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Genio y figura

Natalí Schejtman

26 de noviembre de 2020 16:00 h

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Si Maradona fue sublime adentro de la cancha, está claro que su figura fue forjada por una trayectoria biográfica en la que conviven hazañas deportivas, extra deportivas y también una simbología contundente alrededor suyo. El investigador Pablo Alabarces, especialista en sociología de la cultura, tituló su tesis doctoral Fútbol y patria y una vez publicada tuvo en la portada a la persona que mejor condensaba y resignificaba ese cruce como nadie: Diego Armando Maradona. “Si aceptamos que hay una entelequia a la que pomposamente llamamos cultura nacional, en la que los nombres del arte son los más impactantes, él pertenece a ese espacio, con la clave única de que representa lo plebeyo. No hay otro que le pueda hacer sombra”.

A la vez, Alabarces destaca la coexistencia entre la trayectoria deportiva y el clima de época: “Mientras que Pelé es el último ídolo mundial, Maradona es el primer héroe global del deporte; Maradona es un héroe de la globalización. Cuando en 1994 lo sacan del estadio, eso lo sufrieron en Bangladesh, en Argentina y en Europa”. Pero además, el análisis sobre su figura no tiene solamente una dimensión internacional sino, especialmente, una lectura de lo argentino: “Maradona es perfecto como símbolo peronista: nacional, popular y plebeyo. Es un exceso de peronismo que aparece en los momentos en los que el peronismo se repliega: cuando el peronismo es perseguido por la dictadura, cuando pierde con el alfonsinismo, o cuando se transforma en el menemismo. Es lo más peronista que le queda al peronismo en esos 20 años”. Si, según Alabarces, a partir de los 2000 asistimos a una decadencia de Maradona en tanto constructor de significados, eso no alteró su simbología: “Él representaba el símbolo de que podíamos volver a ser felices… como en el 86. Por un momento pensamos que podíamos volver a ser felices. Y la clave en eso es él”. 

Esa es exactamente la sensación que tiene el fotógrafo Eduardo Longoni cuando mira su foto más famosa: la que sacó el 22 de junio de 1986 cuando Diego se bate cuerpo a cuerpo -con alturas muy disímiles- con el arquero Peter Shilton y antepone su mano para convertir uno de los dos goles más famosos de la historia: “Me encantaría volver el tiempo atrás y que eso estuviera siendo ahora, que él fuera joven y yo también y que estuviera vivo”, dice Longoni. “Tengo esa sensación. Tengo ganas de volver a ese tiempo que fue mágico, vital, y por otro lado, creo que ese tal vez es el último momento en que todos los argentinos, sin importar la condición social y la condición política, estuvimos felices y sonreímos al mismo tiempo”. Aquel día, le tocó estar en el momento justo y en el lugar indicado -cerca del palo izquierdo del arco inglés-:  “Ese día yo llegué tarde y entonces me acomodé como pude, en un lugar que no era muy bueno para sacar fotos. Pero a veces de un error -no haber calculado bien el tránsito del DF-, puede salir algo así. Esas pinceladas sucedieron muy cerca mío”. 

La construcción de Maradona como leyenda fue tallada, en parte, con productos de la cultura popular, desde libros hasta canciones y películas que lo tienen como protagonista, inspiración o le rinden homenaje (como Juventud, de Paolo Sorrentino). Maradona por Kusturica (2008) es un documental que busca retratar cómo es ser una leyenda todos los días, su adicción a la cocaína, la relación con sus hijas, así como su cercanía con líderes políticos latinoamericanos como Fidel Castro o Hugo Chávez.

Una de las productoras del film, Paula Vaccaro, cuenta que no fue fácil convencer a Diego de hacer el documental: “Maradona no sabía quién era Kusturica en el primer momento. Él se acababa de hacer el by-pass gástrico. Claudia me atendía muy amable y me decía que no, que no creía que le interesara. Entonces después de mucho hablar por teléfono yo sentí que tenía que ir a verla a Buenos Aires. Fui a esperarla a su departamento de Devoto, Claudia me hizo pasar, me hizo mate y charlamos un montón. Yo le dejé la película Gato negro, gato blanco y le pedí que por favor la viera con Diego”, cuenta Vaccaro. En este clásico del cine, cada vez que el protagonista logra que le salga algo que quiere festeja gritando “Maradona!”. “A los pocos días me llama y me dice ´Diego la vio y le encantó´. Ahí me di cuenta de que teníamos una chance”.

Kusturica viajó a Buenos Aires y en el encuentro con Maradona hubo un entendimiento instantáneo. “Fue amor a primera vista. Y Diego se la tomó como su película y se la puso al hombro. Durante la producción de la película, que duró cuatro años, me di cuenta de que Diego no sólo era la persona más famosa del mundo, sino la que generaba más locura en la gente. Lo que vi con Diego no lo vi jamás”, recuerda Vaccaro, e ilustra su relato con aguafuertes de la alfombra roja en Cannes. “Diego estaba feliz. Cuando llegó a la alfombra roja me mira y me dice: '¡Acá hay más fotógrafos que en México 86! Se besó la cruz que llevaba colgada, nos miró a todos, y entramos, como si él nos estuviera dirigiendo hacia adentro de la cancha”. 

Si Maradona fue sublime adentro de la cancha, está claro que su figura fue forjada por una trayectoria biográfica en la que conviven hazañas deportivas, extra deportivas y también una simbología contundente alrededor suyo. El investigador Pablo Alabarces, especialista en sociología de la cultura, tituló su tesis doctoral Fútbol y patria y una vez publicada tuvo en la portada a la persona que mejor condensaba y resignificaba ese cruce como nadie: Diego Armando Maradona. “Si aceptamos que hay una entelequia a la que pomposamente llamamos cultura nacional, en la que los nombres del arte son los más impactantes, él pertenece a ese espacio, con la clave única de que representa lo plebeyo. No hay otro que le pueda hacer sombra”.

A la vez, Alabarces destaca la coexistencia entre la trayectoria deportiva y el clima de época: “Mientras que Pelé es el último ídolo mundial, Maradona es el primer héroe global del deporte; Maradona es un héroe de la globalización. Cuando en 1994 lo sacan del estadio, eso lo sufrieron en Bangladesh, en Argentina y en Europa”. Pero además, el análisis sobre su figura no tiene solamente una dimensión internacional sino, especialmente, una lectura de lo argentino: “Maradona es perfecto como símbolo peronista: nacional, popular y plebeyo. Es un exceso de peronismo que aparece en los momentos en los que el peronismo se repliega: cuando el peronismo es perseguido por la dictadura, cuando pierde con el alfonsinismo, o cuando se transforma en el menemismo. Es lo más peronista que le queda al peronismo en esos 20 años”. Si, según Alabarces, a partir de los 2000 asistimos a una decadencia de Maradona en tanto constructor de significados, eso no alteró su simbología: “Él representaba el símbolo de que podíamos volver a ser felices… como en el 86. Por un momento pensamos que podíamos volver a ser felices. Y la clave en eso es él”.