La noche del 16 de septiembre de 2020 se llevaron a Orión y Fénix del único hogar que conocían. La Dirección General de Calidad y Seguridad Alimentaria de Aragón había ordenado su ejecución y la ha llevado a cabo. Para ello se amparaba en el artículo 16.1 del Real Decreto 1980/1998, que exige literalmente “la destrucción sin demora” de los cuerpos, las vidas, de aquellos animales que no hayan sido identificados en el tiempo y la forma establecidos. Quien llamaba a la Administración para que los matasen cuanto antes era el propio dueño, a pesar de que su compromiso era otro muy diferente.
Hablamos de dos animales muy jóvenes, un novillo y un ternero, sanos, según el veterinario que los supervisaba, y que nada han hecho para merecer tal sentencia. Hablamos de una normativa que exige la identificación y el registro de animales de la especie bovina antes de que alcancen los 12 meses de edad. Y, desde luego, hablamos de una falta de empatía profundamente enraizada en las administraciones, leyes, normativas y costumbres de esta sociedad. La falta de empatía de la que ha hecho alarde Enrique Novales Allué, Director General de Calidad y Seguridad Alimentaria de Aragón, al confirmar por teléfono a la activista Ana Moreno la muerte de Orión y de Fénix, puntualizando que algo debe ir mal en la sociedad si se arma tanto revuelo por matar a dos animales.
Sabemos que cada día se mata en España a miles de animales como Orión y Fénix para ser consumidos. Por poner cifras oficiales, 2.510.364 de bovinos fueron sacrificados el pasado año según datos del MAPA. Pero en este caso no se trataba de posicionarse en una ideología carnista o vegana, ni siquiera animalista, lo único que se pedía era permitir que dos animales -que según la normativa ya no podían pasar al consumo humano- pudieran vivir en paz el resto de sus días. Las argumentaciones legales y morales ofrecidas, la movilización social, las firmas recogidas, las peticiones por parte de diversos políticos a la Diputación General de Aragón y los compromisos presentados no han importado. A Orión y Fénix les han quitado la vida.
Orión y Fénix llegaron muy pequeños a la explotación de Pastriz (Zaragoza) donde han crecido junto a las ovejas que allí viven, ajenos a normativas y al, casi ineludible, papel que la sociedad humana les ha impuesto: ser parte de la cadena de producción y comercialización de carne. No estaban identificados, pasó el tiempo y se cumplió el plazo establecido para hacerlo.
Es la categorización de los animales de producción la que da sentido a las exigencias de una normativa enfocada únicamente en la trazabilidad y el control sanitario de unos cuerpos que serán convertidos en productos para consumo humano. Al no haber sido identificados en tiempo y forma, y no poder demostrarse su origen, Orión y Fénix debían ser eliminados cuanto antes. Sin embargo, este Real Decreto 1980/1998 tiene más de 20 años y no refleja los cambios acontecidos en una sociedad que empieza a percibir a animales como Orión y Fénix como individuos sintientes y no como carne.
Tampoco se considera la existencia de los santuarios, donde los denominados animales de consumo o de granja tienen la oportunidad de ser rescatados y vivir el resto de su vida cuidados, protegidos y sin ser consumidos. Al ser inexistentes para la actual legislación española, los santuarios de animales tienen que cumplir con las mismas normativas que cualquier explotación ganadera, a pesar de que sus objetivos son radicalmente opuestos. Esto, unido a una deficiente Ley de Protección Animal, supone que en un caso como este no se contemple una posibilidad que existe: mantener a los animales vivos y fuera de la cadena de producción alimentaria.
Desde Fundación Santuario Gaia manifestaron por escrito su disposición para acoger a Orión y a Fénix. Allí cuentan con instalaciones adecuadas para cada especie e individuo y ofrecen todas las garantías sanitarias, ya que se llevan a cabo tanto las medidas dispuestas por las normativas vigentes como controles complementarios. La entrada de los animales en un espacio de estas características implica su salida definitiva de la cadena de consumo. El propietario también se comprometió a ceder los animales al Santuario Gaia, un compromiso que, como hemos sabido, ha traicionado.
