Entre el 21 al 24 de marzo pasados se celebró en Ifema, Madrid, la Feria Cinegética 2019. En los 14.000 metros cuadrados del pabellón, más de 290 expositores servían de punto de venta y propaganda de empresas, asociaciones y profesionales relacionados con el mundo de la caza y la pesca. Nada más entrar al recinto, varias cabezas de animales disecados recibían al visitante. A primera vista, era difícil encontrar un punto dónde no estuviesen expuestos restos de animales o fotografías de cazadores posando con sus víctimas. En ellas, sonreían junto a los individuos que acababan de matar, satisfechos, felices. Otros tenían colocada su arma sobre el cadáver, un recuerdo no sólo del asesinato, si no de cómo se produjo.
Ese pabellón se convirtió por unos días en un culto a la muerte animal. Jabalíes, leones, tigres, corzos, osos… Sus restos, recuperados por la taxidermia, la práctica de disecar animales, se mostraban por toda la feria, recreando escenas de la vida salvaje. Unos tigres, a dos patas, se retaban y combatían; un oso, imponente, mostraba orgulloso un pez entre sus fauces; un león, desafiante, parecía rugir al paso de los visitantes. Toda esa épica contrastaba con las imágenes de cacerías que se proyectaban en varias pantallas, en las que animales aterrorizados huían hasta que una bala les reventaba las costillas o el cráneo. Ni siquiera la música de película de acción conseguía rebajar el patetismo de los vídeos.
En otra pantalla se mostraban las imágenes de un programa del canal Caza y Pesca en las que un taxidermista, en un sótano sórdido y destartalado, arrancaba los restos de carne del costillar de un animal con todo tipo de detalle. Primeros planos del cuchillo rajando tejidos daban paso a otra secuencia en la que cocía en un líquido burbujeante los huesos del cadáver para desgrasarlos. Un corrillo de gente observaba la proyección. Ni un solo gesto de disgusto, de asco, sólo fascinación.
Esa normalización de la muerte violenta de seres vivos, la venta de flechas, machetes, pistolas, escopetas, la exhibición de cadáveres como trofeos, sólo reafirma que cazar es asesinar. Asesinar y alardear de ello. Un asesinato respaldado por la ley, pero asesinato al fin y al cabo.
'La caza también vota', rezaba la portada de un panfleto de la Real Federación Española de Caza. En su interior, encontramos propuestas como una reforma legislativa que incluya como delito de odio, con consecuencias penales, los insultos y amenazas contra los cazadores en redes sociales, o la modificación del Reglamento de Armas bajo el consenso y pleno acuerdo de los sectores afectados. No especifican si dentro de los “sectores afectados” se incluirá también a los familiares de las víctimas humanas mortales en accidentes de caza, entre 44 y 54 al año, o los heridos, donde el número aumenta a cifras que oscilan entre los 2.585 y los 5.282.
No debería sorprender que, aparte de ANATUR, pequeño partido político que defiende la caza, la pesca y la tauromaquia, el otro partido presente en la feria fuese Vox. La formación de extrema derecha, liderada por Santiago Abascal, defendía hace tan sólo una semana la legalización del uso de armas para defensa personal. Mientras los militantes de Vox terminaban de montar su expositor, un asistente les piropeó: “¡Por fin un partido serio!”. Efectivamente, la caza también vota, no lo olvidemos.
Las armas y, de nuevo, la fascinación. Jóvenes y mayores empuñando rifles, probando objetivos, observando con anhelo los nuevos modelos de escopetas que exhiben distintas tiendas. Dos cubos de metacrilato llenos de balas completaban el bodegón de uno de los stands. Tras ellos, la foto de un cazador disparando a un animal. “…Porque la naturaleza es para disfrutarla”, nos recordaba el tríptico de una empresa de servicios cinegéticos. Una empresa que, como el resto de las participantes en el evento, es responsable en mayor o menor medida de las 5.000 toneladas de plomo proveniente de los cartuchos de los cazadores que inundan los campos, provocando un grave impacto medioambiental y causando la muerte a miles de aves acuáticas. La naturaleza es para disfrutarla, al menos mientras se pueda.
Las nuevas generaciones de cazadores también estuvieron presentes en la feria, uniendo tradición cinegética y avances tecnológicos. Young Wild Hunters, por ejemplo, ofrece la grabación y edición de lances de caza, para proyectarlos después en una pequeña pantalla incorporada a la misma peana donde el cazador exponga los restos del animal que haya matado, o el trofeo, como ellos prefieren llamarlo. Micaza Online S.L. ofertaba una aplicación donde buscar cacerías y cotos, e Iberalia, una plataforma online de vídeos y documentales relacionados con la caza. Pero el sector cinegético no se conforma y busca constantemente un relevo generacional que perpetúe sus actividades.
Por toda la feria se podían ver puestos de ropa y accesorios donde no faltaban las prendas para niños de corta edad. También se vendían peluches de jabalíes, ciervos y animales exóticos, así como escopetas de juguete, algunas de ellas, reproducciones de las armas reales usadas en las batidas. Dentro de algunos años, esos niños habrán crecido, las escopetas ya no serán reproducciones, los jabalíes dejarán de ser peluches y, quizá, ellos también quieran emprender, montar su propio negocio y obtener un rédito económico de la muerte de animales.
Cazadores, empresas, medios y páginas web hacen especial hincapié en desprenderse de la fama machista que acompaña al sector cinegético, en algunos casos, proclamándose pioneros en la lucha por la igualdad de género, pero la realidad parecía bien distinta en la feria. La presencia femenina entre las personas que visitaban el recinto era enormemente baja en comparación a la masculina; sin embargo, un buen número de expositores estaban atendidos por mujeres jóvenes. En uno de los stands, una mujer atendía a los curiosos mientras un hombre, sentado en una de las mesas del expositor y bebiendo cerveza, le iba dando instrucciones sobre qué decir a quienes se paraban a hablar con ella. Repasando los catálogos gratuitos que distintas empresas repartían durante el evento, compruebo que en las ciento noventa y tres fotos que contienen solo aparecen nueve mujeres, de las cuales siete están participando activamente en cacerías y las dos restantes poniendo las mesas del comedor de un resort de lujo. En ocasiones, la mala fama existe cuando se ha ganado a pulso.
El sector cinegético también asegura que la caza es un instrumento fundamental de gestión del territorio, una actividad que favorece la seguridad vial, una herramienta imprescindible de gestión de los ecosistemas y una práctica donde prima el respeto a las piezas, es decir, los animales a abatir. El día de inauguración de la feria se realizó una exhibición de vuelo de rapaces. El ave sobrevoló las cabezas de los asistentes, subió hasta el punto más alto de uno de los expositores y allí se quedó más tiempo del previsto antes de volver a posarse en el guante de cetrería de los responsables de la exhibición. Se oyó la voz de un hombre: “Si queréis saco la carabina y le pego un par de tiros”. Risas generalizadas a su alrededor. Puede que se trate simplemente de una diferencia de sensibilidades, pero no se suele bromear con descerrajar dos tiros a quien se respeta.
Como confirman en su página web los organizadores del evento, ya se está preparando la Feria Cinegética del año 2020. Se volverán a ofertar safaris, batidas, cacerías. Se venderán más armas, más munición. Esas empresas colaborarán de nuevo en la muerte de decenas de millones de animales. Tantos que ni los 14.000 metros cuadrados del pabellón podrían albergar sus cadáveres.