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La humanidad con la cara tapada y los zoos sin caretas

La insostenible existencia de los zoos queda de manifiesto una vez más durante la pandemia de la COVID-19. Ya han superado la fase de pedir donativos y financiación con dinero público, a los pocos días del confinamiento, para pasar a la fase de amenazar con hacer que unos animales se coman a otros si la ayuda financiera no llega. O de aplicarles “eutanasia” (que en el caso de los zoos no es tal, salvo en muy contadas ocasiones). Parece un mensaje de la mafia: “Si no me paga lo que le pido los mataremos a todos”.

Decimos esto porque el lobby de la EAZA y la WAZA, representado esta vez por el zoológico de Neumünster, ha declarado, en boca de su directora, Verena Kaspari, que algunos animales de “su” zoo sobrevivirán porque les darán a otros como alimento, y que, textual, “hemos enumerado a los animales que vamos a sacrificar primero”. Todo esto mientras el conjunto de zoos alemanes reclama al Gobierno un fondo de 100 millones de euros. Insostenibles en lo económico, insoportables en cinismo, al haber declarado tantas veces, demasiadas, que los únicos lugares donde los animales están seguros frente a los cazadores y otros peligros de la naturaleza son sus predios de cemento y piedras falsas, donde los animales enloquecen y se deprimen por el confinamiento (tal como pasa a muchos humanos en la actualidad, sería un buen momento para ejercitar nuestra capacidad de empatía).

Nos cuesta aún entender en qué segmento del paradigma de los zoológicos entraría esta gestión de la muerte: ¿educación, investigación o conservación? Es tal la hipocresía que basta visitar la web del zoo de Neumünster, donde se puede leer que se autoproclama como “un hogar amigable con los animales” y donde dicen que su lema es “Educación a través de la emoción”. No se sabe cómo encajar el lema en las decisiones que están tomando, a no ser que se apele a las emociones que experimentan los cazadores al elegir su víctima (por cierto, otro de los colectivos que se suben al mismo tren, afirmando que realizan una actividad imprescindible en la protección de la biodiversidad).

Los animales de los zoos, comiéndose entre ellos

Si algún día vuelve la normalidad (que esperemos no se parezca mucho a la anterior) y los zoos reabren sus puertas, ¿alguno de los visitantes sería capaz de darse cuenta de cuáles son los animales que faltan en sus recintos? La respuesta, nos atrevemos a afirmar, es un rotundo no. Porque quienes serán ejecutados para convertirse en alimento de otras especies no estarán dentro de los individuos de la catalogada por los zoos como “fauna carismática”.

Nadie matará a un delfín, un elefante, un orangután, gorila o chimpancé. Matarán individuos de las especies que no han tenido la fortuna de ser declarados como carismáticos, o dicho de otra manera, los animales que no son considerados de interés comercial porque no despiertan el interés de un público adormecido, que paga entradas y consume productos con aceite de palma, o porque no son de interés ni para los propios zoológicos, que no están interesados en intercambios de algunas especies por las que no se tiene ni la más mínima consideración moral.

¿O acaso alguien es capaz de individualizar a cada miembro de los coipus que pasan sus vidas confinados en los zoos? ¿O de los perritos de la pradera? ¿O de los ciervos? Da igual si un recinto tienen un día 60 individuos de estas especies, o 50, o 30. Nadie notaría la diferencia. De hecho, ya pasaba antes de la pandemia: el culling se aplica sistemáticamente sobre estas poblaciones, aplicando la muerte intencional selectiva de algunos individuos cuando ya son muchos. Lo hemos visto en otros miembros de la EAZA y la WAZA, como, por ejemplo, el Zoo de Barcelona.

Pero esta vez el mensaje los zoos es explícito, alto y claro para que no queden dudas: si no les pagan los van a matar a todos. Los métodos de este lobby en todo su esplendor, demostrando lo que es: un negocio sucio y miserable.

La insostenible existencia de los zoos queda de manifiesto una vez más durante la pandemia de la COVID-19. Ya han superado la fase de pedir donativos y financiación con dinero público, a los pocos días del confinamiento, para pasar a la fase de amenazar con hacer que unos animales se coman a otros si la ayuda financiera no llega. O de aplicarles “eutanasia” (que en el caso de los zoos no es tal, salvo en muy contadas ocasiones). Parece un mensaje de la mafia: “Si no me paga lo que le pido los mataremos a todos”.

Decimos esto porque el lobby de la EAZA y la WAZA, representado esta vez por el zoológico de Neumünster, ha declarado, en boca de su directora, Verena Kaspari, que algunos animales de “su” zoo sobrevivirán porque les darán a otros como alimento, y que, textual, “hemos enumerado a los animales que vamos a sacrificar primero”. Todo esto mientras el conjunto de zoos alemanes reclama al Gobierno un fondo de 100 millones de euros. Insostenibles en lo económico, insoportables en cinismo, al haber declarado tantas veces, demasiadas, que los únicos lugares donde los animales están seguros frente a los cazadores y otros peligros de la naturaleza son sus predios de cemento y piedras falsas, donde los animales enloquecen y se deprimen por el confinamiento (tal como pasa a muchos humanos en la actualidad, sería un buen momento para ejercitar nuestra capacidad de empatía).