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“Los veganos somos un nicho de mercado, el peligro es ser absorbidos por el capitalismo”

De jueza a activista por los animales. Así podríamos resumir el giro que dio la investigadora Estela Díaz Carmona, una de las personas que ya analizan de manera académica el movimiento que aboga por el fin de la explotación animal. “Siempre he tenido una profundo sentido de la justicia”, explica esta licenciada en Derecho que está a punto de presentar la tesis doctoral titulada Veganismo como consumo ético y transformador. Se trata del tercer estudio a fondo que Díaz Carmona realiza en un mundo (el académico y el económico) que cada vez está más interesado en estudiar el cambio sociológico que subyace a la nueva percepción que millones de personas tienen de los animales.

El gran cambio para ella, que se preparaba para las oposiciones a jueza, comenzó al irse a vivir a Estados Unidos. “Ya era vegetariana y empecé a interesarme por los productos no testados en animales. Acabé eliminando el resto de los productos animales que consumía, como la leche o los huevos”, explica Estela. Conocer mejor en Los Ángeles el movimiento por los derechos animales fue tan inspirador que acabó por desterrar la idea de ser jueza y se convirtió en activista: primero en PETA y después en el santuario Animal Acres. “No fue un gran cambio para mí, pues no dejaba de ser una causa social”, asegura, aunque reconoce que abandonar la oposición a la judicatura “fue doloroso”.

Cuando volvió a España, hace casi diez años, se centró en llevar sus conocimientos a las ONG animalistas, aunque las diferencias con Estados Unidos le forzaron a volver a estudiar. “No paré de hacer cursos. De importación y exportación, con la idea de abrir una tienda vegana, o de formación en Derechos Humanos. Entonces conocí a una persona que estaba haciendo un doctorado y pensé que sería una oportunidad”. Y así se sumergió en el mundo de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). No en vano es una de las pioneras en realizar estudios específicos: para Igualdad Animal (tanto en España como en Reino Unido) o para PACMA, sobre el perfil de sus votantes y su intención de voto en varias convocatorias electorales.

¿Por qué pensaste que ayudaría al movimiento de los derechos animales estudiarlo desde la dinámica de la RSC?

Me planteé que no estaba claro quién era el verdadero enemigo de los animales: las empresas o los clientes. Quería saber cómo ellas podían ayudar a avanzar en los derechos animales. Mi sorpresa fue que en la RSC solo se habla de comercio justo y de sostenibilidad ambiental, y cuando se menciona a los animales solo es desde un punto de vista 'bienestarista'. Entonces me enfoqué en consumo ético y la importancia de los consumidores en el cambio social. Por eso hice varios másteres y presenté dos tesis: El perfil del vegano activista de protección animal en España, con la UNED, y Actitudes hacia los animales por parte de los universitarios españoles, con la Universidad de Comillas.

¿Qué te impulsó a estudiar los perfiles de los activistas?

Tenía una asignatura llamada 'El comportamiento del consumidor' pero faltaba por analizar a todas esas personas que rechazamos el uso de productos animales en nuestra cesta de la compra. Algo que en Estados Unidos se lleva estudiando desde los años 90. En España el movimiento por los derechos animales ha crecido a lo largo de todo ese tiempo, pero sigue sin saberse quiénes forman parte de él, ni siquiera lo saben las propias organizaciones. En cualquier estudio de marketing conocer quiénes son los consumidores es el primer paso para poder hacer algo. 

Que no exista un término concreto para referirse a este movimiento ¿fue un obstáculo para realizar el trabajo sociológico?

Fue un problema y lo sigue siendo. Hay que revisar los términos y hay que avanzar. En mi tesis uso ahora ‘veganismo ético’, aunque no al principio. Hace años, cuando empecé, era suficiente con hablar de 'veganismo', pero con el auge de las dietas veganas por otros motivos, como salud o ecología, es necesario puntualizarlo. Creo que el vegan diet ha nacido como respuesta al veganismo y parece que está centrado en un posicionamiento individual, al contrario que el veganismo ético por los derechos animales. Tiene cosas buenas, como la normalización, pero también resta.

Por otro lado, también está el concepto ‘animalista’. Cuando un término sale del colectivo, surge el problema. Ahora mismo ese término está vacío de contenido. Se han incluido tantas cosas en él que se ha desvirtuado: animalista puede ser desde quien solo defiende el fin de la tauromaquia o las protectoras de perros y gatos hasta el vegano activista. Y son perfiles muy diferentes.

