Con sólo 42 años, la biografía de Jan Bredack da para una película. Nacido en la antigua RDA, antes de cumplir la treintena ya ostentaba un alto cargo ejecutivo en la multinacional del automóvil Daimler-Benz (Mercedes) y había emprendido varios negocios con éxito. Viajaba sin parar, trabajaba 18 horas al día, soportaba la presión propia de las grandes corporaciones, ganaba una fortura y sus coches último modelo eran la envidia de sus vecinos. Una profunda crisis personal le llevó a replantearse su vida y de ahí surgió Veganz, la primera cadena europea de supermercados veganos.
“En septiembre del 2008 me hice vegetariano, de un día para otro”, relata Bredack en su libro Vegan für Alle: “Hasta entonces me había reído de todos aquellos que querían mejorar el mundo. Animalistas, vegetarianos, veganos, para mí eran locos, alejados de la realidad, que se colocaban en las esquinas portando fotos de bebés de foca muertos. Mis amigos y yo hacíamos bromas sobre ellos y nos íbamos al restaurante más cercano a comernos una chuleta sangrienta”.
Separado de su primera esposa y al límite de sus fuerzas desde el punto de vista profesional, Jan se enamoró de Hanna. Era su primera cita y salieron a cenar. Ella pidió ensalada, él pechuga de pollo. Ella mencionó que era vegetariana porque prefería evitar hacer daño a los animales. “La miré, miré mi plato y, por primera vez en mi vida, fui consciente de que el trozo de carne que había en él era de verdad de un animal. Fui consciente de que, si queríamos comer animales, alguien tenía que matarlos. Nunca me lo había planteado cuando me comía una chuleta”. “Es cierto”, dije, “y me sentí muy poco cool. ¿Por qué no lo había pensado antes?”.
Al final de aquella cena Bredack tomó la que sería “la mejor decisión de su vida”: hacerse vegetariano. A partir de ahí, el veganismo fue una evolución lógica.
La cadena de supermercados Veganz cuenta ya con 5 tiendas en Alemania (la sexta, en Leipzig, se inaugurará próximamente), una en Austria y una en la República Checa, y sus planes de expansión son imparables: “Queremos abrir 20 tiendas en los próximos 5 años”. Absolutamente todo lo que se vende en Veganz, unas 6000 referencias, es vegano. Desde queso hasta condones, pasando por pasteles, pienso, salchichas o yogures, todo lo que se encuentra en sus estanterías está libre de crueldad.
Sin embargo, un 80% de los clientes de Veganz no son veganos. Algunos sufren alergias, otros quieren alternativas saludables y muchos buscan productos diferentes que sólo encuentran allí. Todos son bienvenidos, incluso si llevan un abrigo de piel. “Yo no llamo asesino a nadie que coma animales. No creo que a nadie que coma carne le guste matar. No vengo a evangelizar a la gente, pero sí me gustaría inspirarles”.
Hasta hace poco tiempo, el veganismo era en Alemania cosa de una minoría comprometida, que expresaba también su protesta social y política por esta vía. Para algunos de ellos, Jan Bredack es el enemigo capitalista, cuyas tiendas son demasiado pijas y comerciales. “Los inversores necesarios para todas esas aperturas no son vegetarianos o veganos por convicción. Invierten en este mercado, porque creen que tendrán beneficios rentables. Pero esa es la única manera, creo yo, de llevar el veganismo de una élite minoritaria a un fenómeno de masas.”
“Me rebelo contra la opinión generalizada de que el veganismo se trata del bienestar, la protección y la explotación de los animales. Eso es cierto, pero es una verdad a medias. La cosa es mucho más profunda, todo está relacionado. Tenemos que empezar a cambiar nuestra mentalidad si queremos sobrevivir como especie. Y el primer paso para ello es una alimentación ética y sana. Esta es la clave para una nueva conciencia.”
Hijo de un traductor de ruso y formador de agentes de la Stasi en la Alemania del Este, Jan entró de lleno en el sistema capitalista trabajando para Daimler-Benz. En su biografía, Bredack habla con enorme franqueza sobre el trabajo sucio que solía realizar, poniendo contra las cuerdas a aquellos trabajadores que debían ser despedidos con la menor indemnización posible. “Había muchas maneras de acabar con un empleado. Se le podía hacer andar en círculos hasta volverlo loco. Se le podía atar en corto y cuestionar todo lo que decía y hacía. Empezaba a perder su poder, y eso lo olían sus subordinados. Pronto comenzaban a trabajar contra él: al fin y al cabo, todos querían ascender. Una vez que estaba derrotado y muerto de miedo, se le ofrecía una indemnización. No tardaba mucho en firmar”.
Marcado por sus experiencias pasadas, Bredack trata de establecer un sistema de valores en Veganz que respete a todos. “Quiero crear un clima de trabajo en el que no exista el miedo ni salarios por debajo del nivel de existencia. Entiendo el veganismo como un enfoque vital positivo, y mi negocio no puede ser a costa de otros. Mi objetivo es dar a todos los implicados la posibilidad de vivir de forma digna. A aquellos que plantan y producen la mercancía, a aquellos que la distribuyen y a aquellos que la colocan en la cesta de nuestros clientes en las tiendas. No debería haber ningún perdedor en la cadena, esta es la exigencia con la que hemos iniciado Veganz. No sé si podremos imponernos ni si tendremos éxito con ello, puede que un día fracasemos. Pero podré decir que al menos lo he intentado”.
“No me interpreten mal, yo no soy la Madre Teresa. Sólo soy alguien que conoce el sistema y lo aprovecha. Mi motivación personal no es el dinero. Multiplicar el capital sólo es el camino hacia el objetivo. Yo he sido millonario y sé que el dinero no me hace feliz. Todo lo contrario.”
Con sólo 42 años, la biografía de Jan Bredack da para una película. Nacido en la antigua RDA, antes de cumplir la treintena ya ostentaba un alto cargo ejecutivo en la multinacional del automóvil Daimler-Benz (Mercedes) y había emprendido varios negocios con éxito. Viajaba sin parar, trabajaba 18 horas al día, soportaba la presión propia de las grandes corporaciones, ganaba una fortura y sus coches último modelo eran la envidia de sus vecinos. Una profunda crisis personal le llevó a replantearse su vida y de ahí surgió Veganz, la primera cadena europea de supermercados veganos.
“En septiembre del 2008 me hice vegetariano, de un día para otro”, relata Bredack en su libro Vegan für Alle: “Hasta entonces me había reído de todos aquellos que querían mejorar el mundo. Animalistas, vegetarianos, veganos, para mí eran locos, alejados de la realidad, que se colocaban en las esquinas portando fotos de bebés de foca muertos. Mis amigos y yo hacíamos bromas sobre ellos y nos íbamos al restaurante más cercano a comernos una chuleta sangrienta”.