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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Grita Feijóo, luego llega Ayuso y dobla la apuesta

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con la bandera de Venezuela durante una protesta contra el Gobierno venezolano el pasado 17 de agosto
16 de septiembre de 2024 21:41 h

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Ya saben: el Congreso aprobó el miércoles la petición al Gobierno para que reconozca la victoria en las urnas del opositor venezolano Edmundo González. La iniciativa del PP obtuvo 177 votos, los del partido de Feijóo más los de Vox, PNV, Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria. Desmedido gozo en la derecha: hemos derrotado a Sánchez, el sátrapa se tambalea, ánimo mis cuates que el régimen sanchista se desmorona. Pero de esta votación podrían sacarse algunas otras consecuencias, y a ello vamos. Así, a pelo, constatar que al PP le importan un celemín los venezolanos, que cualquier cosa les sirve para armar bulla y que para ellos no existen cuestiones de Estado ni políticas responsables, que hemos venido a este mundo para demostrar que pertenecemos, orgullosamente, a la especie de aves carroñeras autóctonas, tal que el alimoche, el cuervo, el milano negro o la grajilla. Al PNV, tan pagados de su seriedad, el Ojo les mandará después un cariñoso recuerdo.

¿Qué más le da a este PP desnortado, perdida la brújula hace mucho tiempo, que el Gobierno siga, de manera responsable, que para eso es un Gobierno cabal y cumplidor, en su posición de exigir las actas a Maduro antes de arriesgados reconocimientos, tal y como mantienen la Comisión Europea, Naciones Unidas y la mayoría de observadores internacionales? Para Génova y sus numerosos medios de cámara, tan brutales, se trata de minucias de tramposos, cosas de rojos que siempre encuentran una disculpa para sus muchos pecados. Pero estos brindis al sol – la moción no vale absolutamente para nada- les sirven en su sucia guerra de desgaste emprendida contra el gobierno de Sánchez. ¿Tampoco reconocen el asilo a Edmundo González? Tampoco: un bochornoso acuerdo entre truhanes, dicen, con Zapatero en el lugar más expuesto para el pimpampum de los canallas que nada demuestran pero que nunca cejan en sus burdas insidias. De cabeza contra la pared. Hagan lo que hagan, da igual, que para ellos no existen verdades ni razones.  

Porque todos sabemos, como Trump, que los haitianos se comen los gatos de los pobres habitantes de Ohio, qué lindo era Pucky, pero llegó un negro sarnoso desde Puerto Príncipe y se lo comió a bocados. A Díaz Ayuso no la asustan los haitianos, o no nos consta, pero sí los catalanes. Porque esta semana nos ha venido a decir, criatura, que la burguesía del Eixample nos roba los churros de las verbenas madrileñas, tan castizas, para dárselos a los castellers para que estos salvajes puedan hacer sus ritos demoníacos. La reina del vermú no tiene llave de paso entre pelo y boca, y suelta lo que le han dicho que diga sin pensar en que se trata de una estupidez, una bajeza o un insulto. Es que soy espontánea, dice girando los ojitos como hacía Lina Morgan. Ayuso sólo sabe sobrevivir en el enfrentamiento, en la chulería, en el barro de la maledicencia. ¿Qué es, sino una patochada provocadora, tan reída la gracia por Vox, la creación de un Centro de Atención Integral para hombres víctimas de violencia sexual? Lo peor es que su jefe de filas no se atreve a poner freno a tanto ridículo delirio, tan débil en su caparazón de dirigente inane. ¿De verdad quiere el PP seducir a Junts con esas bravuconadas más propias de Abascal? ¿Marca Génova la línea a seguir por el partido o lo hace la Puerta del Sol? Tellado o Miguel Ángel Rodríguez, qué bonito combate full-contact hasta primera sangre.  

Así que con estos mimbres es con lo que los muy serios políticos del PNV, nosotros no estamos para frivolidades, al que sonría no sale en la foto, han querido lanzar un pellizco de monja al Gobierno, recuerden mis cinco votos. Feo, muy feo, que con las cosas de comer no se juega, y nunca creímos que estaban en el recio norte dispuestos a entrar en la categoría de chisgarabís para demostrar no se sabe qué cosa. ¿Tradicional apoyo a los venezolanos? Ya, pero eso no obligaba a votar esa declaración condenada al cesto de los papeles. Déjense de pillerías de Lazarillo, que las relaciones internacionales aguantan mal los chascarrillos. Tenemos ahora el gran lío de los dos detenidos en Venezuela, ambos de Bilbao. Esperemos acontecimientos, que la broma puede complicarse. 

