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23 de marzo de 2024 09:30 h

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Llevo varios días durmiendo poco, trabajando mucho, y en permanente tensión. Con la adrenalina disparada, como si estuviera todo el tiempo cerca de un depredador. Este oficio no suele ser fácil, ni poco estresante. Pero hay semanas que parecen años de lo intensas que son. 

Por un momento, estos días, ese enorme vértigo se disparó.

Fue el martes, sobre las diez de la noche. Estaba en una cena de trabajo cuando varios mensajes me alertaron de las primeras noticias: dos periodistas de elDiario.es encapuchados habían intentado entrar por la fuerza en la casa de la presidenta de Madrid. 

Ahora sé que es una enorme mentira. Lo expliqué ya en detalle. Lo sabes tú también. Desde el principio sonaba como lo que era: un bulo contra nosotros. Pero ponte por un segundo en mi lugar, en ese momento, en esa misma situación. 

Por un instante, me puse en lo peor. ¿Un periodista de elDiario.es encapuchado y violento? Imposible. Pero ¿y si alguien, usando el nombre de elDiario.es, hubiera intentado esa barbaridad: asaltar por la fuerza la casa de Isabel Díaz Ayuso? 

Aunque no supiéramos nada de esta horrible acusación. Aunque elDiario.es no hubiera tenido nada que ver. En ese momento, con el pulso acelerado, me puse a analizar qué pasaría si hubiera ocurrido algo así: que dos personas haciéndose pasar por periodistas de elDiario.es hubieran intentado entrar por la fuerza en la casa de la presidenta de Madrid. 

Tuve claro desde el primer momento que los periodistas de elDiario.es nunca actuamos así. Ni vamos encapuchados ni somos violentos ni asaltamos casas ni acosamos a menores ni nada lejanamente similar. Tampoco tenemos un equipo de operaciones especiales, como alguien en redes sociales bromeó. Menos aún somos una banda terrorista, esa imagen “encapuchada” que con este bulo quisieron evocar. 

Todo el equipo de dirección de elDiario.es se movilizó. Primero intentamos hablar con las personas de comunicación del gobierno autonómico y del PP de Madrid, para ver qué había ocurrido. Silencio total. Nadie siquiera nos contestó. Más tarde nos comunicamos con la Policía Nacional, con el Ministerio del Interior, para ver si había alguna denuncia o algún detenido por asaltar la casa de Ayuso. No había constancia de nada parecido, ni un solo dato que diera credibilidad a su acusación.

A los pocos minutos, después de confirmar que no había ninguna denuncia ni nadie detenido ni siquiera nadie mínimamente encapuchado –como para ponerse un pasamontañas con este calor–, tuvimos claro que absolutamente todo era falso, que se trataba de una gran mentira. Por un momento te aseguro que fue un alivio. Después, cuando lo racionalizamos un poco, llegó la indignación.

No sé si me escuchaste esa noche en el programa de Xabier Fortes, en el Canal 24 horas. Entré en directo por teléfono a desmentir la noticia. No he estado tan nervioso y cabreado en toda mi carrera profesional. Creo que se me nota bastante en la voz. 

Miguel Ángel Rodríguez, MAR, había empezado a cumplir con esto que él llamó “anuncio” y a todas luces son amenazas: su intención declarada de “triturar” a los periodistas de elDiario.es y obligarnos a cerrar. 

El jefe de gabinete de la Presidenta de Madrid está dispuesto a todo. Como también demostró ese mismo día, con acusaciones falsas e igualmente graves contra compañeros de El País a los que quiero mandar también todo mi apoyo y solidaridad. 

Hay quien cree que lo de Miguel Ángel Rodríguez es pura imprudencia. Hay quien lo explica desde una superlativa sensación de impunidad. Pero, a su manera, lo que hace también sirve para alcanzar tres objetivos calculados: desacreditarnos, desestabilizarnos y desviar la atención.

Desacreditarnos, porque estoy seguro de que tú confías en elDiario.es, pero hay muchas personas que ya se han quedado con esa primera acusación que Miguel Ángel Rodríguez aún hoy mantiene y que es a todas luces falsa. 

La prueba más evidente de que la Comunidad de Madrid miente es que ni siquiera han presentado una denuncia. De ser cierto lo que contó MAR  –que varios medios publicaron de forma negligente y sin la más mínima comprobación– hoy no estaría escribiendo este boletín. Esos periodistas encapuchados de elDiario.es estarían detenidos y en prisión preventiva. Y es posible que yo también. 

