Por la calle de Alcalá sonríe descarada la Dama, que luce guapamente su falda almidoná. A su lado va y viene el Vagabundo, parpusa de medio lado, lanzando dentelladas a quien osa acercarse a su dueña y señora, dicen unos, su alumna sumisa, dicen otros, y chillando con voz aguda a éste le meto en la cárcel y a este otro lo trituro. Por encima de ambos, en su nube de moderación, de eso presume, el gran jefe de la manada llegado de Galicia, que con sonrisa beatífica azuza a sus huestes. Dale, dale, no te quedes corto, Miguel Ángel. Desde tu teléfono privado, no faltaría más. En derredor, zascandileando como moscas glotonas, varios consejeros delegados de tóxicos panfletos digitales esperando la lluvia de euros: “Eche, padrone, eche, no se lo gaste en leche”, “eche, padrino, eche, no se lo gaste en vino” corean las criaturas al Vagabundo, que de ese maná depende su futuro. Incluso su presente.
Convendría hacer algunas precisiones en el caso de Isabel Díaz Ayuso. Fue el 13 de marzo cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, en sede oficial y rodeada de banderas patrias -¡cómo les gustan los lábaros y los gallardetes a estos patriotas de hojalata! – salió desaforada la susodicha en defensa de su novio, acusó a funcionarios públicos de acoso salvaje y nos informó a todos los ciudadanos de que no había ningún delito, que no existían tramas ni sociedades pantallas y que era Hacienda quien debía a su pobre Alberto la friolera de 600.000 euros. Entró la presidenta de hoz y coz con mentira sobre mentira, como ya se ha demostrado fehacientemente, porque el delito, como ustedes ya saben, ha sido reconocido por el propio interesado, Alberto González Amador. ¡Qué abogada defensora tan ridícula, lanza en ristre a favor de un señor que ya ha admitido por escrito el fraude! Pero es que, además, hay pruebas bastante consistentes de que él y su pareja, porque ella vive en ese piso, o quizá en esos dos pisos, arriba y abajo, han trampeado con los permisos municipales tras sacudir varias collejas a los funcionarios que se atrevieron a exigir los papeles necesarios, como hacen con usted o conmigo. Ya saben: ustedes no saben con quién están hablando.
Hay más. Cuando su fiel escudero o el manipulador de la marioneta, ustedes elijan, amenaza y difunde bulos groseros y gravísimos, puras invenciones disparatadas contra periodistas, como los asaltos a viviendas particulares, el acoso a menores o las capuchas, bazofia digna de un aplicado alumno de Trump, la susodicha presidenta no dice basta a las bárbaras maniobras de su jefe de gabinete, hasta aquí hemos llegado, sino que aumenta el envite, sube la apuesta y felicita al portavoz grosero por los métodos gansteriles. Por todo esto, por las mentiras y las amenazas, si no ordenadas por ella, de seguro consentidas, como ella misma ha declarado, es por lo que los demócratas exigimos la asunción de responsabilidades. Porque no nos olvidemos de lo mollar en este accidentado camino: hablamos de la presidenta de la Comunidad de Madrid que como tal se plantó frente a los micrófonos. Claro que puede hacer lo que le venga en gana con su señor novio, un particular, pero no nos dejemos engañar: no se ataca a la reina del vermú por “dormir en la cama que considero”, como nos dijo, que también los defraudadores tienen su corazoncito. No, no, es porque ha mentido de manera burda y deliberada, veremos qué ordenanzas municipales se ha saltado por la cara, y es cómplice y partícipe de amenazas gravísimas a medios de comunicación y a periodistas. Toda una presidenta de una comunidad autónoma. Y al fondo de esta sórdida historia de comisionistas y empresas fantasmagóricas, asoman las relaciones de Alberto González con el grupo Quirón, cientos de millones adjudicados por la Comunidad que preside Ayuso. Seguiremos informando, que dicen los clásicos.
