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El maltrato animal considerado como una de las bellas artes

En su brillante ensayo titulado Del asesinato considerado como una de las bellas artes, publicado en 1827, Thomas de Quincey dejó muy claro, sin lugar a dudas, que el asesinato es moral y éticamente condenable, y que si aún no se ha llevado a cabo, estamos en la obligación moral y ética de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que se cometa. Si ya ha sido perpetrado, se puede evaluar desde el punto de vista artístico y estético, sin que esto justifique seguir asesinando.

En relación a la tauromaquia, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España no comparte este planteamiento.

El martes 6 de febrero tuvo lugar la ceremonia de entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes correspondientes a 2016, con las que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha distinguido a diecinueve personalidades y dos instituciones del mundo artístico y cultural español. Cinco músicos, tres actores, un cocinero, dos modistas, un bailarín, una directora de teatro, dos editores, una poeta, dos instituciones culturales, dos directores de instituciones culturales... y un matador de toros. Supuestamente en nombre de los galardonados, el actor José Coronado señaló que es obligación de los artistas contribuir a crear una sociedad “mejor, más justa, sana, unida, culta”.

¿Se puede considerar que lidiar, torturar y matar a un noble animal contribuye a crear una sociedad mejor, más justa, sana, unida y culta? ¿Justamente ahora que el Comité de los Derechos del Niño se ha pronunciado en contra de que España permita que los niños, niñas y adolescentes participen y asistan a eventos taurinos como ya lo ha hecho en otros seis países? 

El 26 de octubre de 1965 los cuatro miembros de los Beatles fueron al Palacio de Buckingham para recibir medallas de Miembro de la Orden más Excelente del Imperio Británico (MBE) de la Reina Isabel II. Dado que la música rock todavía tenía una connotación negativa en la mayoría de la sociedad, la reacción de muchos que habían sido homenajeados anteriormente era predecible: varios devolvieron sus condecoraciones con disgusto. El coronel Frederick Wagg fue el caso más emblemático: devolvió las doce medallas que había ganado en las dos guerras mundiales, renunció al Partido Laborista (cuyo primer ministro había propuesto la condecoración) y declinó asistir a la ceremonia. “Condecorar a los Beatles”, escribió, “es burlarse de todo lo que representa este país. Los escuché cantar y creo que son terribles”. Pero sus protestas no fueron atendidas y la ceremonia, en la que 189 personas recibieron premios, se llevó a cabo. A pesar de la formalidad del protocolo, los Beatles firmaron autógrafos para unos cincuenta destinatarios más, incluido un hombre que le dijo a McCartney: “Lo quiero para mi hija. No sé lo que ella ve en ti”.

Cuatro años más tarde, Lennon devolvió su MBE. “Su Majestad”, escribió, “estoy devolviendo mi MBE como una protesta contra la participación de Gran Bretaña en la guerra Nigeria-Biafra, contra nuestro apoyo a Estados Unidos en la de Vietnam y contra la censura de mi canción Cold Turkey. Con amor, John Lennon”. Curiosamente, John Lennon, el beatle más contrario a obtener el MBE, el propio 'Mr. Anti-Establishment', dio la opinión más convincente sobre este asunto: “Muchos de los que se quejaron de que a nosotros nos dieran el MBE recibieron los suyos por heroísmo en la guerra”, dijo, “se los dieron por haber matado a personas. A nosotros nos lo dieron por haber divertido a la gente. Creo que nosotros nos los merecemos más”.

España es diferente. Desde 1970  el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte  (anteriormente Ministerio de Educación y Ciencia) concede las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes “a aquellas personas o instituciones que destaquen en los campos literario, dramático, musical, coreográfico, de interpretación, etcétera”. Se supone que estas medallas distinguen “a las personas y entidades que hayan destacado en el campo de la creación artística y cultural o hayan prestado notorios servicios en el fomento, desarrollo o difusión del arte y la cultura o en la conservación del patrimonio artístico”. Se ha condecorado cada año a personas que de una u otra manera, con mayor o menor mérito, han sido calificadas según esas pautas, con más o menos polémica.

Por primera vez en 1996, siendo presidente del Gobierno José María Aznar y ministra Esperanza Aguirre, se le otorgó la Medalla al torero Antonio Ordóñez. No sé si a alguno de los otros galardonados se le pasó por la mente que uno de ellos iba a recibir la Medalla con las manos manchadas de sangre inocente. Si lo hizo no lo manifestó en público. Y mucho menos alguien rechazó o devolvió la medalla. El año siguiente fueron condecorados no uno sino dos toreros: Santiago Martín Sánchez 'El Viti' y Francisco Romero López 'Curro Romero'. En 1998 le tocó a Miguel Báez Espuny, y en 1999 al rejoneador y ganadero Álvaro Domecq Díez . Con Mariano Rajoy como ministro se premió Antonio Chenel Albadalejo 'Antoñete', y con Pilar del Castillo a Rafael de Paula, Manolo Vázquez y Juan Antonio Ruiz 'Espartaco'. Durante la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero no cambió el panorama, ni con la ministra María Jesús San Segundo, que premió a Paco Camino, José María Manzanares, Enrique Ponce y al crítico taurino Manolo Molés, ni con Mercedes Cabrera, que hizo lo mismo con José Tomás, Francisco Rivera Ordóñez y Luis Francisco Esplá. Ángel Gabilondo le entregó la Medalla a José Miguel Arroyo Delgado 'Joselito', José Martín-Vázquez Bazán 'Pepín Martín Vázquez', y al rejoneador Ángel Peralta Pineda.  José Ignacio Wert, responsable también del taurino Plan Pentauro y que usó su primera comparecencia parlamentaria  para defender la tauromaquia y su promoción como si fueran de máxima prioridad, se la otorgó a Manuel Benítez Pérez 'El Cordobés', al ganadero Victorino Martín Andrés y al rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza Cantón. El actual ministro, Íñigo Méndez de Vigo, ha premiado hasta ahora a Julián López Escobar 'El Juli' y a Dámaso González Carrasco.

