Hay muros que nos impiden ver el sufrimiento de otros, muros que a veces nosotros mismos construimos para mantenernos a salvo de lo que sabemos o intuimos que hay al otro lado. Unas veces son físicos, alguien los ha levantado para que no sepamos lo que ocurre tras ellos; otras veces existen solo en nuestra mente, los hemos ido construyendo para aislarnos de una realidad que nos resulta incómoda.
Con sus principios como acicate y su cámara de fotos como herramienta, 'Tras los Muros' se ha propuesto llevarnos al otro lado de todos ellos, de los físicos y de los mentales, y agitar nuestra conciencia hasta derribarlos.
Hace menos de un año, en julio de 2014, se fue a los sanfermines y de allí salió su primer reportaje: la trastienda de la muerte en el ruedo. Primeros planos del toro con la mirada perdida, en los que casi podemos “oírlo jadear, llorar, mientras la vida se le va agotando hasta que se desploma”, tal y como lo sentía él mientras capturaba las imágenes. Después, el momento en que el animal es retirado por una grúa, colgando de una de sus patas y dejando un reguero de sangre, con niños mirando alrededor, algunos solo bebés en brazos de sus padres.
“Estamos insensibilizados”, nos dice, y por eso, incluso cuando vemos algo que, objetivamente, sabemos que genera sufrimiento, no lo percibimos como tal. Por eso a veces, aunque nos muestren el dolor, no lo vemos.
Quizá nos hemos acostumbrado tanto a ver el sufrimiento y a no sentirlo que un rastro de sangre en el peto del caballo desde el que se pica al toro puede no llamarnos la atención. Pero no será porque no es roja, porque no es densa, porque no es un indicio de violencia extrema.
Desde julio de 2014 hasta ahora, 'Tras los Muros' ha recorrido decenas de lugares donde los animales son víctimas de la explotación en múltiples formas: zoos y acuarios, circos, granjas, mercados, mataderos, festejos populares. En España y también en México. Se describe a sí mismo como “un activista con cámara de fotos”, que aprovecha aquello que sabe hacer para luchar a su manera contra la violencia que, consciente o inconscientemente, los humanos ejercemos de forma cotidiana contra los demás animales.
“No soy fotoperiodista al uso”, aclara, porque no se limita a fotografiar lo que ocurre de forma imparcial, sino que lo hace tomando posición y con el objetivo claro de erradicar aquello que está fotografiando. Su trabajo es “una ventana al mundo de la opresión que viven los animales en nuestra sociedad”.
Para abrir esa ventana, 'Tras los Muros' ha visitado, por ejemplo, varios zoológicos: Zoo Aquarium y Faunia, en Madrid; Zoo y L´Aquarium de Barcelona; Zoo de Santillana del Mar y Parque de la Naturaleza de Cabárceno, en Cantabria; Aquarium de Donostia, en Gipuzkoa; y Río Safari, de Elche, en Alicante. También algunos en México.
Su cámara ha captado además imágenes de animales explotados en circos, donde el público disfruta del espectáculo sin pararse a pensar siquiera de dónde han salido o cómo malviven esos osos, esos elefantes, esos tigres, ni qué métodos se utilizan para que lleguen a comportarse de forma tan diferente a su propia naturaleza.
Por supuesto, también ha retratado algunos de los festejos populares más salvajes en los que una mal entendida tradición está por encima del más elemental respeto. Viajó con su cámara a Tordesillas en la última edición del Toro de la Vega, y retrató a Elegido intentando defenderse, perseguido por los lanceros sedientos de sangre sobre caballos aterrorizados.
En Cazalilla, Jaén, captó el momento en el que una pava viva era lanzada desde el campanario de la iglesia, con toda la parafernalia previa, con los curas a la puerta del templo tras la procesión, con las agresiones a quienes intentaban proteger al animal, con los agentes del orden sin impedir que se perpetrara un festejo prohibido que vulnera la legislación autonómica sobre maltrato animal, y con la cara de quien lanzó a la pava bien nítida, por si alguien quiere cuestionar el argumento oficial de que nadie sabe quién es y por eso la multa se paga entre todos, empezando por el alcalde.
Estuvo también en Lekeitio, donde la fiesta popular 'Antzar Eguna' consiste en colgar a unos gansos de unas sogas sobre el agua y saltar hasta ellos desde unas barcas para “correrlos” por la soga. Algunas cofradías los han sustituido por imitaciones de goma, pero otras se niegan a semejante “edulcoración” de su fiesta.
