El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.
Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.
No se entiende que un mundo dizque civilizado soporte impertérrito estas atrocidades. Israel, por un lado, la inmigración por otro, son, ahora mismo dos de las grandes tragedias que asolan este globo terráqueo. La tercera, ya lo han adivinado, es esa desgracia cósmica que nos agrede día a día y que responde al nombre de Donald Trump
El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.
Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.
Por derecho. El retrato de Mahmoud Ajjour, nueve años, mutilado tras un ataque israelí contra la ciudad de Gaza en marzo de 2024, ahora recibiendo atención médica en Doha, Qatar, ha sido la foto ganadora del premio World Press Photo de este año. Su autora, Samar Abu Elouf. Dice el acta del premio que “Ajjour necesita ayuda para comer y vestirse, y está aprendiendo a usar sus pies para escribir, participar en juegos digitales en el teléfono y abrir puertas”. Y como la sesera tiene estas cosas, al Ojo le ha golpeado, de manera automática, aquella otra foto terrible de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años ahogado en la playa de Ali Hoca Burnu, en Turquía el 2 de septiembre de 2015. Casi diez años han transcurrido desde la imagen aterradora que nos heló el corazón. Y aún nos acordamos.
No se entiende que un mundo dizque civilizado soporte impertérrito estas atrocidades. Israel, por un lado, la inmigración por otro, son, ahora mismo dos de las grandes tragedias que asolan este globo terráqueo. La tercera, ya lo han adivinado, es esa desgracia cósmica que nos agrede día a día y que responde al nombre de Donald Trump, el diablo se lo lleve a sus más humeantes calderas. Presumimos los europeos de democracia, de grandes cifras, de portentosos cerebros, de un muy loable respeto a los derechos humanos, ah, nuestro universo gira en torno a la gran divisa de “liberté, égalité, fraternité”, que así, en francés, aún suena más pomposo. ¡Somos grandes y civilizados!, gritan en Berlín, en Madrid o en Bruselas.
¿De verdad? ¿Y qué hacemos entonces, si tanto hemos avanzado desde la edad de piedra, para evitar que unos soldados salvajes, dirigidos por unos políticos salvajes, bombardeen noches y días escuelas, hospitales y cualquier centro que se les ocurra donde malviven seres de una raza -malditos sean esos verdugos- que quieren exterminar? ¿Hacen algo Macron, oh, là, là, Von der Leyen y tutti cuanti para frenar tanta ferocidad inhumana? La gran Unión Europea, ¿se enfrenta con actos enérgicos a los fanáticos dirigentes de Tel Aviv y a sus grandes mentores, allá en Washington, hoy republicanos, pero ayer demócratas e igual de consentidores y proveedores de armas como los dirigentes actuales?
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