Imposible, por supuesto, que alguien asuma responsabilidades y haga lo que tendría que hacer, porque su jefe no moverá un dedo y ha bendecido a uno y a otra, aterrorizado ante la amenaza cierta de que le echen a los leones como a su antecesor, el pimpollo Pablo Casado, tierno bambi que no sabía con quién se jugaba los cuartos, o simplemente porque piensa que ésta es la batalla correcta, el bombardeo de estiércol continuo en la lucha desenfrenada y brutal contra los socialistas, como demuestra de manera ostentórea la elección como portavoces de los briosos Miguel Tellado, Rafael Hernando y Cayetana Álvarez de Toledo, torrentera de canallescos mandobles. Feijóo dirige hoy un PP sin rumbo ni futuro, con políticas absolutamente desdibujadas que ningún aliciente ofrecen a los ciudadanos. Carece de propuestas económicas o de política exterior. Y hacia el interior, sólo gasta una colección de exabruptos que no conducen a nada positivo, un lodazal donde apenas pueden hozar los jabalíes. El filibusterismo de la utilización del Consejo del poder Judicial o el Senado, otras muestras más de su iniquidad y su impotencia.
Dice la interfecta, por cierto, que nadie va a darle a ella lecciones de libertad de prensa. Sí, bonita, sí, que diría su insigne alter ego, hay que darle lecciones de todo. De libertad, por ejemplo, que sus conocimientos sobre cualquier materia de cierta altura intelectual caben en un vaso para chupitos. Por lo de los bares y las terrazas, ya sabe. Y de prensa usted lo ignora todo, indocumentada esférica, porque sólo se ha echado al coleto esas cosas que nos trae aquí mi amigo el Catavenenos. Bazofia. ¿Pedir la dimisión de la presidenta, exigen ustedes? Hace muchos años que un director del que aprendí mucho de periodismo, pero poco de política, siempre decía a sus editorialistas que jamás pidieran la dimisión de ningún cargo público si no estaban seguros de que ya había dimitido o pensaba hacerlo esa misma mañana. Hagan ustedes, señores del PP, lo que consideren oportuno. Pero sepan que su paloma, a la que tanto quieren, o temen, lleva una buena carga de plomo en las alas. Y así se vuela muy malamente.
No es la única personalidad peculiar en estos momentos de peligros pantanosos en los que nos movemos. Por allá arriba llega Carles Puigdemont, un señor que al igual que los balones de rugby, nunca sabes tras el rebote para dónde va a tirar. Ahora dice que volverá si los catalanes le aclaman y le hacen su presidente. Entonces llegará en su carro de fuego para acabar la labor que un día, allá en octubre de 2017, proclamó y al minuto siguiente canceló, que no es otra que la independencia de Cataluña de la poco querida España. Bueno. Es muy dueño de pretender objetivos grandiosos en su hacer político. Por qué no. Ocurre que antes de nada, tendrían que darle los números. Por lo pronto, el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (CEO), el llamado CIS catalán, ha ofrecido un verdadero galimatías de imposible solución en su último barómetro del 21 de marzo. Recuerden que la mayoría absoluta en el Parlament catalán está en 68 diputados. Pues bien. El PSC obtendría entre 35 y 42 escaños (ahora tienen 33); ERC, 26-32, (ahora con 33), y el tercero, Junts, entre 24-29 de los 32 actuales. Hay a continuación un triple empate entre el PP, 9-13, Catalunya en Comú, 8-13 y Vox 9-13. Ciudadanos, tras romper con el PP, desaparecerá y la CUP -una posible muleta para el independentismo- se quedaría entre 7 y 10. Cojan la calculadora y hagan ustedes sus propias combinaciones.
