Opinión y blogs

Sobre este blog

Gunda, vida y muerte de un animal de granja

2 de junio de 2021 06:00 h

0

Una cerda de granja da a luz a una docena de bebés; una gallina coja se pasea libre, feliz y a saltos por un campo vallado; un grupo de vacas corretea, toma el sol y pasta por un prado. Pero la vida tranquila de este grupo de animales, retratada sin narración ni música, en blanco y negro, acaba de un zarpazo, cuando nos damos cuenta de que la entera camada de cerditos que hemos visto nacer y crecer son secuestrados para convertirse en muerte. No es Bambi ni Disney: esta es una historia real.

Esta semana se estrena en España Gunda, el esperadísimo documental de Victor Kossakovsky, tras su paso por la edición de este año del festival DocsBarcelona. La película, que ha contado con la producción ejecutiva de Joaquim Phoenix, lleva más de un año cosechando aplausos desde su estreno en la Berlinale 2020, y se trata de una aproximación poética, emotiva pero realista a la cruda realidad de animales maravillosos como las gallinas, las vacas y los cerdos, que enternecen a todos, hasta que son raptados, asesinados y despiezados para el consumo humano. 

Existen motivos para el entusiasmo con la llegada a salas de un documental así. Para empezar, porque se trata de una propuesta cinematográfica de calidad, coproducida por algunas de las entidades y cadenas de televisión más destacadas a la hora de crear cine con ambiciones sociales. Segundo, el director es un creador de cine basado en la realidad, amado por festivales y cinéfilos, no solamente por su lado animalista y combativo, sino por su trabajo creativo como narrador de historias poéticas, contemplativas, filosóficas y humanistas. Tercero, necesitamos películas que apelen directamente a la empatía de todos (incluidos los carnívoros, tal vez los que más), con un discurso que desde el amor y el respeto pueda conducir a la movilización y la acción política.

Todo esto, sumado, convierte a Gunda en un acontecimiento social y cultural, sobre todo por su presencia en salas de cine: el mejor contexto posible para vivir acompañados su historia, con toda nuestra atención puesta, para comentar inmediatamente después sus argumentos, las emociones, y tal vez animar a otros a entender y adherirse a lo que nos une a más y más personas: el amor por los animales no humanos, su respeto, su conocimiento, y el fin de su opresión.

Un ser humano pide perdón

Victor Kossakovsky es un director de cine documental tranquilo, susurrante, no sólo en imágenes sino también cuando habla. No lo encontraréis enfadado, beligerante, lidiando con broncas, trols  e hilos salvajes en Twitter. Su propósito humanista es claro, y en una reciente entrevista lo explicaba muy bien: “No puedo convencer a la gente que pare de matar y torturar animales, cuando todavía seguimos matando gente, torturando, abusando, así que lo único que puedo es hacer películas, para disculparme como ser humano”.

Una disculpa cinematográfica que le ha llevado años de persistencia, puesto que nadie inicialmente quería apoyar la financiación de este documental. Así que, cuando logró convencer a su productora de que había que ser valientes y hacerla, lo primero que necesitaron hacer fue investigar y localizar a los animales que ayudarían a entender el mensaje antiespecista del film, y las localizaciones de rodaje. Un proceso de varios meses que también le trajo a santuarios españoles, aunque al final encontró a su protagonista y el nombre-título del film en una granja escandinava. 

Gunda es el nombre de la gallina de una pata que aparece en una parte del documental, y que Kossakovsky encontró en la primera granja que visitaron en Noruega. Nada más verla, supieron que sería una parte importante del film, y que además le daría su enigmático título. Tal vez algo extraño, puesto que la cerda y su camada de recién nacidos que vemos y seguimos desde el inicio de la historia, y además la imagen del cartel de la película, son los auténticos protagonistas. El director pensaba (inicialmente) titular la película Trinidad, en el sentido religioso cristiano del término (padre, hijo, y espíritu santo), puesto que el documental muestra tres historias paralelas. Pero además, porque esas tres especies animales escogidas para Gunda son las que se crían y matan mayoritariamente en granjas: pollos, vacas y cerdos. Por algún motivo, ese (acertadísimo) título se descartó. No sabemos si productores, distribuidores y entes televisivos encontraban demasiado controvertido usar ese término, en tiempos en los que un paso en falso puede acabar con la vida comercial de una película.