Pretenden desde las alturas de la discusión que nos interesemos hasta quemarnos las cejas en el apasionante jeroglífico de las balanzas fiscales. La financiación autonómica es, ha sido y será un gran problema en un estado casi federal como el nuestro, pero nada ayuda la demagogia culposa de la derecha, pidiendo dinero a papá Estado para regalárselo a los más ricos del lugar. Como hace Díaz Ayuso y todo el mundo lo tiene más claro que el agua, incluidos sus propios conmilitones de partido, también sufridores de estos desmanes. Claro que hay que entrar a explicar muy bien en qué va a consistir ese reparto entre autonomías, sabida la algarabía creada por los pactos del Gobierno con Esquerra y la llamada financiación singular. Pero nunca, jamás, deberían los políticos olvidar dónde se juegan los cuartos. No se puede abandonar la alta política, claro está, pero tampoco la de andar por casa. 

Porque mientras estas cosas suceden entre los señoritos, las gentes del común tienen otras preocupaciones más pedestres, que si la educación que si la sanidad que si la vivienda. O la ayuda a la dependencia que no llega o todavía no tenemos los papeles para demostrar que somos más pobres que las ratas aunque los pedimos hace meses. No es de recibo que los ciudadanos tengan la sensación de que la Administración, ese ser descomunal, no cumple su función y que el Gobierno no sabe cómo solucionarlo. Ahí tienen los socialistas –y Sumar- un trabajo ingente que hacer y millones de votos que ganar. Hay un ministro nuevo para la Función Pública, y Óscar López, además de sumarse jaranero a los ministros malencarados, Puente es el rey, podría demostrarnos que ha llegado al cargo para lograr que la Administración funcione. Y ya puestos, que insista a sus compañeros de gabinete para lograr que los trenes funcionen o que se dicten medidas eficaces para frenar el desmadre de los alquileres. Sánchez, por cierto, ha anunciado que hoy mismo nos será explicado a los ciudadanos el llamado plan de regeneración democrática. Vayan atándose los machos, que las avalanchas de improperios se van a amontonar en ingentes masas de insidias y grandes lamentos apocalípticos ante la dictadura que se nos viene encima. Ahogaditos en detritus nos vamos a quedar.  

¿Qué pasaría en un debate entre Sánchez, Feijóo, Abascal y Díaz, dejémoslo ahí, si sólo se hablara de esas cosas de comer? Propuestas de soluciones y políticas concretas. Así acabaríamos con este problema y así con este otro. Hablarían de alquileres, de inquilinos, de caseros, de constructoras y de permisos de los ayuntamientos. De número de médicos en los centros sanitarios, de listas de espera, de dineros que se ahorran en la pública y por qué la derecha llena los bolsillos de la privada. De cuántos maestros y profesores hacen falta, cuántos tenemos y cuánto cobran. De ratio alumnos por clase, aquí o en Alemania. Del precio del aceite y de los libros de texto. Hablaríamos de cosas que todos entenderían, tanto si ven El Hormiguero o La Revuelta. ¿De verdad quieren los políticos que la ciudadanía se interese por la gobernabilidad, que salga de su apatía, que los vecinos de pueblos y ciudades se abalancen a las urnas a depositar un voto a favor de uno u otra? Pues prueben entonces a decir Pepita, sé lo que vale el pollo, Juanito esto te cuesta la luz. “Bajá la bola al pasto, ché”, que decía Di Stéfano.

Sí, por supuesto que nos interesa Gaza, qué horror, Ucrania o el cambio climático. Pero estamos seguros de que podemos mascar chicle y andar al mismo tiempo. 

Adenda: Ryan Wesley Routh es un tipo blanco de 58 años que se paseaba por el bonito campo de golf de Palm Beach en Florida con un rifle AK-47 como si fuera la mochililla para llevar el bocata. El susodicho Kaláshnikov pesa en torno a cuatro kilos, mide 87 centímetros, 41,5 de cañón, tiene una frecuencia de tiro de 575 a 600 disparos por minuto y un alcance máximo de 650 metros. El amigo Routh, un tipo curioso, envuelto en la bandera de las barras y las estrellas y obsesionado con Ucrania, dicen las crónicas, lleva a la chepa más de cien antecedentes penales. Pero ahí le tienen, luciendo un rifle automático por los verdes y ricos campos de 18 hoyos. A estos personajes, y a otros miles como él, es a los que Donald Trump quiere permitir que se puedan armar como les dé la gana, que la libertad para este personaje de película de terror es que cualquier atarantado pueda disparar a placer en colegios o supermercados. Elijan al peor; ¿Routh o Trump?

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