“Una serpiente se fue a hibernar tranquilamente en su casa en Jaén y se despertó a la primavera siguiente en una isla llamada Ibiza, que da la casualidad de que posee unas características climatológicas tan adecuadas para ella que le han permitido prosperar, además de contar con una fuente de alimento tan sabrosa como las lagartijas”. Así resume Antonia María Cirer Costa, doctora en Ciencias Biológicas y catedrática en Ciencias Naturales, autora del libro Ibiza y Formentera, lagartijas e islas, el origen de una situación que, a las puertas del verano, ha llegado al límite.
Todo comenzó con la introducción de serpientes no autóctonas en Ibiza y, en menor medida, también en Formentera. La primera documentación científica de su presencia en las islas data de 2003 aunque, tal y como afirma la experta, “se sospecha que fue algo antes, ya que para entonces habían tenido éxito colonizador, es decir, empezado a reproducirse y a expandirse”. Ahora, la lagartija pitiusa (Podarcis pityusensis), única en el mundo, se encuentra amenazada por el crecimiento de la población de este otro reptil: “Se han expandido de una forma extraordinariamente acelerada porque, además de la relación depredador-presa, hay una competencia por el hábitat, ya que tanto lagartijas como serpientes viven en las mismas paredes de piedra seca”.
¿La única solución, según los consells de Ibiza y Formentera? Capturar y matar a las serpientes. Bajo el lema 'Salvem les sargantanes', la Consejería de Medio Ambiente y Territorio, junto con asociaciones locales como Amics de la Terra y el apoyo de los Ayuntamientos y de una parte de la ciudadanía, se encarga de impartir cursillos, reclutar a personas voluntarias y repartir trampas con ratones vivos dentro para dar caza a estos ofidios. Para ello, se está recurriendo a fondos PDR europeos (gestionados por el FOGAIBA, siglas del Fondo de Garantía Agraria y Pesquera de las Islas Baleares) y a financiación derivada del Impuesto de Turismo Sostenible, entre otros.
Desde el COFIB (Consorcio para la Recuperación de la Fauna de las Islas Baleares), lo justifican con que “la llegada de nuevas especies hace peligrar a las nativas, que no tienen tiempo de adaptarse. Un comportamiento adquirido durante miles de años por las lagartijas debe cambiar ahora muy rápido para aprender a evitar a las serpientes, los nuevos depredadores que han aparecido en Ibiza y Formentera. Por eso, estas serpientes han sido catalogadas como invasoras en las Pitiusas”.
Pero las serpientes no tienen la culpa. Como siempre, la culpa la tiene la falta de conciencia de algunos seres humanos que, en este caso, se materializa a través de un capricho que sostiene un negocio muy lucrativo: el de la importación y venta de olivos centenarios, destinados en su gran mayoría a decorar villas de lujo y turísticas.
El origen del problema: la globalización y la libre circulación de organismos vivos
Hazel Morgan, presidenta de Amics de la Terra, denuncia que “hay gente con mucho dinero que quiere tener olivos antiguos no autóctonos como decoración en sus casas, como si fueran esculturas, y resulta que dentro de sus troncos hay serpientes hibernando o incluso huevos de serpientes”.
El COFIB y Antonia María Cirer Costa coinciden en que se trata de un problema de globalización: “Debido a la globalización del transporte de mercancías, hay un trasiego constante de contenedores que se llenan en un lugar del mundo, se cierran herméticamente y se abren en otro. Y dentro de estos contenedores se transporta cualquier tipo de organismo. Esta es la principal causa de pérdida de biodiversidad en el mundo: la traslocación de especies o el llevar especies de un lado a otro”, expone la doctora. A lo que añade: “La película El olivo explica muy bien lo insulso que es defender un árbol centenario en el lugar que no le toca: esto resulta tan falso como poner un castillo medieval en el desierto de Texas o comprar blasones cuando eres un nuevo rico. El olivo centenario, respetado en su lugar de origen, era un portento y un consorcio de convivencia ecológica de especies. Acogía a muchos insectos, a algunas aves y a todo tipo de reptiles, entre ellos, la serpiente de herradura”.
