Hablamos mucho de calentamiento global, de cambio climático, de sequía, de desertificación, de cómo cuidar los océanos y de cómo preservar y recuperar la biodiversidad. Y hablamos de usar menos el coche y potenciar transportes más sostenibles, de reciclar y de usar menos plásticos. Pero cuando hablamos de dejar de comer animales se acaba el debate. Queremos cuidar los océanos acabando con las pajitas de plástico, pero sin renunciar a capturar, matar y devorar a sus habitantes. Queremos proteger la biodiversidad, pero sin renunciar a una de las actividades humanas que más la perjudican.
De todos los mamíferos que hay en la Tierra, solo el 4% son salvajes; el resto somos humanos y mamíferos domesticados. Los humanos sumamos un 36% y el ganado, un 60%. De las aves, solo el 30% son salvajes, mientras que el 70% son aves criadas por la industria ganadera. Son datos de un estudio que se hizo en 2019 sobre la distribución de biomasa en el planeta. Y a pesar de ello, a pesar de que los demás animales están siendo extinguidos por el peso cada vez mayor de la ganadería y de la agricultura animal, sigue habiendo quien considera que son esos otros animales los que “molestan” para que cada vez más superficie del planeta sea pasto o cultivo, actividades cada vez menos compatibles, tal y como están concebidas, con la presencia de otros animales que no sean los explotados para su consumo.
Más datos: cerca del 75% de la superficie agrícola del planeta se destina a la ganadería: o bien a pastos o bien a cultivar grano para alimentar al ganado.
La carne de ternera requiere 18 veces más superficie de tierra, 10 veces más agua, 9 veces más combustible, 12 veces más fertilizantes y 10 veces más pesticidas que las legumbres, suele explicar el nutricionista Aitor Sánchez.
Según un informe de la FAO de hace ya unos cuantos años, las emisiones de la ganadería proceden en un 45% de la producción de alimento para el ganado, lo que incluye la deforestación para generar pastos o producir grano, y en un 39% proceden de las emisiones de metano de los animales rumiantes. Hay que destacar, aparte, las emisiones del estiércol y las derivadas del procesado y del transporte de los animales.
Un estudio de 2015, ‘Biodiversity conservation: the key is reducing meat consuption’, concluyó que con el actual sistema agrícola global son necesarias 7 gigatoneladas de biomasa vegetal para producir 0,26 gigatoneladas de carne. En cambio, consumir directamente vegetales permite incrementar la producción de alimentos: las calorías disponibles para consumo humano aumentarían en un 70%, lo que permitiría alimentar a 4.000 millones de personas más.
En 2018 se publicó en ‘Science’ el estudio ‘Reducing foods environmental impacts through producers and consumers’: si toda la población mundial asumiera una dieta vegana se reduciría el uso de tierra para producir alimentos en un 76%, las emisiones de gases de efecto invernadero del sector alimentario en un 49%, la acidificación en un 50%, la eutrofización en un 49% y el uso de agua dulce en un 19%.
Otro dato: incluso la carne cuya producción comporta menos emisiones implica emitir ocho veces más gases de efecto invernadero que los alimentos de origen vegetal con mayor impacto en ese sentido, que son los aceites de semillas.
Todos estos datos, estudios e informes, han sido recopilados y explicados por Marta Tafalla en su último libro, cuya lectura recomiendo. Tenemos argumentos más que de sobra para renunciar a consumir animales. Tenemos argumentos éticos, políticos, sociales, medioambientales. Tenemos una guerra que está agravando esos motivos. Tenemos alternativas a la carne y a los lácteos de origen animal. Pero nada de ello será suficiente para quien, sencillamente, no quiere dar ese paso y puede encontrar tantas excusas como argumentos quiera rebatir.
Para quienes sí están dispuestos a avanzar en ese camino, las alternativas son cada vez mayores y las opciones para adentrarse en una alimentación íntegramente vegetal saludable para nosotras y para el planeta son cada vez más variadas, más saludables y más sostenibles.
Hace unos pocos días Madrid ha sido sede del impulso de las proteínas alternativas no solo para empresas emergentes españolas sino también latinoamericanas, gracias al programa desarrollado por ProVeg, organización internacional que trabaja en la concienciación alimentaria, y Madrid Food Innovation Hub, vivero de empresas del sector de la alimentación.
En la segunda edición de las jornadas ‘Impulsando la proteína alternativa en España’ se pudo conocer el proyecto Updairy, una ‘startup’ dedicada a la producción de proteínas lácteas utilizando microorganismos y tecnología de fermentación de precisión.
También se pudo comprobar cómo la innovación puede aplicarse a los procesos de cultivo para obtener hortalizas con una huella medioambiental mínima de la mano de Futuro Hidropónico, que aplica tecnología 4.0. y desarrolla módulos indoor de alta tecnología que controlan las variables climatológicas, la sanidad y todas las condiciones necesarias para que la producción de hortalizas se dé los 365 días del año.
Otro proyecto es Nanas, que innova mediante el uso de alimentos tradicionales como las legumbres para hacer ‘fast food’, mientras The Dalia sorprende con helados saludables y ultra personalizados para llevarlos donde normalmente este alimento no está presente, como el ámbito sanitario.
Se dio a conocer también un proyecto en Perú que desarrolla barritas proteicas a base de super alimentos con granos andinos como el lupino, con más proteínas que la soja.
“Es sumamente importante contar con formación de calidad, también es España, para que esos proyectos que quieren transformar el sistema alimentario para hacerlo más sostenible, saludable y ético puedan conseguirlo”, comentó Verónica Larco, directora de Comunicación de ProVeg. “Realmente creo que estas jornadas han sido de gran valor e inspiración para nuestros alumnos. Hemos conseguido traer a grandes profesionales con una amplia experiencia que nos han dejado importantes aprendizajes”.
“Desde Madrid Food Innovation Hub, nos comprometemos a apoyar proyectos empresariales que buscan promover una alimentación más sostenible y saludable mediante la aplicación de las nuevas tecnologías en la cadena de valor agroalimentaria. En colaboración con ProVeg, hemos incorporado esta sesión sobre Proteínas Alternativas a nuestro completo plan de actividades, el cual incluye programas gratuitos de formación, incubación y aceleración para fomentar el emprendimiento en el sector alimentario”, comentó Paula Giser, directora de programas de aceleración e incubación de MFIH.
Patxi Larumbe arrojó luz y realidad sobre los proyectos: “Si no hay escala industrial no hay proyecto. Lo artesanal está bien, pero para llegar lejos no vale”, y comentó que su impresor en 3D puede producir en un año lo equivalente a “un millón de cerdos”.
A pesar de la guerra en Ucrania, las tensiones comerciales internacionales y la inflación, sigue habiendo una fuerte demanda de productos a base de plantas, aseguran desde ProVeg. A nivel europeo, las ventas en euros de alimentos de origen vegetal han crecido un 6% en 2022 –y un 21 % desde 2020– hasta alcanzar los 5,8 mil millones de euros. Los alimentos de origen vegetal en España constituyen un mercado de 447,4 millones de euros, según el último informe de GFI con datos de la consultora NielsenIQ.
“Se espera que el sector ‘plant-based’ siga creciendo en España y por eso es importante apoyar a estas nuevas ‘startups’ que están trabajando para hacerse un hueco en este incipiente mercado”, comenta Verónica Larco.
Motivos hay de sobra. Excusas, también.
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