro.
Sin embargo, precisamente por eso, necesitaba de unanimidad en los votos. El único senador que Vox tiene en el Senado (gracias al resultado de las elecciones andaluzas) ha tumbado la aprobación de la declaración, calificándola de “panfleto ideológico con el que el PSOE y los grupos que lo han suscrito intentan colar la ideología de género por la puerta de atrás”.