Desde el COFIB aluden a que “con el ajardinamiento de algunas zonas (principalmente privadas), se han estado comercializando en las Baleares árboles ornamentales procedentes de la Península Ibérica, como olivos del sur de España. Estos olivos de gran porte y con múltiples oquedades en sus troncos constituyen un lugar idóneo para la hibernación y el refugio de muchos reptiles. Durante el periodo de hibernación, las serpientes permanecen aletargadas, por lo que su extracción y transporte durante el invierno, con la tierra circundante, supone también el transporte accidental de la fauna asociada”.
Una legislación insuficiente y que no se aplica
Existe un marco legal que permitiría impedir la introducción de especies no autóctonas en las islas. Por un lado, están la Ley 42/2007 de Patrimonio Natural y Biodiversidad y el Real Decreto 630/2013, por el que se regula el llamado Catálogo Español de Especies Invasoras. Por otro, la Estrategia de Control de Ofidios en Territorios Insulares, aprobaba por la Conferencia Sectorial de Medio Ambiente a petición de los gobiernos autonómicos de Baleares y Canarias y que, ahora, debería ser desarrollada por el Ministerio de Medio Ambiente en colaboración con las Comunidades Autónomas.
“Desde la Conselleria de Medi Ambient i Territori llevamos tiempo solicitando medidas de prevención. Se han mantenido reuniones específicas sobre este tema tanto con la Delegación del Gobierno en Baleares como con el Ministerio de Transición Ecológica. Seguimos a la espera de una solución”, denuncia el COFIB. Amics de la Terra declara que “el Gobierno de España tiene la responsabilidad de evitar que las especies no autóctonas, es decir, las que podrían convertirse en invasoras con las consecuencias que esto conlleva, entren en las islas y en los espacios donde puedan perjudicar a otros animales. Hay medidas que se pueden tomar, pero se ve que no es una prioridad”.
En palabras de la doctora Cirer Costa, “hay diferentes capas de legislación superpuestas que no permiten hacer gran cosa, pero con unos enormes agujeros que cruzan de unas a otras y que permiten que entren las serpientes. Como los olivos vienen de territorio europeo, no pasan ningún tipo de control. Se está tratando a un árbol, que es un organismo vivo, como a un material de jardinería o de construcción. Algunos dirán que las competencias las tiene el Gobierno balear, pero el Gobierno balear es laxo: no ha actuado de manera adecuada y tampoco ha transferido estas competencias a los concells. Debería haber una legislación internacional, ya que este es un problema que compartimos con todas las islas del mundo”.
La prevención lo es todo (pero llega tarde)
Según el COFIB, “hay que trabajar más y mejor en las acciones preventivas para evitar o al menos minimizar la entrada de especies invasoras. Cuanto antes apliquemos los métodos preventivos, menos ejemplares habrá que sacrificar”. Como acción de refuerzo, Hazel Morgan propone que “en los viveros donde se almacenan y venden los olivos se construyan recintos controlados para las serpientes. Algunos viveros, no todos, también buscan importar árboles que han sido previamente examinados, que han pasado un control. Esto debería ser así por ley. Pero, como siempre, la legislación no es como debería ser”.
Han pasado veinte años desde 2003, y ni las instituciones ni las empresas y los particulares que sostienen su negocio han tenido a los animales en consideración. Ahora, el tiempo se agota para unos seres sintientes que, día tras día, ya están siendo asesinados en Ibiza y Formentera en nombre del bien mayor, en nombre de una reparación de daños tan especista como las causas del mal que trata de erradicar.
Alternativas a la matanza de serpientes
La autora de Ibiza y Formentera, lagartijas e islas defiende que “ahora mismo, no hay otra opción”. Pues, según argumenta, “el problema es que las serpientes son un depredador de presas vivas, por lo que otras posibilidades, como capturarlas y mantenerlas vivas en cautividad, no son viables porque se involucraría a un mayor número de animales para alimentarlas, teniendo que criar ratones a falta de lagartijas, lo que supondría una auténtica barbaridad”.