Desestabilizarnos, porque sin duda esa noche lo logró. Pocas veces he estado tan nervioso como lo estuve durante unos minutos ese martes y no me avergüenza confesarlo. Sería un inconsciente de no estarlo. Y claro que estas cosas pueden hacer mella en la redacción. No soy tampoco el único en elDiario.es que, estas últimas dos semanas, entre bulos y amenazas, duerme peor. 

Pero el principal objetivo de Miguel Ángel Rodríguez es otro: desviar la atención. Convertir el debate público en un lodazal al más puro estilo de Donald Trump. Ya sabes: encapuchados o libertad. Y que hablemos de él, y no de su jefa. Como si Ayuso no fuera la principal responsable de esta indecente situación. También de lo que está haciendo MAR.

Porque estos ataques a la prensa ya no son solo de Miguel Ángel Rodríguez. Ya no son solo suyas las amenazas, los bulos o los insultos. Porque desde el momento en que Isabel Díaz Ayuso conoce estos hechos y lo mantiene como alto cargo, es ella quien tiene toda la responsabilidad. 

Es también la presidenta de Madrid quien aún tiene muchas cosas que explicar. No de los delitos fiscales de su pareja –algo por lo que Alberto González Amador tendrá que responder ante la Justicia–. Sino de ella, solo de ella: de la casa en la que vive y de cómo se pagó. Y de las gravísimas acusaciones que ha lanzado contra los inspectores de Hacienda, contra la Fiscalía y contra la prensa, que se han demostrado completamente falsas. 

Por mucho que nos amenacen, que lancen bulos contra nosotros, el tiempo ha confirmado todas y cada una de las noticias que ha publicado en exclusiva elDiario.es. 

No hubo una “inspección salvaje”, como decía Ayuso. Ocurrió lo inevitable cuando una empresa factura 3,7 millones sin empleados, con solo una impresora, un ordenador y un Porsche Panamera. Con estos datos en la mesa, ¿a alguien le sorprende que Hacienda abriera una inspección? Salvo por el tipo de vehículo y la millonaria facturación, la ‘empresa’ parecía más la de un rider que la de un verdadero emprendedor. 

La casa en la que vive la presidenta de Madrid se pagó con el dinero de una comisión millonaria por la compraventa de mascarillas y tras un fraude fiscal tan evidente y flagrante que ya lo ha confesado, ante la Fiscalía, el propio defraudador. Unas comisiones que son el origen de esta fortuna: sus empresas, antes de la pandemia, no daban ni para coches de lujo ni para casas así.

No es solo un cochazo: son dos. Primero el Porsche y después el Maserati.

Tampoco es solo un piso: son dos. Hablamos de una vivienda que tiene en total más de 370 metros cuadrados en una de las mejores zonas de Madrid. 

El piso de abajo está a nombre de Alberto González Amador, el defraudador confeso. El de arriba, a nombre de una empresa cuyo administrador es el abogado de González Amador. 

No se sabe si los dos pisos están conectados. Sí sabemos que la pareja usa los dos. También que se pidió una licencia de obras, que fue denegada. Y que el concejal y la funcionaria del Ayuntamiento de Madrid que rechazaron esa licencia fueron poco después relegados.

También tenemos muchos otros hilos de los que tirar. Que seguimos investigando, a pesar de estas presiones intolerables. Vamos a continuar hasta el final.

Antes de despedirme por hoy, quiero dar las gracias. A los más de 3.000 socios y socias nuevos que habéis llegado para apoyarnos en estos últimos días –ya somos casi 82.000 en total–. A todas las asociaciones de periodistas, de editores y compañeros de distintos medios que nos han respaldado ante las amenazas y los bulos. Y a los organismos internacionales que también han salido en nuestro apoyo, en defensa de la libertad de prensa y del derecho a la información. 

En la redacción estamos abrumados por todos estos mensajes de apoyo –lamento no poder contestar personalmente a todos–. No te haces una idea de hasta qué punto es importante para nosotros saber que personas como tú estáis ahí. 

Un abrazo. Y mil gracias por tu apoyo a ti también.

Ignacio Escolar

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Llevo varios días durmiendo poco, trabajando mucho, y en permanente tensión. Con la adrenalina disparada, como si estuviera todo el tiempo cerca de un depredador. Este oficio no suele ser fácil, ni poco estresante. Pero hay semanas que parecen años de lo intensas que son. 

Por un momento, estos días, ese enorme vértigo se disparó.