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Cinco años de Lolailo, el templo del drag folclórico en Chueca que une tradición y transgresión

La drag Pakita en una noche de Lolailo en la sala Ya'sta.

Guillermo Hormigo

Madrid —

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“Este no será el último Lolailo, pero puede ser que nos queden muchos”. Son palabras de Laca Udilla, alma mater de este colectivo drag que intenta “revivir el folclore y el sentimiento de españolismo de la España buena: la de las artisas, las poetas y la gente de bien”. Una mezcla perfecta (y muy “punki”) entre tradición y transgresión, que cinco años después de su nacimiento termina una etapa e inicia otra con nuevos retos en mente, aunque sin perder un ápice de su arte.

Un comunicado publicado en Instagram el 24 de noviembre, en el que anunciaban su próxima fiesta en la sala Ya'sta este viernes 13 de diciembre a partir de las 23.59, provocó que saltaran las alarmas entre sus seguidoras: “Sin vuestro apoyo no habríamos llegado hasta aquí, y lo cierto es que ahora mismo no tenemos claro cuál va a ser el futuro de todo esto. No sabemos si este va a ser o no el último Lolailo, y es por eso que queremos plantearlo no como una despedida, sino como una celebración de todo lo que nos ha llevado hasta aquí”. Ahora sus responsables matizan estas palabras en conversación con Somos Chueca, a la vez que hacen balance de su trayectoria y analizan qué les ha llevado a replantearse el camino a seguir.

La iniciativa dio sus primeros pasos en 2019. Laca Udilla, originaria de Valencia, apenas conocía a quienes ahora son habituales colaboradoras con el proyecto (la mayoría de origen andaluz). Tampoco había hecho drag previamente. Hasta que una noche coincidió con Pakita y La Sussi, dos de las estrellas de Lolailo. “Me vieron muy folclórica y me sumaron a su grupito”, apostilla.

Poco después surgió la idea de adaptar en Madrid lo que el colectivo drag andaluz Las Niña estaba llevando a cabo en Sevilla. “Yo en realidad me dedico a la organziación de eventos, así que empecé a moverme y con mucho esfuerzo conseguimos organizar nuestra primera fiesta en noviembre de 2019”, dice Laca Udilla. Entonces llegó la pandemia y la gran acogida de los dos primeros eventos se vio truncada. Hasta el final de las restricciones tuvieron que trasladarse a una sala Maravillas con un aforo muy limitado, pero después se establecieron en Ya'sta (donde caben hasta 500 personas). Poco a poco fueron recuperando y ampliando su público, apoyadas en una constante creativad de la que hacen gala tanto en sus shows como en redes.

Javi, un habitual de la fiesta, cuenta a este diario porque se ha convertido en una de las fiestas de referencia en la noche madrileña para el colectivo LGTBIQ+: “La Lolailo la descubrí hace como tres años. No tenía mucha cultura del ambiente drag, pero por amigos cercanos me enteré y cuando me acerqué fue una fantasía. No es como ver Drag Race, no es como ir a cualquier local donde hagan shows drags en Chueca”.

Más allá de lo artístico, Javi destaca que “también hay cachondeo”. Menciona la apuesta por “temáticas muy locas”, como las Lolailos dedicadas a elecciones, Fallas o circo. En todo ello juega un papel clave Esperanza Castro, que empezó llevando las redes sociales y se ocupa ahora de la dirección creativa del proyecto. Es el motor de la fiesta junto a Laca Udilla y Víctor Yus (responsable de la parcela gráfica), además de las folclóricas que exhiben su talento en cada Lolailo: La Caneli, Carvento, Yenesi, Belial, Rosario Puñales o las mencionadas Pakita y La Sussi.

La labor de Esperanza es fundamental para que el show trascienda y haya un hilo conductor narrativo. Empezaron esta apuesta en septiembre de 2022, con una noche dedicada a The Real Housewives (la famosa serie documental sobre amas de casa de clase alta). Luego han llegado otras temáticas como la noche de la revista musical, la del cine español, la de las elecciones (con partidos políticos de diversas ideologías representados aunque reinterpretados) o hasta la de las 1.000 caudillas, en homenaje a la propia Laca Udilla.

“Y aun así, siempre que he ido esa esencia de recuperar lo folclórico está”, apostilla Javi. “Creo que parte de ellas son conscientes y lo defienden con lo que hacen. Luego no todo puede ser algo tan concreto, tan de nicho, y hay que adaptarse a lo que le gusta a todo el mundo. Pero son capaces de conseguirlo sin perder la esencia”, explica.

Esperanza ahonda en la importancia de esa esencia: “Al final queremos apoyar la base cultural del transformismo aquí en España. Estados Unidos ha globalizado mucho la percepción que tiene la gente de la travesti. Pero las que hemos consumido transformismo desde que somos pequeñas en las veladas de los barrios sabemos que la base son maricones imitando a folclóricas. Un imaginario que tiende a vincularse a la derecha y al fascismo, cuando realmente no solo es que nos pertenezca, es que hemos sido las encargadas de sacarlo para adelante y mantenerlo de moda”.

Las que hemos consumido transformismo desde pequeñas en las veladas de los barrios sabemos que la base son maricones imitando a folclóricas. Un imaginario que tiende a vincularse a la derecha y al fascismo, cuando nosotras hemos sido las encargadas de mantenerlo de moda

Esperanza Castro Directora creativa de Lolailo

“Yo creo que gente como Carvento, Belial, Pakita o Rosario tienen ese espíritu de espectáculo de travesti antigua. De transformista de toda la vida en el sentido de priorizar la copla o el flamenco, con la diferencia de saberlo adaptar y aunarlo a otros estilos”, dice Javi. “Para los que somos aficionados al género es una fantasía ver lo que hacen con lo que cantaban Rocío Jurado, Marifé de Triana o Isabel Pantoja. Son capaces de mezclarlo con temas actuales o descubrir cosas que no conocías y luego las quieres buscar. También es una maravilla grabarlas un poco mientras actúan para luego ver con calma lo que hay de interpretación, que también es otro de sus puntos fuertes”.

