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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Desmontando la experimentación animal

Mono en Vivotecnia
16 de diciembre de 2023 06:01 h

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Los centros de explotación animal tienen formas diferentes y se localizan en lugares distintos según la conveniencia. Muchos están a las afueras, otros están a nuestro alrededor, en las ciudades, en el interior de edificios que a primera vista jamás pensaríamos que el horror habita en su interior. Pero lo que todos tienen en común es que son opacos, de difícil acceso, ocultos a los ojos de la sociedad y encubiertos para que no veamos la crueldad que se practica en ellos. Los laboratorios donde se experimenta con animales se cubren además con un halo de conocimiento, avance y desarrollo para justificar que ese daño es un mal necesario para nuestro progreso como especie.

Desde el activismo por la defensa de los demás animales cuestionar este ámbito de la explotación animal es algo que da vértigo, inseguridad y miedo por la falta de conocimiento que se puede tener del ámbito científico, el hermetismo de la propia industria de la experimentación y la falta de información que aportan para poder ser refutada y contrastada. Por eso, es una suerte, casi un milagro y una oportunidad única cada vez que activistas consiguen infiltrarse en un mundo tan complejo y compartir toda la información que han conseguido desde dentro. En el caso del Estado español tenemos las imágenes obtenidas por Carlota Saorsa en el laboratorio Vivotecnia de Tres Cantos en Madrid. Pero si miramos al país vecino, tenemos el caso de Audrey Jougla, quien estuvo infiltrada durante más de un año en varios laboratorios franceses, tanto públicos como privados, y que compartió toda la información de su investigación en un ensayo publicado en 2015 bajo el título Profesión: animal “en” laboratorio, recientemente traducido al castellano por la editorial Ochodoscuatro Ediciones.

Audrey Jougla es, además de ensayista y profesora de filosofía, fundadora de Animal Testing France, una asociación que trabaja activamente para desmontar el entramado de la experimentación animal con investigaciones desde el interior de la propia industria, concienciando a la sociedad con campañas que muestran lo que realmente ocurre en los laboratorios y difundiendo un modelo de ciencia basado en la ética y el respeto hacia los demás animales.

El trabajo de estas dos activistas que han abierto las puertas de los laboratorios converge en la campaña Cerremos Vivotecnia por los Animales que desde hace un año está llevando a cabo la Asamblea Antiespecista de Madrid. Un año de campaña, trabajos y esfuerzos que, a falta de celebrar victorias, proponían una jornada de formación con la investigadora francesa en un encuentro por videollamada en la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid.

La propuesta de acercamiento por parte de la Asamblea al conocimiento y experiencia de Jougla y la asociación francesa que dirige es una gran oportunidad para aprender y armarse de herramientas que permiten luchar como activistas capaces de confrontar el discurso de los explotadores que conforman este negocio.

Desde el principio de las 3 R (Reducción, Refinamiento y Reemplazo), como estrategia de marketing, a los comités éticos de las empresas que supuestamente velan por los animales, como lavado de cara, pasando por las normativas europeas vigentes o el trasfondo económico que mueve los intereses por los experimentos en animales, Jougla va desmontando el mito de la experimentación animal, demostrando que no es lo que nos quieren hacer creer. Lejos del concepto de ciencia que tenemos en mente cuando pensamos en un científico con bata blanca que trabaja en pos del desarrollo y el avance, en la entrevista con Jougla descubrimos cómo detrás de toda esa imagen pulcra y aséptica lo que realmente prevalece son los intereses comerciales. La utilización del modelo animal como recurso para conseguir financiación es una de las claves para empezar a desenredar el discurso de vivisectores, que realizan estudios que parten de la subjetividad, ya que la elección a propósito de ciertas especies de animales favorece los resultados a los que quieren llegar, algo totalmente contrario a la esencia misma de la ciencia, que parte de la premisa de la objetividad como base de su cometido.

 Si la ciencia es portadora de conocimiento, en el caso de la experimentación animal es todo un misterio porque los resultados de experimentos realizados en animales no se comparten y porque se desconocen los casos de fracaso. Jougla pone el foco en cómo el resultado del mismo experimento en distintos lugares y laboratorios, realizado en seres humanos (los experimentos con seres humanos siempre se realizan con el consentimiento de la persona, a diferencia de los experimentos en otros animales), sí es compartido, pero en el caso de otros animales nunca se produce ese trasvase de información. Esa ausencia de información beneficia a toda la industria de la experimentación. Incluso cuando un producto de limpieza o de higiene ha sido experimentado previamente en un animal no suelen decirlo en los envases del producto porque saben que nadie lo compraría.

Hablan de saber y conocimiento, pero su estrategia se basa en que la gente ignore y no conozca la realidad, ocultando lo que hay detrás de sus investigaciones y haciendo del campo científico algo más hermético e indescifrable de lo que ya es, alejándolo de la comprensión general para cualquier persona. La ciencia es también sinónimo de progreso y avance, pero desde el ámbito de la experimentación animal se han quedado anclados en el pasado con métodos arcaicos que se mantienen por la inercia de seguir trabajando como hasta ahora se ha hecho, algo contradictorio a los principios de la innovación y el desarrollo que defiende la ciencia. El futuro está en las alternativas a la experimentación animal, pero para ello hay que apostar por esas vías, algo que todavía queda como puerta abierta y opcional, en lugar de ser algo obligatorio como reclama Jougla.

El testimonio y la información obtenida de forma encubierta desde dentro de la industria dista de la imagen que proyectan hacia fuera los agentes que dan forma a este negocio basado en la explotación animal. Basan sus esfuerzos en esconder lo que infligen a los demás animales, limpian su imagen hablando de investigación cuando en realidad se trata de un sucio negocio y se amparan en normativas que les respaldan. Pero más allá de un dentro o fuera de los muros de los laboratorios, cada día hay más pruebas que demuestran que la experimentación animal jamás podrá ir de la mano de la ética. Para Jougla no cabe la negociación con los vivisectores, ya que, en el debate por una ciencia con unos principios éticos sin explotación animal, los vivisectores siempre intentan llevar el discurso a su terreno.

La experimentación animal no terminará de forma repentina, y millones de animales van a continuar muriendo mientras existen alternativas, a pesar de que los vivisectores siguen defendiendo que su modelo de ciencia es el único posible. Pero estamos seguras de que no dejarán de llegar imágenes, informes y documentos que desmonten su industria, construida en los cimientos del sufrimiento y el dolor. Aprender, leer y conocer cómo funciona su entramado nos ayudará a demoler ese gran negocio que es la experimentación animal.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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