Desde el inicio de la semana pasada varias personas y colectivos se han unido para tratar de paralizar la injusta ejecución de Orión y Fénix. Con experiencia en casos similares, y en colaboración con la asociación Amnistía Animal y con la abogada Laia García Aliaga (quien se sumó el pasado sábado 12 de septiembre), la mencionada Ana Moreno contactó con la Administración correspondiente en Aragón y con las otras partes implicadas, recabando toda la información posible para tratar de parar el sacrificio de los animales. Lo que se solicitaba era y es sencillo: realizar las pruebas sanitarias correspondientes a esos animales, identificarlos y autorizar su traslado al Santuario Gaia para que puedan vivir allí el resto de sus días.
Este caso tiene un conocido antecedente, el de la vaca Margarita en Catalunya. Ella también fue condenada al sacrificio por carecer de identificación, pero la movilización social y el buen hacer de las activistas del santuario El Hogar y de la abogada Laia García Aliaga lograron que a Margarita se le realizaran las pruebas sanitarias pertinentes y que se quedase a vivir donde hoy sigue viviendo, en El Hogar Animal Sanctuary.
Ana Moreno y Laia García Aliaga han aportado otros argumentos legales para demostrar la falta de sentido de esta muerte. Y consideramos importante reflejarla aquí para el conocimiento general. Por un lado, el Tratado de Lisboa, en vigor desde el 1 de diciembre de 2009, introdujo en los Estados miembros de la Unión Europea la obligación de habilitar políticas públicas integrales en defensa de los animales basándose en la premisa de que son seres sensibles y no meras cosas. (Art.13 del Tratado de Funcionamiento de la UE). Esta obligación afecta al Estado, Comunidades Autónomas y las Administraciones Locales europeas.
Por otro lado, la Ley 8/2003, de 24 de abril, de sanidad animal, articulo 3. 3, indica que los animales de compañía son: “Los animales que tenga en su poder el hombre, siempre que su tenencia no tenga como destino su consumo o el aprovechamiento de sus producciones, o no se lleve a cabo, en general, con fines comerciales o lucrativos”. No se alude a ninguna especie en concreto, sino al tipo de tenencia y, como hemos dicho, Orión y Fénix hubieran ido a un santuario donde el uso y consumo de animales es sencillamente lo opuesto a su labor y a su ética.
Por último, se señala que sacrificar a estos dos animales, sin antes realizar las pruebas sanitarias oportunas que muestren su estado de salud, iría en contradicción con la Ley 11/2003, de 19 de marzo, de Protección Animal en la Comunidad Autónoma de Aragón, por establecerse en su artículo 3.1 que “deben evitar maltratar a los animales, ya sea por acción u omisión, directa o indirectamente”, así como lo establecido en el artículo 4 de la Ley 32/2007, de 7 de noviembre, para el cuidado de los animales, en su explotación, transporte, experimentación y sacrificio, que establece que “las Administraciones Públicas adoptarán las medidas necesarias para asegurar que, en las explotaciones, los animales no padezcan dolores, sufrimientos o daños inútiles”.
En definitiva, más allá de la contundencia del Real Decreto 1980/1998 sobre la destrucción de animales no identificados, encontramos leyes más actualizadas que exigen evitar daños innecesarios a los animales. El veterinario que hasta ahora había supervisado a Orión y Fénix afirma que no había en ellos indicio alguno de enfermedad. Se contaba con un compromiso firme para acogerlos de por vida por parte de una entidad seria, experimentada en el manejo y cuidados de este tipo de animales y que cumple con todas las normativas. Y además se ofrece la garantía de que estos animales jamás pasarán a consumo.
La Dirección General de Calidad y Seguridad Alimentaria de Aragón se ha negado a hacerles las pruebas sanitarias, identificarlos y dejarlos vivir en su nuevo hogar. Sacrificarlos, matarlos, destruirlos o cualquiera que sea la palabra que se use para describir el acto de acabar con la vida de dos inocentes no solo es innecesario sino injusto.
Es necesario disponer de una Ley de Bienestar y Protección Animal actualizada, acorde con los innegables cambios que se están dando en la percepción de la sociedad hacia los animales de otras especies. Esa Ley debería, entre otras cosas, reconocer a los santuarios que albergan a animales categorizados como de producción como lo que en esencia son: espacios de cuidado y protección que mantienen a los animales al margen de la explotación y del consumo.
Por las vidas de Orión y Fénix ya no podemos hacer nada, pero esto no es el final, con su muerte no se acaba la lucha. Somos muchas, cada vez más, las personas que, de forma individual o colectiva, estamos dispuestas a hacer frente a un sistema que es injusto y brutal (no solo con los otros animales).