¿Y el término ‘antiespecismo’?

En España nos hemos fijado más en ese concepto, pero en Estados Unidos se habla más de ‘liberación animal’ o ‘derechos animales’. Está claro que la decisión de usar un término u otro debe tomarlo el movimiento, sobre todo teniendo en cuenta que no será igual una estrategia animalista dependiendo del término que se afiance.

Otro debate es si ‘vegano’ y ‘antiespecista’ es lo mismo. Hay quienes consideran que vegano es una opción individual y antiespecista implica un activismo. Para mí una de las palabras conlleva un concepto positivo y la otra, uno negativo, por lo que prefiero veganismo. Me siento cómoda con ella porque se puede fundamentar como antiespecista, como derechos animales y como liberación animal.

Tu propones un término más: ‘Usoanimalismo’.

Sí, cuando hablamos de ‘carnismo’ parece insuficiente. Se quedan fuera del concepto todas aquellas personas que no comen carne pero sí usan productos de explotación animal. Los vegetarianos no son ‘carnistas’ pero sí ‘usoanimalistas’. El gran salto no pasa de ser ‘carnista’ a ver ‘vegetariano’, sino de ser ‘usoanimalista’ a ser vegano. Mi interés por los conceptos no es puramente lingüístico, se basa en que, en cuanto a la estrategia, no es lo mismo dirigirse a un vegetariano que a un vegano por salud o a un vegano por ética.

Y la academia, ¿apoya y entiende este interés?

Cuando empecé en Económicas encontré, más que reticencias, que no había nada. Un vacío en el ámbito sociológico en España. La media de edad de las personas que componen el movimiento animalista en España y en Estados Unidos es de 30 años, mientras que en Australia es de 50 años. Por eso digo que no se puede extrapolar el estudio de un país a otro y por eso insisto en abrir esta brecha de estudio. Otra cosa es la Universidad. Ahí sí que pude ver falta de interés, ya que aún se enfoca como un pequeño nicho dentro del consumo ético, que no deja de ser una pequeña parte de los estudios de mercado.

Centrándonos en tu estudio, ¿qué tipo de personas has buscado?

Cuando me enfoqué en determinar el perfil del activista vegano, tomé una submuestra del perfil de protección animal. Me puse en contacto con las asociaciones y vi que, al igual que en Estados Unidos, el perfil es muy heterogéneo: activistas o no, veganos o no, etc. Entonces me enfoqué en aquellos que no consumían ni usaban productos animales y que, además, se consideraban activistas. Esto fue solo un estudio, porque para otro quise abrir más el perfil. Acudí a analizar a los estudiantes universitarios, porque son una parte importante de la sociedad, son los que están haciendo la transición, los que más lo están adoptando y los más fáciles de localizar.

También estudié a quienes se acercaban a las exposiciones de Capital Animal, tanto en La Casa Encendida como en la exposición ‘Otras tauromaquias’, en Calcografía Nacional. Este ejercicio fue interesante porque la mayoría era ‘usoanimalista’.

¿Dentro de los activistas hay diferencias respecto a las características de las personas? Por ejemplo, entre hombres y mujeres.

Hace falta seguir estudiando. El género, por ejemplo, es una variable clara pero no sabemos por qué. Hay muchas hipótesis, pero ninguna conclusión. ¿Las mujeres nos involucramos más en la lucha por estar discriminadas, por la cultura de cuidados impuesta, por una concepción diferente de la naturaleza...? Cuando estudias la consideración moral que los hombres y las mujeres otorgan a los animales hay diferencias, pero habrá que preguntarse si entre géneros entienden la consideración moral por igual.

Por ejemplo, no hay diferencias cuando preguntas sobre la capacidad de sufrimiento de los otros aninales, pero sí las hay cuando preguntas sobre la consideración de dotarlos de conciencia, depende también de qué animales estemos hablando, etc. Algo que he descubierto es que las actitudes de las mujeres hacia los animales tienen mucho mayor poder predictivo para la adopción del veganismo que en los hombres, lo que explicaría el mayor porcentaje de mujeres en el movimiento, dado que la percepción de la conciencia de los animales, de sus emociones, de la consideración moral que merecen, han estado siempre presentes en el movimiento de derechos animales.

¿Y en el binomio ciudad-rural o izquierda-derecha?