Pese a la gran acogida, Esperanza asegura que cuando Pakita y La Sussi empezaron a estudiar la idea con Laca Udilla se encontraban con el rechazo de muchas salas: “La respuesta era que no lo veían como un show que fuese a enganchar al público, no les parecía algo que pegue en una discoteca”. Ahora, en cambio, han conseguido aunar a una comunidad del Lolailo: “Para mucha gente es EL evento de la semana. Se preparan un montón la ropa y los looks para venir con su grupo de amigos. También nos pasa a veces que asisten con conocidos que nunca han visto drag y creen que este puede ser un sitio seguro y tranquilo donde enseñarlo por primera vez. Por eso viene gente con sus padres (sobre todo madres) o hasta con sus profesores”.

Laca Udilla cree que con el paso de los años han conseguido “educar muchísimo al público”: “Salvo alguna excepción, la gente cuando va está callada viendo el show, algo muy difícil de conseguir en este tipo de espectáculos. A nadie en un teatro se le ocurre faltar al respeto y eso es junto lo que queríamos, aunque fuese en el contexto de una discoteca. Hemos hecho de Lolailo un espacio seguro”.

La gente cuando va está callada viendo el show, algo muy difícil de conseguir en este tipo de espectáculos. A nadie en un teatro se le ocurre faltar al respeto y eso es lo que queríamos, aunque fuese en el contexto de una discoteca. Hemos hecho de Lolailo un espacio seguro

Laca Udilla Máxima autoridad de Lolailo

Gracias a ello se han hecho un gran nombre entre quienes se dedican al drag en Madrid. Pero hasta ahora han sido selectivas al escoger las participantes en sus actuaciones: “Hay espectáculos que no se ajustan al perfil folclórico de Lolaila, aunque es verdad que a raíz de nuestra buena acogida mucha gente se ha atrevido a hacer cosas en este estilo. Lola Spain, una tía espectacular, nos dijo que le permitió darse cuenta de que podía hacer folclore en una discoteca”.

Esperanza cuenta que también se han interesado compañeras de la franquicia Drag Race España, pero es difícil cuadrar las incorporaciones con las “condiciones precarias” en las que sacan adelante Lolailo: “Somos un equipo muy pequeño con una logística autogestionada y no nos gusta traer a nadie a quien no vayamos a poder pagar lo que se merece”. Para Laca Udilla, también es vital que el interés en trabajar el drag desde lo folcrórico sea genuino y “no por el hecho de tener el bolo”: “En Lolailo puedes hacerte Las Chuches o La Húngara, no tiene que ser una cosa de llorar, pero sí tiene que salirte de dentro”.

Lolailo no deja de soñar

Ahora sí se abren en mayor medida a incorporar gente nueva para “no quemar tanto el mismo cartel”, aunque tampoco quieren que se pierda esa sensación de ser “las de casa”. La fiesta del viernes es la primera prueba de esta nueva etapa, que no es necesariamente el preludio de un adiós, pero sí un movimiento para tratar de llevar el espíritu de Lolailo a otras cotas: “Todas estamos intentando llevar este tipo de proyectos más allá, no solo en una discoteca por muy bien que nos traten en la sala Ya'sta. Levantar cosas más formales y abrir otro tipo de espacios requiere un esfuerzo que en los últimos dos años nos ha ocupado diariamente esta iniciativa”, expone Espernaza. Todo ello mientras lo compaginan con sus trabajos fuera de Lolailo.

“Seamos realistas: ser artista en este país es muy complicado. Y más ser una drag queen”, resume Laca Udilla. “No está bien remunerado, aunque nosotras en Lolailo somos una de las fiestas que mejor pagamos en toda España, porque precisamente eso va en nuestros valores.”

Sobre el futuro del colectivo drag, Javi defiende la necesidad de su existencia y al igual que sus mentes pensantes apuesta por llevarla a nuevos lugares: “Es importante que estas iniciativas sigan, pero para eso deberían recibir más apoyo y que no todo sea tan precario, que se tenga más conciencia de donde vienen estos espectáculos y que haya más cultura de lo que es ir a ver a travestis actuar o cantar. Deberían estar en los teatros o en salas no relacionadas solo con la fiesta de después, como hace La Caneli en los Cines Embajadores o Lucy Octopusy con La pulpería en el bar Cemento. Es importante que no todo esté basado en la fama para apoyarlo y que se tenga más respeto, más idea de lo que les cuesta crear un show. Es dinero en maquillaje, en vestidos, tiempo en prepararse los lypsinc... No sé lo que cobrarán, pero no creo que sean millonarias, ninguna”.

“Hemos hecho tantas cosas que, aunque siguen quedando ganas de hacer otras nuevas, se escapan ya de los medios que tenemos”, apunta Esperanza. Para Laca Udilla, Lolailo seguirá aunque Lolailo se acabe: “La base de lo que hacemos es jolgorio, es fiesta y es pasárselo bien con las amigas. Es que te pongan una sevillana a las 4.00 de la madrugada y lo des todo. Pero el sueño que tenemos no se queda ahí: es un Lolailo sinfónico con una miniorquesta, en el que podamos cantar en directo. Queremos más”. Que la fiesta no pare, aunque se vaya con la copla a otra parte.

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