A ver si conseguimos bajar el nivel de excitación y logramos entendernos. Situémonos en el martes de la semana pasada. Se acerca a nuestro país una DANA tremenda que finalmente ha sido gigantesca, descomunal, aterradora. Aemet, ahórrenme explicar las siglas que ya todos ustedes están al cabo de la calle de su significado, avisa a todos los organismos y al público en general a las 7.36 de la mañana de la que se nos venía encima. A las 8.00 amplía el aviso y a las 8.04 lo refuerza: “Lluvias de intensidad torrencial”, y en el mismo comunicado ya hablaba de acumulaciones que podían ocasionar “crecidas e inundaciones”. Y añadía: “¡Mucha precaución! ¡El peligro es extremo! No viaje salvo que sea estrictamente necesario”, rogaba la Aemet. Y desde ese mismo momento tropezamos con la ineptitud y la incompetencia de la Generalitat Valenciana, presidida por un personaje que ha demostrado a toda la ciudadanía su torpeza sin fin, su absoluta falta de capacidad para vestir el cargo que ocupa: Carlos Mazón Guixot. Doce horas tardaron en aquel conglomerado de ineptos, presidente, vicepresidentes, consejeros, directores generales y demás representantes del Estado, que eso es lo que son, en enviar la señal de alarma a los móviles, exactamente a las 20.03, cuando los damnificados ya se ahogaban en mitad del lodo. ¡Doce horas!
Todo, desde esa misma mañana, fue una cadena de despropósitos llevada a cabo por una administración que actuó como pollos sin cabeza, moviéndose entre la paralización por su nula capacidad y la espectacular falta de liderazgo de su presidente, asustado ante la que se venía encima y únicamente preocupado de cómo borrar sus muchos y sangrantes errores. Menos mal que este badulaque contaba con el asesoramiento de ese gran genio de la política, eso se cree él, aunque en realidad no es más que un virtuoso de la infamia, ese Núñez Feijóo que, visto lo visto, debió decirle algo así como tú procura que el desastre caiga en La Moncloa. Sirvan las estratagemas que sean, las mentiras y las insidias. Sánchez es el culpable y ahora mismo voy hasta allí y te echo una mano con mis declaraciones. ¿Bárbaras? Sí, claro, pero en estas que estamos no se cogen prisioneros. A degüello. La DANA. Ya. Que esperen los damnificados.
Sólo así se entiende que a partir de ese momento se acumulen los disparates de no pedir suficientes militares, de no ser conscientes, ineptos, ineptos, ineptos, de la que se venía encima y de la necesidad de ayuda que necesitaban. Me callo y que le caiga la responsabilidad al Gobierno central. Yo no declaro el grado mayor de emergencia y a ver si se atreven en La Moncloa a pasarme por encima, que ya saltaremos desde Génova a denunciar al déspota Sánchez-Maduro, como ya hicimos con el COVID. Días ha tardado Mazón en tomar algunas de las medidas obligadas y que debía haber asumido desde el primer momento, en un cuadro atroz de total y absoluta nulidad como gobernante.
Sumen a esa iniquidad la de los medios de comunicación y las redes sociales de la derecha, siempre tan amantes de la bazofia y la inmundicia, pero en esta crisis desatados para defender lo indefendible al tiempo que se aprovechaba la riada y el sufrimiento de las víctimas para echar sacos de estiércol a los hombros de Sánchez. Artículos enteros de la prensa de la derecha más ramplona, a decenas, a centenares, cargando la responsabilidad sobre el gobierno de Madrid, páginas y páginas sin que ni siquiera apareciera el apellido Mazón, quién es ese señor que nosotros no le conocemos. Añadamos las manipuladas redes sociales, el X nefasto en el que tanto se prodigan Vox, Alvise y sus secuaces, todo ello amplificado por los millonarios rebotes de wasap de cualquier frase de cualquier descerebrado que pasaba cerca de un micrófono, tan generosamente cedidos por radios y televisiones, los de RTVE en primer lugar, no se corte, diga la animalada que se le ocurra que nosotros lo emitimos.
