El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.
Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.
Sigamos, sigamos, que aunque somos ricos queda mucho por hacer
Vuelta a la realidad. Cierto que puede no haber Presupuestos, pero abandonen los mariachis de la derecha toda esperanza, que Pedro Sánchez y su Gobierno seguirán el camino a pelo, cuentas aprobadas o sin aprobar
El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.
Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.
Una bonita foto. La de los presidentes autonómicos con el Rey, digo, en la reunión de Santander. El Estado, con todo su poder. Allí posaron juntos, muchos de ellos sonrientes. Estaban todos los dirigentes elegidos por la ciudadanía para regir sus destinos públicos. Menos el más alto, claro, que lucía por allí por derecho propio, porque él lo vale, que para eso nació de quien nació, en donde nació y con el apellido que nació. Una filfa, cierto, pero ahí estaba, en primera fila. La verdad es que daba gusto verlos, que así, a golpe del primer vistazo, parecían unas personas serias, responsables en el cumplimiento de sus obligaciones. ¿No es un sueño pensar que podían trabajar juntos, que los ciudadanos estamos a sus pies, allá abajo, esperando de su bonhomía que gobiernen de consuno, la vista al frente fijada en el bienestar de quienes honestamente les han votado, tanto da si derecha como izquierda? No parece mucho pedir, el esfuerzo debería ir en su sueldo, que no es millonario, cierto, pero seguro que les llega para un buen vivir.
Pues olvídense, que en cuanto empezaron a hablar el hechizo se rompió y las ranas siguieron siendo ranas, croa que te croa. Llegaron los presidentes del PP dispuestos a demostrar que la ciudadanía es algo que no les compete, que ellos han venido a este mundo sólo para demostrar que los socialistas son una panda de desharrapados, comunistas y corruptos. Haz el pino que yo ni me inmuto. Di acogida de menores inmigrantes y yo digo Begoña, propón financiación autonómica y yo Aldama, que va para largo, por cierto, ofrece Sanidad que yo te contesto fiscal general. El Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, o de Isabel Díaz Ayuso, cualquiera sabe quién manda ahí, es hoy un partido extramuros echado al monte de la antipolítica –¿o de la desvergüenza?– incapaz de llegar a ningún pacto de Estado que favorezca a los españoles, niños, jóvenes, mujeres y ancianos.
Y es grave. Porque el resultado es obvio: el Estado funciona mal, los ciudadanos no estamos bien atendidos. Y es doble lástima porque hay una cosa que se llama macroeconomía, tan importante para la derecha hasta ayer mismo, cuando gobernaban ellos, que nos dice que España corre en primer puesto de la carrera, hecha una campeona. Así lo dice The Economist, esa biblia de la derecha que tanto gusta a los gurús de Génova y la CEOE, tras puntuar cinco indicadores macroeconómicos y financieros: el PIB, el rendimiento del mercado de valores, la inflación, el desempleo y los saldos fiscales de 37 países, la mayoría de ellos ricos. Pues resulta que el mejor de todos, súbanse al podio, suena el himno patrio y se iza la bandera, esta España que compartimos para lo bueno y para lo malo. Así que si las bisagras no estuvieran enmohecidas o directamente manipuladas para que no ejerzan su labor de vasos comunicantes, esas grandes cifras, que si un 3,5% de crecimiento, que si un espectacular descenso del paro, etcétera, etcétera, se trasladarían con facilidad a los bolsillos de su vecina o su compañero de trabajo y ya puestos, a usted mismo e incluso a sus suegros. Algo pasa para que ese Estado que veíamos en Santander no cumpla con su labor como debería. Vivienda, claro que sí, el gran problema que nos ahoga como ejemplo palpable.
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