La doble vida moral

Al tratarse de una película sin carteles explicativos, ni voz en off, ni música efectista, el ejercicio de empatía minimalista que Gunda nos propone es superior incluso a los exitosos documentales naturalistas que pueblan las pantallas del mundo entero, tan ineficaces a la hora de desactivar la terrible doble moral dominante, aún, en la mayoría del ser humano. Una moral que observa y admira el tesoro de las especies animales que pueblan en mayoría este planeta; pero cuando aparta la mirada o apaga la pantalla, está dispuesta a maltratar, matar y despiezar para alimento, materiales, o experimentación en laboratorios. ¿Qué nos hace perder la humanidad y aceptar el horror? Sencillamente, no ser testigos ni de la vida ni de la muerte. Ser consumidores de unidades alimenticias que, raramente, recuerdan al animal del que proceden.

A menudo se utiliza el término de “la mirada” cuando queremos reconocer la autoría creativa de un cineasta, y en ocasiones esa mirada que nos obliga a observar un mundo real (incluso desde la ficción) fija la atención en un aspecto olvidado, menospreciado, oprimido. Nos obliga a pensar activamente, y esa es la ventaja que ha querido utilizar Victor Kossakovsky. Apartemos, o invitemos a otros a apartar, nuestra doble vida, en la que matamos y no pensamos. Durante una hora y media, con calma y cariño, miramos la grandeza de un grupo de animales ordinarios; observamos su felicidad, amor, colaboración, valentía, y nos identificamos aún más como mamíferos; y cuando llega el rapto y la muerte (que no veremos en escena), nos sobrecogemos mientras observamos sin corte, sin pausa, la agonía de una madre que ha perdido a todos sus bebés, como si fuera una guerra de tantas que vemos en las noticias diarias. Aquí no hay spoiler que valga: mientras leemos estas líneas, este horror ha sucedido en miles y miles de seres, nacidos en esas bucólicas granjas. 

La frase del Coronel Kurtz en El corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad, y en la adaptación libre cinematográfica de Apocalypse Now realizada por Francis Ford Coppola, se usa a menudo para ilustrar el fondo inhumano al que llega nuestra especie cuando reniega de su condición esencial de empatía. “El horror del horror”, dice Kurtz, pensando en el infierno negro al que ha caído, él y sus huestes, la guerra que les rodea, la muerte y crueldad sin fin que han abrazado. Mientras que al mismo tiempo, reconoce su arcada final: el asco de reconocer, con horror, todo lo que ha hecho, y que en su caso supondrá recibir una muerte parecida, y merecida. 

Hay muchos caminos para sacudir el letargo inhumano a la mayoría especista que nos rodea, incluso en tiempos durísimos como los que nos ha sacado a la calle para luchar contra “el horror” de Vivotecnia. Pero existen también hermosos caminos como el que Gunda nos ofrece: escritos desde la poesía, la reflexión, la meditación, y el innegociable amor por estos seres que hemos convertidos en prisioneros y caídos de una guerra imposible de ganar, porque es una batalla contra nosotros mismos.

Y para todos los públicos

Finalmente, este documental es una maravillosa ocasión para salir de casa al cine, en familia (en todas sus variantes familiares, incluidos amigues del alma), y compartirla con todas las edades, niños y niñas. No tengan miedo de explicar con sinceridad lo que les pasa a esos cerditos, esas vacas, esa gallina, aunque les obligue a cambiar su carrito de la compra. Dejen que la valentía de los más jóvenes nos guíe en el cambio que llevan tiempo pensando hacer en casa. Amar es siempre mejor que matar. Y necesitamos todo su amor para esta lucha. Sí, lucha. Gunda en noruego significa 'guerrera'.

Una cerda de granja da a luz a una docena de bebés; una gallina coja se pasea libre, feliz y a saltos por un campo vallado; un grupo de vacas corretea, toma el sol y pasta por un prado. Pero la vida tranquila de este grupo de animales, retratada sin narración ni música, en blanco y negro, acaba de un zarpazo, cuando nos damos cuenta de que la entera camada de cerditos que hemos visto nacer y crecer son secuestrados para convertirse en muerte. No es Bambi ni Disney: esta es una historia real.

Esta semana se estrena en España Gunda, el esperadísimo documental de Victor Kossakovsky, tras su paso por la edición de este año del festival DocsBarcelona. La película, que ha contado con la producción ejecutiva de Joaquim Phoenix, lleva más de un año cosechando aplausos desde su estreno en la Berlinale 2020, y se trata de una aproximación poética, emotiva pero realista a la cruda realidad de animales maravillosos como las gallinas, las vacas y los cerdos, que enternecen a todos, hasta que son raptados, asesinados y despiezados para el consumo humano.