Está claro que el movimiento animalista está más presente en las ciudades que en el campo, por la facilidad de encontrar productos, actividades, otras personas, etc. Eso pasa en todas partes. Pero si sales del mundo vegano y te centras en analizar a los estudiantes, te das cuenta de que apenas hay diferencias entre ciudad y campo. Mi interpretación es que en España los pueblos están más próximos al resto de la población.

En Estados Unidos no ocurre esto. Por contra, en Estados Unidos la ideología política no implica una diferencia significativa y en España sí. Otro factor sería la práctica religiosa, que no la religión. Tanto en Estados Unidos como en España supone diferencias, pero me gustaría dejar claro que hay veganos católicos practicantes, y también de otros credos, no es una incompatibilidad. Sabemos que hay jesuitas veganos, por ejemplo.

¿Crees que más investigadores se animarán a abrir esta vía de estudio?

Sin duda. Hace falta más investigación, más visiones, distintos enfoques. No solamente desde las diferentes disciplinas, también diferentes autores con opiniones diferentes. Como movimiento social debemos elegir qué queremos ser y quién queremos ser, para lo cual son necesarios los estudios. Hay que conocer cómo evoluciona, ver los horizontes, decidir y construir. No es algo dado, debemos determinarlo entre todas. Da coraje que haya empresas que se organizan para ver cuáles son sus estrategias futuras y que como movimiento de justicia social no lo hagamos.

¿Es la comunidad vegana o antiespecista un nuevo nicho de mercado? ¿Eso es algo positivo o negativo?

Sí, desde el punto de vista empresarial lo somos. Siempre nos han visto como comunidad pero hasta que no nos han visto como rentables no han incluido cosas como la etiqueta ‘vegano’. Eso hace diez años era impensable. Puede ser bueno o malo, depende de como lo aprovechemos, está en nuestras manos.

Por un lado es bueno normalizar el término, pero existe el peligro de mercantilizarlo y de ser absorbidos por el capitalismo. El peligro es que se neutralice para dejar de ser resistencia. Pero está en nuestra mano, como movimiento y no como individuo, aprovechar esa nueva posición. No es fácil, pero es una oportunidad. Es algo que ya pasó con el sello ‘Fair Trade’ (comercio justo). El mercado se planteó si los prodcuctos deben estar con ese sello en las grandes superficies. Habrá que ver cómo lo han resuelto, qué errores han cometido y cómo extrapolarlo.

Para terminar, ¿cuál crees que es la llamada que puedes hacer como investigadora y activista?

Necesitamos más veganos activistas. No basta con ser vegano, hay que implicarse. Una de las estrategias más extendidas es la de ‘dar ejemplo’, lo cual es peligroso porque se considera efectivo pero no deja de tomarse de forma personal. El capitalismo nos ha contado que, como individuos libres, cambiamos algo solo con nuestro consumo, y eso es una falacia. Las conductas individuales agregadas no modifican las estructuras. Individualmente no somos racistas, pero la sociedad lo es, por ejemplo. Por eso tan importante unirnos y alzar la voz, en términos amplios.

De jueza a activista por los animales. Así podríamos resumir el giro que dio la investigadora Estela Díaz Carmona, una de las personas que ya analizan de manera académica el movimiento que aboga por el fin de la explotación animal. “Siempre he tenido una profundo sentido de la justicia”, explica esta licenciada en Derecho que está a punto de presentar la tesis doctoral titulada Veganismo como consumo ético y transformador. Se trata del tercer estudio a fondo que Díaz Carmona realiza en un mundo (el académico y el económico) que cada vez está más interesado en estudiar el cambio sociológico que subyace a la nueva percepción que millones de personas tienen de los animales.

El gran cambio para ella, que se preparaba para las oposiciones a jueza, comenzó al irse a vivir a Estados Unidos. “Ya era vegetariana y empecé a interesarme por los productos no testados en animales. Acabé eliminando el resto de los productos animales que consumía, como la leche o los huevos”, explica Estela. Conocer mejor en Los Ángeles el movimiento por los derechos animales fue tan inspirador que acabó por desterrar la idea de ser jueza y se convirtió en activista: primero en PETA y después en el santuario Animal Acres. “No fue un gran cambio para mí, pues no dejaba de ser una causa social”, asegura, aunque reconoce que abandonar la oposición a la judicatura “fue doloroso”.