Hasta ahora, parecía haber una cierta unanimidad: salvo alergias o fobias particulares, tener un gato en casa es positivo para el bienestar de sus propietarios.
Hasta ahora.
Son muchos los estudios que hablan de los efectos positivos de los felinos en las personas. El Instituto Stroke de la Universidad de Minnesota, por ejemplo, afirma que quienes tienen este tipo de mascotas corren menos riesgo de experimentar un ataque al corazón. Llegaron a esta conclusión después de diez años de investigación en los que mantuvieron monitorizadas a 4.500 personas, de las que el 60% convivía con estos felinos. Y vieron que las probabilidades de sufrir una crisis cardiaca en ese grupo se reducía un 30% respecto al resto.
Otro artículo, publicado en la revista Scientific American, indica que los ronroneos del animal producen una vibración que puede resultar beneficiosa a la hora de enfrentar dolencias musculares y óseas como, por ejemplo, la atrofia muscular.
Pero acabamos de descubrir que, probablemente, no todo son ventajas.
Un trabajo recientemente hecho público por la Universidad de Edimburgo en colaboración con el Zoo del Bronx de Nueva York arroja una sombra de duda sobre las auténticas intenciones de los gatos domésticos. La idea era comprobar hasta qué punto estos animales tienen conciencia de sí mismos, por lo que se centraron en estudiar cómo se estructura su personalidad.
¿Conclusión? Los gatos mantienen trazas similares a los leones africanos en cuanto a su carácter, lo que se concreta en tres rasgos: tienen tendencia a la dominación, son impulsivos y algo neuróticos.
Según Max Watchel, uno de los autores del estudio, “si alguna vez le ha parecido que su gato se muestra ansioso, inseguro, tenso o agresivo hacia usted, no está soñando. Si fuera más grande pensaría seguramente en matarle”.
Marieke Gartner, que también ha participado en la investigación, matiza las conclusiones de su colega. “Los gatos tienen distintas personalidades. Viven con nosotros porque existe un beneficio mutuo. Algunos son más independientes y otros más cariñosos”, afirma Gartner. “No quieren eliminarnos, pero la gente no sabe muchas veces cómo tratarlos y se sorprenden por su comportamiento”.