El verdadero parteaguas sería que los nacionalistas obtuvieran la mayoría absoluta, ahora mismo lejos de las previsiones. Y aun así ya veríamos cómo engarzar a Junqueras con Puigdemont, hoy enfrentados a cara de perro. Pero vaya usted a saber. Entonces, ¿quién podría gobernar si ninguno logra esa meta, como parece lo más probable? En Madrid y en el Ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo, Esquerra ha apoyado a los socialistas. La suma, probablemente, les sirva. Porque lean el tarot para saber por dónde van a salir los Comúns, que ésa es otra, máxime con Sumar con las tripas abiertas de par en par. Claro que el Ojo tiene opinión, faltaría más: preferiría que los catalanes eligieran un partido que ofrezca la posibilidad de unir fuerzas para gobernar, sequía, transportes, sanidad, educación, vivienda, y no de romperlas. Un, dos, tres, al escondite inglés. ¿Illa, Aragonés, Puigdemont? El 12 de mayo abran los ojos. Noche o día, avance o retroceso.
Ya, ya sabemos que antes están las vascas. Y que el Gobierno tiene lo que tiene y que la galerna trae olas gigantescas. Pero poco a poco, no se me amontonen.
No se olviden. Josep Borrell, alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea: “Se han matado más niños en Gaza que en todo el mundo en los últimos cuatro años”. O “Israel utiliza el hambre como arma de guerra”.
Adenda. “¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!”, clamaba el capitán Renault para cerrar el Rick’s café mientras el crupier le soltaba un fajo de billetes: “Sus ganancias, señor”. O sea, que en la Federación de Fútbol de Luis Rubiales había chanchullos económicos. Que a lo mejor en la insólita ocurrencia de tener que irse a Arabia Saudí a jugar la Supercopa entre equipos españoles había alguna que otra chapucilla no demasiado clara. Qué sorpresa, ¿verdad? Quién iba a pensar algo así de un negocio tan transparente y corto de millones dirigido por reconocidos caballeros…
Por la calle de Alcalá sonríe descarada la Dama, que luce guapamente su falda almidoná. A su lado va y viene el Vagabundo, parpusa de medio lado, lanzando dentelladas a quien osa acercarse a su dueña y señora, dicen unos, su alumna sumisa, dicen otros, y chillando con voz aguda a éste le meto en la cárcel y a este otro lo trituro. Por encima de ambos, en su nube de moderación, de eso presume, el gran jefe de la manada llegado de Galicia, que con sonrisa beatífica azuza a sus huestes. Dale, dale, no te quedes corto, Miguel Ángel. Desde tu teléfono privado, no faltaría más. En derredor, zascandileando como moscas glotonas, varios consejeros delegados de tóxicos panfletos digitales esperando la lluvia de euros: “Eche, padrone, eche, no se lo gaste en leche”, “eche, padrino, eche, no se lo gaste en vino” corean las criaturas al Vagabundo, que de ese maná depende su futuro. Incluso su presente.
Convendría hacer algunas precisiones en el caso de Isabel Díaz Ayuso. Fue el 13 de marzo cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, en sede oficial y rodeada de banderas patrias -¡cómo les gustan los lábaros y los gallardetes a estos patriotas de hojalata! – salió desaforada la susodicha en defensa de su novio, acusó a funcionarios públicos de acoso salvaje y nos informó a todos los ciudadanos de que no había ningún delito, que no existían tramas ni sociedades pantallas y que era Hacienda quien debía a su pobre Alberto la friolera de 600.000 euros. Entró la presidenta de hoz y coz con mentira sobre mentira, como ya se ha demostrado fehacientemente, porque el delito, como ustedes ya saben, ha sido reconocido por el propio interesado, Alberto González Amador. ¡Qué abogada defensora tan ridícula, lanza en ristre a favor de un señor que ya ha admitido por escrito el fraude! Pero es que, además, hay pruebas bastante consistentes de que él y su pareja, porque ella vive en ese piso, o quizá en esos dos pisos, arriba y abajo, han trampeado con los permisos municipales tras sacudir varias collejas a los funcionarios que se atrevieron a exigir los papeles necesarios, como hacen con usted o conmigo. Ya saben: ustedes no saben con quién están hablando.