Un espacio en el que está implicada toda la redacción de eldiario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Puedes escribirnos a micromachismos@eldiario.es para contarnos tus experiencias de machismo cotidiano.
Soy nutricionista y hay hombres que utilizan mi agenda laboral para intentar quedar conmigo
Llevo más de quince años dedicándome a la nutrición y, desde hace ocho, tengo mi propia consulta. Antes de trabajar como nutricionista lo hice como azafata de eventos, recepcionista, dependienta y en un sinfín de empleos que me permitían ganar dinero para seguir estudiando. Pensaba que cuando ejerciese de nutricionista me respetarían más, tendría más autoridad y por fin dejaría de tener que aguantar esas faltas de respeto, pero nada más lejos de la realidad. En todos los ámbitos en los que he trabajado, los hombres me han hecho sentir incómoda y pequeña.
Mi físico ha sido una manera de valorar mi trabajo, porque soy mujer y, además, nutricionista. El combo perfecto para la cultura de la dieta y para la crítica. Una vez, en consulta con un paciente, comentando sus hábitos y cómo establecer herramientas para mejorar su salud, me soltó, y es literal: “Claro, tú estás así porque vives de tu cuerpo”. En otros momentos de mi vida no hubiera sabido qué decir, pero aquí no, le contesté con una sonrisa: “Yo vivo de mi cabeza y de mi trabajo, nunca he vivido de mi cuerpo”.
Siempre he tenido consulta presencial hasta el 2020; después, la pasé solo a modalidad online. En presencial, he dejado de atender a pacientes porque me hacían sentir tremendamente incómoda durante la consulta, todo el rato intentando ligar y con comentarios totalmente fuera de lugar. En esos momentos no me atreví a decir nada, al final llevo toda la vida callando. Como mujer, la indefensión aprendida está ahí. He quitado importancia a situaciones muy duras, ¿cómo no iba a hacerlo en esta ocasión y encima en un contexto laboral? Así que, en esas circunstancias, optaba por dejar de atenderles con una excusa banal, pero al menos me sentía a salvo en mi propio puesto de trabajo, que, para colmo, había creado yo.
Dispongo de una agenda virtual desde la que mis pacientes pueden coger la cita. No falla, cuando la comparto por Instagram y se ven los huecos que quedan libres, aparece un señor increíblemente gracioso que me escribe por mensaje privado para decirme que le viene bien tal día a las 13:00 horas para tomarnos unas cañas. Esta actitud, esa muestra de que su dinero puede comprar mi compañía, no es una anécdota, sino que se ha repetido muchas veces. Ahora lo comparto en redes para que la vergüenza la pase él y no yo. Lo digo y lo reitero por aquí: es una actitud de total falta de respeto hacia mí y hacia mi trabajo. Por supuesto, cuando expongo este comportamiento, siempre me responden con que es una broma, que ya no se puede decir nada... Es cierto, pero es que nunca debiste decir cosas así, y yo no me voy a callar.
Otra cosa muy curiosa es que la carrera de nutrición y el ciclo de formación profesional son cursados principalmente por mujeres. No sé si en mi clase había más de diez chicos, y hablo de la Universidad Complutense de Madrid. Pues solo hay que echar un ojo a los medios para ver que los nutricionistas más conocidos de este país son hombres. ¿Pero de dónde salen, si no hay tantos? Estoy segura de que si te pregunto a cuántos nutricionistas conoces, la mayoría de los nombres que te vienen a la cabeza son masculinos, en una profesión en la que el 90% somos mujeres. Por supuesto, hablan de todo, no importa si no están especializados en ello, o si quizás ese tema sería mejor abordado por alguna de sus compañeras. Pero no se echan a un lado, ni siquiera los más aliados. Para adelante con todo, eso sí, en Twitter e Instagram, activistas de pro.
Cada vez que una empresa se pone en contacto conmigo, ya sea telefónicamente o por correo electrónico, lo hacen hablando en masculino. La verdad es que no sé qué les hace suponer que en una empresa que se llama “Se come como se vive” y cuya cabeza visible es una mujer (yo, Azahara Nieto), la gestión esté a cargo de un hombre. Mi imagen es la que se ve y no aparece ningún señor por ningún sitio. ¿Por qué no escriben en femenino, preguntando directamente por mí? Es más probable que detrás de una empresa liderada por una mujer, esté una mujer.
Las mujeres no tenemos más altos cargos ni llegamos más lejos porque, principalmente, no nos han dejado nunca, o porque hemos tenido que renunciar para cuidar a vuestros hijos. Así que empezad a haceros a la idea de que, si la cara visible de la empresa es una mujer, es porque ella es la jefa.
La verdad es que me encantaría saber qué es trabajar sin que nadie venga a explicarte temas en los que no está especializado, a robarte las ideas y contártelas como si fueran suyas, haciéndote sentir siempre insuficiente y como un trozo de carne. Supongo que eso es a lo que llaman “excelente ambiente de trabajo”.
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Llevo más de quince años dedicándome a la nutrición y, desde hace ocho, tengo mi propia consulta. Antes de trabajar como nutricionista lo hice como azafata de eventos, recepcionista, dependienta y en un sinfín de empleos que me permitían ganar dinero para seguir estudiando. Pensaba que cuando ejerciese de nutricionista me respetarían más, tendría más autoridad y por fin dejaría de tener que aguantar esas faltas de respeto, pero nada más lejos de la realidad. En todos los ámbitos en los que he trabajado, los hombres me han hecho sentir incómoda y pequeña.
Mi físico ha sido una manera de valorar mi trabajo, porque soy mujer y, además, nutricionista. El combo perfecto para la cultura de la dieta y para la crítica. Una vez, en consulta con un paciente, comentando sus hábitos y cómo establecer herramientas para mejorar su salud, me soltó, y es literal: “Claro, tú estás así porque vives de tu cuerpo”. En otros momentos de mi vida no hubiera sabido qué decir, pero aquí no, le contesté con una sonrisa: “Yo vivo de mi cabeza y de mi trabajo, nunca he vivido de mi cuerpo”.