José Luis Ábalos, (Torrent, Valencia, 1959), hijo del torero Heliodoro Ábalos, “Carbonerito”, diplomado en Magisterio por la Universidad de Valencia, no es una pieza menor, si es que consiguen abatirle. Ministro de Fomento y después de Transportes, entre el 2018 y el 2021, secretario de organización del PSOE entre 2017 y 2021, fue, además una pieza clave en la resurrección política de Pedro Sánchez en el año 2017 tras su accidentada victoria sobre Susana Díaz y Patxi López. Son malos los augurios que nos han traído las investigaciones de la UCO (Unidad Central Operativa) y que sitúan a nuestro hombre al borde del procesamiento. La piedra en el estanque tiene ondas largas y profundas, según se desprende de los datos que se han filtrado en varios medios.
Por supuesto que habrá que extender a Ábalos, e incluso al pintoresco Koldo García, la presunción de inocencia que ni siquiera se le ha negado al novio de Isabel Díaz Ayuso, el conocido autodeclarado defraudador a Hacienda. Pero pongámonos en lo peor, que es el terreno habitual de los pesimistas, o sea, de los optimistas bien informados, y demos por hecho que al Gobierno de Pedro Sánchez le esperan largos meses de acoso y derribo –más de lo sufrido hasta ahora, que ya es mucho- en medio de horrísonos truenos, rayos fulgurantes, inundaciones torrenciales y vientos huracanados. Una broma las galernas del Cantábrico.
Los hechos son los hechos, pero además tenemos enfrente a esta derecha que nos ha caído en suertes, canalla como pocas y tan roma de ideas como de pudor. Ensayadas todas las insidias y superados cualesquiera límites para la decencia con el llamado caso Begoña, suman ahora obuses al arsenal. Venían afilando las hachas desde hace tiempo, pero ahora las han repartido por doquier tras el llamamiento a degüello del domingo -¡ay, esa querella que muy posiblemente encuentre enseguida un juez amiguito del alma para que la cosa dure meses y meses!- de ese líder que no lo es, Alberto Núñez Feijóo, siempre a rastras de los más energúmenos del lugar. Ah, y por supuesto de la reina del vermú y su Rasputín de cabecera, el ínclito Miguel Ángel Rodríguez, el desalmado tan feliz de conocerse. Sumemos a la alegre comitiva a los medios de comunicación más salvajes y faltones de Occidente, repleta de sucias plumillas en dura competencia con lo más granado de la basura de las redes sociales. ¿Exagera el Ojo? Pregunten ustedes a su viejo amigo el Catavenenos y verán qué les responde.
Bien. Pues ya estamos donde esta derecha quería. ¿Y ahora qué? Algo habrá que hacer, se dirán ustedes, un tanto asustados ante el tamaño de las olas que se nos vienen encima. Sabemos que vamos a transitar por puentes sobre aguas turbulentas, pero este Gobierno, si queremos conservarlo, porque muchos seguimos creyendo que los ciudadanos necesitan aún demasiadas cosas que nunca, nunca, les ofrecerá la derecha reaccionaria que asoma por la ventana, y porque la alternativa es un auténtico horror, un desastre sin paliativos que dijo aquél, va a necesitar hacer muchas cosas, además de ampararse en ese apoyo en los tiempos difíciles que cantaban Simon y Garfunkel.
“Es cuando estás rodeado por todos los peligros que no debes temer a ninguno”, dejó dicho, o eso aseguran, Sun Tzu en el Arte de la guerra. Es un buen inicio para ponerse a trabajar este martes, 15 de octubre de 2024. ¿Se anima el Ojo a ofrecer alguna salida al laberinto? Claro que sí, que a ciertas edades uno se atreve a todo, que lo más que pueden responder es que son cosas de ancianos, pobre viejo que chochea. Apostemos pues por una única solución: el ataque, la ofensiva, el a mí el pelotón que los arrollo, a cabalgar, a cabalgar, somos los mejores, oé, oé, oé. No es este tiempo de cobardes ni de tibios. Como mejor se defiende es atacando sin descanso. ¿Están seguros de la teoría de la manzana podrida que no ha zocateado al resto? ¿Que la mancha no se ha extendido y tienen controlado el perímetro? Pues entonces tomen la iniciativa y con pífanos y redobles de tambor al estilo Calanda láncense al campo de batalla animándose con gritos a la manera de los neozelandeses y copien sus intimidantes hakas. No basta con “quien la haga, la pague”. Actuar, actuar, actuar. Eso debe hacer el Gobierno.
Por lo pronto, soldar con superglue a los socios. Y luego, mantener viva la mayoría de gobierno, con PNV, Bildu, Podemos y Esquerra. ¿Junts? Pues también Junts, que por una vez entiendan la que se les viene encima si andan remando hacia atrás – ciar, se llama esa figura, tantas veces repetida en los crucigramas- advertencia válida, por cierto, para todos los demás. Hay que aprobar los Presupuestos ¿Y para qué queremos que el Gobierno tenga ese margen de actuación? Para que nos llene de acciones progresistas, en vivienda, en dependencia, en sanidad, en educación, en cambio climático, en la extensión de derechos humanos. Contra el asedio, acciones claras y bien vendidas a favor de quienes te pueden votar. Sin complejos, ¿Impuestos a los más ricos? Por supuesto. ¿Mano dura con los defraudadores? Dígannos dónde hay que firmar. Que chillen, que graznen, que berreen. Nosotros, a lo nuestro.