¿Tenemos que asumir la explicación de cuánta razón tienen esos jóvenes y no tan jóvenes que se lanzaron a agredir –no sé cómo llamar a unos manifestantes que rompieron los cristales de un coche blindado- a los reyes, a Sánchez y a Mazón? Pues no lo creo. O si les damos la bendición, extendamos el beneplácito a todos los desheredados de la tierra, a los pobres, a los que no tienen casa, a los que sufren por sus miserias, así bendecidos para que apedreen escaparates o arrasen establecimientos. Sólo en un ambiente enfebrecido por los asaltadores de caminos que citábamos en el párrafo anterior, gentuza sin principios, se entiende la virulencia de Paiporta, una visita tan imprudente como extemporánea. El Rey arrastró a los políticos y a los políticos los castigaron la desesperación y la violencia organizada de los grupos ultra. ¿Infiltrados de extrema derecha? Ni lo duden. Y pruebas hay abundantes para demostrarlo. Buscan el enfrentamiento, alimentan el odio y generan violencia. Es lo que buscan, es lo que mueve su ideología fascista. Misión cumplida: el rey un héroe y el presidente Sánchez, un cobarde infame.
Quizá creen ustedes, por lo leído hasta aquí, que el Ojo es insensible al abandono durante días que han sufrido no pocas localidades de la zona. En absoluto. Y se entiende la desesperación de comprobar que esa ayuda no llega el jueves, el viernes, ni el sábado y que con una modestísima pala intentas enfrentarte a la desmesura de toneladas de barro o centenares de coches destripados. Ha debido de ser terrible. Y ver que ese Estado al que pagas impuestos -la mayoría de los españoles lo hace, claro que sí- no llega en tu ayuda. El Estado, hemos dicho, y Estado es la Comunidad Valenciana, tanto como los ministerios del Gobierno de Madrid. Los vecinos de la zona y los esforzados voluntarios de tantos lugares están en su derecho de exigir más eficacia, más prontitud, menos demoras.
Ahora vengan ustedes, tan educados, tan políticamente correctos, a decir que no es momento de buscar culpables. Que las víctimas, que todos juntos, miremos al frente, no es tiempo de rencores, que ya llegará el momento de pedir responsabilidades. Pues verán ustedes, el Ojo, gañán zafio y burdo, está hasta la coronilla de aguantar melindres. La Comunitat Valenciana, y su presidente al frente, Carlos Mazón, son los responsables, lisa y llanamente, de este caos y esta desmesura de dolor y de daños incontables, así culpen a Madrid, a la Aemet o, su última salida de pata de banco, a la Confederación Hidrográfica. Por supuesto que se pedirán responsabilidades en su momento, faltaría más. Esta vez no se van a ir de rositas, grabada en tinta indeleble su incompetencia grosera y manifiesta, cristalina como el agua pura.
Y el Gobierno de Sánchez, ¿podía haber hecho algo más? Pues seguramente sí. Es obvio, para cualquier mente sin el veneno de la demagogia, que era Mazón quien debía dirigir el cotarro, única manera de respetar el orden constitucional. Y seguramente, a la lógica, que un gobierno más pegado al terreno cuenta con mayores posibilidades de actuar en los lugares más necesarios. Y que era Mazón quien tenía, por ejemplo, que pedir los militares. ¿Pero no era posible que ante la urgencia de los hechos, una tragedia de dimensiones pantagruélicas, Sánchez hubiera explicado que a la espera de la decisión del presidente valenciano, y sin el menor ánimo de crear un conflicto de intereses, etcétera, etcétera, se enviaban fuerzas para ayudar en esos primeros momentos angustiosos y que cuando Mazón quisiera se pondrían a sus órdenes? Podría, también, haber presionado con más fuerza, y La Moncloa tiene mucha, al presidente valenciano para que dejara de arrastrar los pies ¿No hubieran sido esos envíos un tanto que apuntarse? Y, sobre todo, hubiera paliado la angustia de los damnificados, lo más importante de todo en esos momentos de pánico.