La tauromaquia tiene en las charreadas de México una de sus facetas más crueles. Toros novillos, becerros, vaquillas… son sometidos a una especie de rodeo en el que participan personas de toda edad y condición. 'Tras los Muros' ha estado en el Congreso Nacional Charro de Guadalajara, en Jalisco, y en la Feria Taurina de Tlaxcala.
También en México ha retratado otra muestra de la “cosificación” de los animales. El empeño humano por tratarlos como cosas cuyo valor reside en su utilidad, objetos a nuestro servicio que únicamente existen para satisfacer nuestras supuestas necesidades, se palpa en los mercados donde su vida es solo una mercancía. Ocurre allí, pero también aquí.
En México capturó la parte menos festiva del 'Festival étnico del Mole de Caderas', un ritual de origen pagano en el que participan personalidades políticas y sociales del país. Por La Carlota, un matadero de Tehuacán, pasan durante el mes de octubre miles de cabras cuya carne abastece la demanda de los participantes. Se supone que son degolladas y descuartizadas después de ser aturdidas con una bala cautiva disparada en el cráneo, pero muchas permanecen conscientes durante buena parte del proceso.
Mirando a través de su cámara, apretando los dientes pero sin poder cerrar los ojos, vio desde un mismo punto como 150 cabras eran asesinadas, una tras otra, captando sus miradas, su terror al ver lo que le ocurre a la que va delante, sin poder encontrar escapatoria.
Este festival dura solo un día, pero el desfile de animales por los mataderos es idéntico, con festival o sin él. Y con mayor o menor precariedad, con mayor o menor higiene, las escenas de explotación animal son comunes a la mayor parte de los mataderos, también de España.
Las imágenes de los lechones, asesinados con apenas unos días de vida para ser consumidos como carne, podrían ser de cualquier sitio, aunque en España hace tiempo que suelen estar plastificados y etiquetados en las bandejas de los supermercados.
Esos lechones podrían ser de cualquier sitio, como su madre, una cerda cualquiera en una granja industrial cualquiera, inseminada y pariendo durante toda su “vida útil” sin poder apenas moverse ni cuidar de sus crías, y enviada también al matadero cuando ya no es productiva.
Nuestros muros de indiferencia llegan a tal punto que ni siquiera nos paramos a pensar que así es la pésima vida de los millones de animales que nutren con su cuerpo la mayor parte de la demanda de carne en nuestra sociedad. Que de ellos sale cada trozo que compramos pulcramente envuelto y colocado en las estanterías de nuestros limpios e higiénicos comercios. Paul McCartney dijo que si los muros de los mataderos fueran de cristal el mundo sería vegetariano. 'Tras los Muros' nos permite pasar al otro lado, saltar la barrera levantada entre ellos y nosotros. Otra cosa es que queramos hacerlo.
Los mataderos han sido lo más duro hasta ahora para 'Tras los Muros'. Sin embargo, recuerda, fue en una granja de gallinas donde se quedó paralizado, bloqueado, sin poder siquiera enfocar con su cámara, ante el horror que estaba viendo. Tuvo que salir de allí para poder seguir respirando. Su mayor desgaste es emocional, aunque también físico, como el miedo. En México se adentró en zonas controladas por los narcos, donde los robos y los secuestros están a la orden del día, y tenía que ir concertando citas para ganarse la confianza de quienes controlaban el terreno. En España tiene miedo a ser identificado y no poder seguir haciendo su trabajo, a ser agredido por quienes viven de la explotación animal. “Vivo con rabia. Rabia por la situación de los animales. Y esa rabia está por encima del sufrimiento, por eso puedo seguir trabajando”.
Esa rabia le llevó hace pocos días a recorrer las zonas anegadas por la crecida del Ebro para dejar constancia de que no solo había “pérdidas económicas” sino víctimas de carne y hueso, muchos de ellos animales confinados en granjas sin posibilidad de huir. Podrían ser 10.000 o más, nunca lo sabremos con certeza porque no cuentan. Los voluntarios movilizados rescataron perros encadenados, caballos cercados, y también gallinas, corderos... Pero la mayoría de los animales considerados “de granja” murieron en la crecida porque, entre otras cosas, rescatarlos hubiera mermado la cobertura del seguro de sus titulares. Si no servían para ir al matadero, su vida ya no tenía sentido.
Derribar muros implica asumir que los animales no son cosas. Que sienten y sufren. Derribar muros físicos implica interesarnos por saber cómo son sus vidas e intentar que nuestra vida no perjudique la suya, como hacemos con nuestros congéneres. Derribar muros mentales implica ver el sufrimiento más allá de la especie que lo padezca. Asumir que son tan habitantes de este planeta como nosotros, que sufren como nosotros.