Claro que hay que hacer otras cosas, pero desde este mismo principio. Lo intentó Sánchez en el Pleno sobre inmigración, revertir la mentira para defender la presencia de extranjeros, africanos, asiáticos o latinoamericanos, porque queremos y porque nos interesa, pero la desvergüenza de la derecha –“ETA está más viva que nunca”, ¡qué infamia!- impidió que se hablara de ese enorme problema que dizque tanto les preocupa. Ni un celemín les interesa resolver este asunto. Les sirve, como a toda la extrema derecha europea tan en alza –y no sólo, ahí tienen a Trump y sus pobres mascotas de Springfield- utilizando el drama migratorio para engordar su xenofobia racista de hombre blanco y católico.
¿Qué significa jugar al ataque? Pues por ejemplo, ir un paso por delante en el caso Ábalos. Pongan encima de la mesa todos los ministerios implicados con los contratos y otras decenas de papeles que crean que pueden generar dudas legales. Y comparezcan los ministros a cara descubierta a defender su gestión. ¿Mascarillas y Canarias, mascarillas y Baleares? A cantar la gallina. Incluso aclaren por derecho aquel sainete de Delcy Rodríguez y las maletas fantasmas de Barajas. Y si conviene que sea Pedro Sánchez quien ponga la cara, que lo haga, que para eso es el presidente. ¿Algún alto cargo, del rango que sea, no puede hacerlo porque se pilló los dedos? Pues a la calle, al paro y luego a buscarse la vida, como cualquiera de nosotros. ¿Hizo algo condenable Koldo García? Se dice, se cuenta, se toman las medidas pertinentes y se pide perdón si fuera menester.
Como debía de haberse hecho, y este Ojo no se cansa de repetirlo desde hace semanas, con Begoña Gómez. La esposa del presidente, por su lado, con su propio abogado y sin intervención de ministros obsequiosos, tenía que haber defendido su trabajo con arrojo, pero también con papeles, y la Administración, por su lado, demostrar que no había hecho ninguna concesión fraudulenta tal y como denunciaban las aguerridas fuentes periodísticas, al ataque, enseñando los dientes, porque yo tengo la razón y sus mentiras y sus sucias maniobras en la oscuridad no van a poder con nosotros. Conceder un palmo de terreno a los facinerosos es una baza crucial perdida. Ni agua. Siempre, siempre, por delante.
Ernest Hemingway vivió algunas contiendas cruentas, entre ellas la nuestra del 36. Y lo tenía claro: “Una vez que tenemos una guerra sólo hay una cosa que hacer: ganarla. La derrota trae peores cosas que las que pudieran ocurrir en la guerra”. Así que para ganarla, no vale cavar amplias trincheras, por muy profundas que sean. Hay que salir al raso, bayoneta calada y batirse cuerpo a cuerpo. Búsquese, verbigracia, un ejemplar de similar complexión moral –labor hercúlea, cierto- al inefable Miguel Tellado. Y hagan el favor, de una puñetera vez, de armar una política de medios de comunicación que se enfrente, con verdades como puños, con actas y certificaciones, a las celadas de la feroz infantería cavernícola. Faltan voceros eficientes.
Eso tiene que hacer este Gobierno si quiere sobrevivir al tsunami que se avecina. Con el cuchillo en los dientes y la frente alta. Un, dos, un dos: ¡A por ellos, que son muchos, pero cobardes!
Adenda. ¡Es la vivienda, estúpidos! No tiene ningún sentido que en seis años de gobierno, seis, que son unos cuantos, la izquierda institucional, digamos el PSOE, pero tampoco la mucho más roja de Sumar o Podemos –estuvieron en el Gobierno con un vicepresidente y algunos ministros, ¿lo recuerdan?- hayan sido incapaces no ya de solucionar este problema, todos reconocemos las enormes dificultades, sino ni tan siquiera de ofrecernos, luminosos, un amago de solución, una ventana a la esperanza de los jóvenes y no tan jóvenes. Decíamos antes que nada esperamos de la derecha, esclava de fondos buitres y bancos, tan amiga de la especulación, ¿pero debemos conformarnos con etéreas leyes que a nadie emocionan? Illa, al menos, buena aguja de marear, ha llegado al poder y ha dicho 50.000 viviendas públicas en Cataluña antes de 2030. Veremos si puede hacerlas, claro, pero ahí está el anuncio. El Gobierno de Sánchez tiene un plan que consiste, entre otras cosas, en poner en el mercado 184.000 viviendas en alquiler social o precio asequible, más otras 123.000 a través de iniciativas articuladas por el Ministerio. ¿Ustedes lo sabían? ¡Si estas medidas hubieran recibido la mitad de publicidad que David Broncano, un suponer! Ni vender el buen paño, saben.
Claro que al Ojo no se le olvidan Palestina, Líbano o Ucrania, y si a ello vamos tampoco la amenaza de Trump, el gas naranja. Pero para enciclopedias, la Británica.