¿Y la esterilización? ¿No representaría una alternativa viable capturar a las serpientes y estilizarlas para, después, liberarlas de nuevo y dejar que muriesen de forma natural? “La solución que tú planteas solo es posible en aquellos casos en los que se tiene un determinado ciclo reproductor”, prosigue Antonia María Cirer Costa. “Hay especies que después de haber tenido un coito ya no pueden tener otro coito, por lo que, si la hembra o el macho están esterilizados, se consigue parar la reproducción. Pero en este caso no es así. Además, aunque se esterilizara a todas las serpientes, estas seguirían comiendo lagartijas durante diez años o más, su esperanza de vida. Por otra parte, no es posible esterilizarlas a todas. Sí que se ha pensado en esta alternativa, pero no encaja ni con el ciclo reproductor ni con la biología de las serpientes”.
Con respecto a devolver a las serpientes a sus lugares de origen, el Consorcio para la Recuperación de la Fauna de las Islas Baleares asegura que “podría parecer obvio que esta sería una solución, pero nada más lejos de la realidad. Los ofidios que se capturan en Baleares proceden de otras áreas, pero ya se han establecido aquí, adquiriendo unas características diferenciales y criando de manera natural en nuestro territorio. Los cambios que se producen en estas nuevas poblaciones de serpientes, como las características sanitarias de cada territorio (carga infecciosa), además del número elevadísimo de ejemplares capturados, hace inviable su devolución, ya que allí también existe un equilibrio del ecosistema que no se puede alterar”.
La tercera especie implicada: ratones modificados genéticamente para las trampas
Por si no bastase con el daño infligido a las lagartijas y a las serpientes, todavía hay una tercera especie implicada. Ratones vivos criados en cautividad son utilizados para atraer a las serpientes a las trampas. Cirer Costa defiende esta práctica basándose en que “en las trampas hay dos habitáculos, en uno está el ratón con comida y agua, y en el otro entra la serpiente. Están modificados genéticamente para que no sufran estrés ante la presencia de la serpiente. Su olor atrae a las serpientes, que se introducen a través de una trabilla pero no van a parar al mismo lugar”.
El argumento del COFIB no difiere mucho del de la doctora: “Los roedores son una de las principales presas naturales de estas especies de ofidios (culebra de escalera y culebra de herradura). Son, por tanto, la mejor opción actual para la atracción de las serpientes. Durante los proyectos desarrollados se han ido mejorando las jaulas para, en primer lugar, evitar la depredación del ratón y, además, mejorar las condiciones de manejo y alimentación y bienestar”.
¿Cabría contemplar la opción de, en lugar de usar a los roedores, depositar su olor en las trampas mediante feromonas? “La investigación sería tan cara y larga que llegaríamos tarde. Y hemos de gestionar el mientras tanto”, opina Antonia María Cirer Costa. El COFIB alude a que “uno de los objetivos es investigar nuevos sistemas pasivos que permitan un control de la población de ofidios en la Isla de Eivissa, pudiendo prescindir de ratón en la jaula (ya se han realizado numerosas pruebas, de momento sin buenos resultados)”. Para Hazel Morgan, “el uso de ratones no es quizá lo ideal, pero ahora es el sistema que funciona. Y tiene más efectos negativos no controlar la población de serpientes. Se ha intentado con otro tipo de animalitos, o simplemente poniendo el olor de los ratones en las trampas, pero eso no funciona porque la serpiente no es tonta, es muy sensible, y nota cuando el olor es fresco o de varios días”.
Mejores jaulas, menor respuesta hormonal al estrés: a pesar de estas condiciones, la realidad es que los ratones están siendo instrumentalizados, tratados como un medio para conseguir un fin, la captura y sacrificio posterior de las serpientes que en territorio pitiuso se consideran invasoras, y que están acabando con la población de lagartijas, única en el mundo. Tal vez el dilema ético que surge solo podría resolverse desde la empatía y la justicia. Pero, de nuevo, la visión antropocéntrica del ser humano, el único y verdadero invasor de la naturaleza, prevalece sobre los derechos de los animales.