Llegamos así a un apartado muy querido por el Ojo. La absoluta falta de habilidad comunicativa de este Gobierno. Nadie ha explicado el porqué de las decisiones que se han tomado, escrupulosamente de respeto al ordenamiento jurídico, y se ha dejado correr la especie de que La Moncloa no ha querido poner a disposición de los valencianos todos los medios -que son muchos- a su alcance. Torpes, torpes, torpes. ¿Para qué tienen RTVE, además de como ya decíamos antes, para servir de altavoz al militante de la extrema derecha que se hace pasar por gran héroe, si no les sirve para llevar al plató, o a donde gusten, a alguien que explique con claridad y paso a paso lo que está ocurriendo? Y las redes sociales, ¿saben usarlas? ¿Qué temas más importantes que explicar este gravísimo asunto ocupan la agenda de Óscar López, de Pilar Alegría, de Félix Bolaños? Todo -o casi todo- se puede hacer si se explica, si se comunica con vehemencia y rigor, con empatía con las víctimas. Seguro que la ciudadanía hubiese entendido muy bien ese envío urgente -ese mismo día, esa misma noche- de soldados o guardias civiles si se aclara que es pura ayuda humanitaria, sin entrar en el menor conflicto político o jurisdiccional. Pero hay que elaborar -en minutos- una estrategia informativa, contar con las personas adecuadas y, por último, hacerla llegar a la ciudadanía a la velocidad del rayo. Justo lo que no saben hacer.
Adenda. Y mientras, a 6.000 kilómetros de Madrid, en Harrisburg, unos cuantos norteamericanos están votando en Pensilvania para decidir si Trump o Harris. ¡Qué felicidad la de Vox, la de Meloni, la de nuestros editorialistas y columnistas de la prensa de la caverna si ganara el gas tóxico naranja! Ya se sabe que tampoco es que Harris nos despierte pasiones. Pero visto lo visto …
Lleva el Ojo 70 años sin rezar. Lo mismo empieza hoy.
A ver si conseguimos bajar el nivel de excitación y logramos entendernos. Situémonos en el martes de la semana pasada. Se acerca a nuestro país una DANA tremenda que finalmente ha sido gigantesca, descomunal, aterradora. Aemet, ahórrenme explicar las siglas que ya todos ustedes están al cabo de la calle de su significado, avisa a todos los organismos y al público en general a las 7.36 de la mañana de la que se nos venía encima. A las 8.00 amplía el aviso y a las 8.04 lo refuerza: “Lluvias de intensidad torrencial”, y en el mismo comunicado ya hablaba de acumulaciones que podían ocasionar “crecidas e inundaciones”. Y añadía: “¡Mucha precaución! ¡El peligro es extremo! No viaje salvo que sea estrictamente necesario”, rogaba la Aemet. Y desde ese mismo momento tropezamos con la ineptitud y la incompetencia de la Generalitat Valenciana, presidida por un personaje que ha demostrado a toda la ciudadanía su torpeza sin fin, su absoluta falta de capacidad para vestir el cargo que ocupa: Carlos Mazón Guixot. Doce horas tardaron en aquel conglomerado de ineptos, presidente, vicepresidentes, consejeros, directores generales y demás representantes del Estado, que eso es lo que son, en enviar la señal de alarma a los móviles, exactamente a las 20.03, cuando los damnificados ya se ahogaban en mitad del lodo. ¡Doce horas!
Todo, desde esa misma mañana, fue una cadena de despropósitos llevada a cabo por una administración que actuó como pollos sin cabeza, moviéndose entre la paralización por su nula capacidad y la espectacular falta de liderazgo de su presidente, asustado ante la que se venía encima y únicamente preocupado de cómo borrar sus muchos y sangrantes errores. Menos mal que este badulaque contaba con el asesoramiento de ese gran genio de la política, eso se cree él, aunque en realidad no es más que un virtuoso de la infamia, ese Núñez Feijóo que, visto lo visto, debió decirle algo así como tú procura que el desastre caiga en La Moncloa. Sirvan las estratagemas que sean, las mentiras y las insidias. Sánchez es el culpable y ahora mismo voy hasta allí y te echo una mano con mis declaraciones. ¿Bárbaras? Sí, claro, pero en estas que estamos no se cogen prisioneros. A degüello. La DANA. Ya. Que esperen los damnificados.