El uso de animales en todo tipo de actividad de ocio es habitual, y el periodo navideño no escapa a los golpes de efecto que algunos alcaldes y alcaldesas pretenden dar, alquilando toda suerte de seres exóticos para lograr noticias positivas en los medios de comunicación. Pero se equivocan.
En los tres últimos años, el debate abierto sobre la sintiencia de los animales y el cumplimiento de las mínimas garantías de protección y libertad, así como su explotación, ha llegado a las Cabalgatas y desfiles navideños. En Ourense, por ejemplo, la polémica estalló en las semanas finales de 2019, cuando el gobierno local decidió contratar a una conocida empresa para pasear a varios renos atados por las calles del municipio. Los mamíferos tuvieron que soportar el bullicio, los gritos, los flashes de las cámaras, los tocamientos de adultos y menores, la música ensordecedora de los acompañantes y la indiferencia de los gobernantes. El Ayuntamiento de Ourense ha vuelto a alquilar animales, esta vez dromedarios, en su última cabalgata, cosechando nuevamente críticas perfectamente fundadas en la postura veterinaria: los animales son sometidos a un estrés innecesario y se les coloca en espacios radicalmente ajenos a sus hábitats naturales.
El caso de Ourense no es el único. Medina del Campo es otro ejemplo perfecto de la cosificación de los animales para el interés partidista. Su alcalde, además de ensalzar la presencia de numerosas especies sobre el asfalto -desde ocas hasta un elefante-, no duda tampoco en ejercer bloqueos en redes sociales. Lo mismo, para que nos entendamos, que impedir el acceso a un cargo público por no pensar como él. El concepto de democracia participativa, del derecho a la crítica, es segado en los espacios virtuales y abre peligrosos precedentes.
Si bien estos alcaldes -el de Ourense o el de Medina, y también el de Madrid- promueven la crueldad como fiesta, no se quedan atrás las decisiones de sus colegas en otras partes del Estado español. Tampoco son especialmente transparentes en relación al uso del dinero público para estos espectáculos, puesto que ninguno ha dado las cifras reales gastadas, aunque ciertos medios de comunicación señalan que solo los tres dromedarios habrían costado 12.000 euros a las arcas ourensanas. Y todo para generar una publicidad negativa de la ciudad. Costosa acción de mercadotecnia.
La imagen que reciben las niñas y niños de estos animales es una caricatura, una simplificación de su comportamiento mientras son exhibidos por las calles con disfraces, con un refuerzo positivo de los integrantes del desfile y sin ninguna posibilidad de entender la situación que sufren.
Tampoco podemos olvidar los riesgos que entraña su uso: este año se han difundido escenas de peligro real para los animales, los trabajadores y el público. Imágenes que han tenido un impacto importante en redes sociales, desde el caballo que muere por una parada cardíaca en Valls (Cataluña), el camello que se derrumba en Elda (Comunidad Valenciana) y que pudo haberse lesionado de gravedade, al lanzamiento de petardos al paso de caballos en Tres Cantos (Madrid), que provocó el terror de las personas congregadas allí, que vieron cómo el équido se les echaba encima a causa del miedo que sintió por el estruendo.
No todo son malas noticias
Decía al comienzo de este artículo que el debate se había abierto, que se estaba profundizando en él y que se están logrando cambios interesantes. El que puedo destacar, por cercanía geográfica, es el de Pontevedra. Por primera vez en muchos años, la cabalgata no incluyó animales. Esto es una buena noticia para quienes llevamos años defendiendo desfiles sin fauna explotada, y sin duda anima a avanzar en otras localidades.
Un movimiento importante ha sido la carta abierta firmada por un centenar de personalidades de la Cultura y las Artes Escénicas, junto a la Fundación Franz Weber, avalando fiestas que no impliquen sufrimiento animal, reclamando al conjunto de ayuntamientos una perspectiva más inclusiva y amable de los desfiles. Aunque algunos cargos electos no se han sentido interpelados, otros sí apoyan la misiva y su contenido, lo que es un paso muy, muy importante.
En este sentido, más de 75.000 firmas en la plataforma Change.org se suman a Carlos Bardem, Fernando Tejero, Nathalie Poza o Nuria Gago bajo el título 'Cabalgatas éticas y seguras'. Porque ahora es el momento de dejar estas prácticas en los libros de Historia, no en las páginas de sucesos de los periódicos.
El uso de animales en todo tipo de actividad de ocio es habitual, y el periodo navideño no escapa a los golpes de efecto que algunos alcaldes y alcaldesas pretenden dar, alquilando toda suerte de seres exóticos para lograr noticias positivas en los medios de comunicación. Pero se equivocan.
En los tres últimos años, el debate abierto sobre la sintiencia de los animales y el cumplimiento de las mínimas garantías de protección y libertad, así como su explotación, ha llegado a las Cabalgatas y desfiles navideños. En Ourense, por ejemplo, la polémica estalló en las semanas finales de 2019, cuando el gobierno local decidió contratar a una conocida empresa para pasear a varios renos atados por las calles del municipio. Los mamíferos tuvieron que soportar el bullicio, los gritos, los flashes de las cámaras, los tocamientos de adultos y menores, la música ensordecedora de los acompañantes y la indiferencia de los gobernantes. El Ayuntamiento de Ourense ha vuelto a alquilar animales, esta vez dromedarios, en su última cabalgata, cosechando nuevamente críticas perfectamente fundadas en la postura veterinaria: los animales son sometidos a un estrés innecesario y se les coloca en espacios radicalmente ajenos a sus hábitats naturales.