Extrañamente, hasta la fecha ninguno de los otros condecorados ha mostrado disconformidad alguna con ser puesto al nivel de personas que se dedican a maltratar animales. Solo ha habido devolución o rechazo de las medallas en dos casos: el primero, más extrañamente aún, cuando los toreros Paco Camino y José Tomás las devolvieron al ser premiado Francisco Rivera Ordóñez, ya que les invadió “la sensación de que los responsables de Cultura no habían comprendido bien las razones por las que se premia al toreo.” Esa misma sensación nos invade a muchos ciudadanos, pero al parecer a ninguno de los galardonados.

El único caso de rechazo explícito de un reconocimiento  de este tipo fue el del músico Josep Soler i Sardà, como muestra de su desacuerdo con la política del Ejecutivo de Mariano Rajoy en materia cultural y educativa, argumentando que “aceptar el reconocimiento sería aceptar la autoridad del Gobierno español, y yo no quiero saber nada del ministro [José Ignacio] Wert ni del Gobierno de Rajoy, porque a ellos no les interesa en absoluto ni la cultura ni la educación”. Ese año, 2013, solo habría compartido la Medalla con el rejoneador y escritor Ángel Peralta Pineda. Al año siguiente otro reconocimiento, el Premio Nacional de Música, fue rechazado por el músico Jordi Savall, por estimar que procedía de un Gobierno responsable del “desinterés y la incompetencia” en la defensa del arte, que mantiene en el olvido el patrimonio musical hispánico y que “menosprecia” a los músicos que se dedican a mantenerlo vivo.

En paralelo, se otorgó el Premio Nacional de Tauromaquia al fotógrafo especializado en esta temática Francisco Cano 'Canito', y a otra treintena de creadores les fueron concedidos los correspondientes premios en sus disciplinas, sin que ninguno de ellos se percatara de que los estaban poniendo al nivel de quien promociona y ensalza el maltrato animal. Ni siquiera Adela Cortina, autora de Las fronteras de la persona. El valor de los animales, la dignidad de los humanos, a quien le fue concedido el Premio de Ensayo por la obra ¿Para qué sirve realmente la Ética?

El Premio Nacional de Tauromaquia se instituyó en 2011 para “reconocer los méritos extraordinarios de un profesional en las diferentes actividades de la tauromaquia durante el año, o de una persona o institución que haya destacado por su labor en favor de la difusión de los valores culturales de la tauromaquia durante el mismo periodo. En casos excepcionales, debidamente motivados, también podrá otorgarse como reconocimiento a una trayectoria profesional”. Curiosamente incluye treinta mil euros, mientras que el de Historia y el de Literatura solo merecen veinte mil.

Volviendo a las Medallas de Oro, entendemos que a Joaquín Sabina, ferviente taurino, le debe de haber encantado recibirla junto a José María Manzanares. Lo mismo que a Pedro Almodóvar junto a Miguel Báez Espuny y Pepe Luis Vázquez en 1998. ¿Pero cómo se habrán sentido Carmen Balcells y Verónica Forqué junto a Álvaro Domecq Díaz en 1999? ¿O Daniel Barenboim, Cecilia Bartoli, Alicia Alonso o María Joâo Pires junto a José Tomás? ¿O Pilar Bardem junto a Fran Rivera? ¿O Forges, valiente antitaurino, junto a Joselito? ¿O Alaska que posó en campañas de PETA y Anima Naturalis contra la tauromaquia y recibió la Medalla junto a El Cordobés? ¿Y Anne-Sophie Mutter y Jean Reno junto a Pablo Hermoso de Mendoza? Nunca lo sabremos. Y este año tampoco hubo sorpresa, nadie mostró disconformidad alguna.

¿Llegará el día en el que veamos a un galardonado rechazar la Medalla u otro premio por el hecho de no querer ponerse al nivel de un maltratador de animales? ¿O que en la ceremonia de entrega se haga alusión a lo absurdo que es considerar la tauromaquia como una de las bellas artes, y además premiar a quien se dedica a ella? Quizás podamos ver algo el próximo año, cuando Andrés Rábago García, El Roto, que ha poblado nuestro imaginario colectivo con viñetas antitaurinas y ha ilustrado la obra pionera Antitauromaquia, de Manuel Vicent, reciba merecidamente la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2017. Aunque en esa ocasión el aludido no podrá escucharlo, ya que Dámaso González Carrasco, el torero galardonado, lo ha sido a título póstumo. Y ojalá sea el último.

En su brillante ensayo titulado Del asesinato considerado como una de las bellas artes, publicado en 1827, Thomas de Quincey dejó muy claro, sin lugar a dudas, que el asesinato es moral y éticamente condenable, y que si aún no se ha llevado a cabo, estamos en la obligación moral y ética de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que se cometa. Si ya ha sido perpetrado, se puede evaluar desde el punto de vista artístico y estético, sin que esto justifique seguir asesinando.

En relación a la tauromaquia, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España no comparte este planteamiento.