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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

'¡Salvemos el Ártico!', un trabajo de investigación, conocimiento y empoderamiento infantil

Hace unos años dieron la vuelta al mundo las tristísimas fotos de Arturo, el oso polar que malvivía en el zoológico de Mendoza, Argentina, y al que se conoció, hasta su muerte, como el oso polar más triste del mundo. El sobrenombre volvió a usarse pocos meses después para hablar de Pizza, otra osa polar encerrada en condiciones deplorables en un centro comercial de Cantón, China, donde cada día cientos de personas la veían sufrir una agónica vida entre rejas.

Desgraciadamente, la cautividad es solo uno de los problemas de los osos polares. Los afortunados que viven en libertad también se enfrentan a una terrible realidad. Su población no se estima en más de 20.000 individuos, que cada año tienen más dificultades para sobrevivir.

El calentamiento global es, seguramente, su mayor enemigo: el aumento de la temperatura esta cambiando por completo su hábitat y condiciona su vida y su supervivencia. La sobrecogedora imagen de decenas de osos famélicos en la isla Wrangel, encerrados en ella por falta de hielo, nos mostró el sufrimiento que genera nuestro modelo de consumo y nuestra forma de relacionarnos con el resto del planeta.

No lo saben, pero los osos polares y todos los habitantes del ártico tienen nuevos aliados. Los mejores.

Las Alicias es un grupo de niñas y niños de 8 años que han cursado segundo de primaria de la escuela Marta Mata de Vilanova del Camí, un pueblito cercano a Igualada, Barcelona. En esta escuela hace años que trabajan por proyectos y, cada inicio de curso, las niñas y niños deciden un tema a través del cual descubren, de forma transversal y vivencial, el mundo en el que viven y adquieren las competencias correspondientes para su desarrollo.

En septiembre, Las Alicias realizaron una asamblea para elegir el proyecto de este curso. Tras varias propuestas, ganaron los animales: focas, pingüinos y osos polares. Y empezaron a investigar. Descubrieron que pingüinos y osos polares no comparten hábitat, pero sí otras muchas especies, como zorros y liebres árticas, belugas, delfines y algunas aves. Conocer a todos estos animales, y a las comunidades humanas que viven allí, motivó a las niñas y niños a seguir investigando sobre su hábitat: el Ártico.

Lo que descubrieron no fue tan alentador: las terribles consecuencias del calentamiento global hacen peligrar la vida de muchos de los animales que ahora conocen como habitantes de esa región. Su investigación les llevó a indagar acerca de las causas del calentamiento global y el impacto que generan en el planeta. Y decidieron actuar.

Salvem l’Artic! (¡Salvemos el Ártico!) es el resultado de un maravilloso trabajo de investigación, conocimiento y empoderamiento infantil, donde un grupo de niñas y niños ha decidido alzar su voz para cambiar el mundo. Un mundo de plástico y petróleo que poco a poco va acabando con las especies con las que compartimos planeta. Un videoclip, realizado con ayuda de educadoras y familias, es el canto de una infancia  que dice basta. Basta a las relaciones abusivas con un planeta que también es suyo. Basta de creernos propietarios de la tierra y de sus habitantes. Basta de consumir, producir y cerrar los ojos a las consecuencias.

Durante el proceso tomaron conciencia de la problemática y se transformaron en educadores de sus familias y compañeros de escuela a la vez que integraban aprendizajes de las diferentes asignaturas (música, matemáticas, plástica, inglés...). Además, ha permitido trabajar la empatía y la compasión de niñas y niños, habilidades imprescindibles en una cultura de paz. Así, han aprendido a ponerse en la piel de los habitantes del Ártico y a querer intervenir para disminuir su sufrimiento. La práctica de estas habilidades en entornos educativos facilita que aparezcan en situaciones cotidianas y se normalicen.

Experiencias de empoderamiento infantil como Salvem l’Artic! nos recuerdan que la infancia tiene mucho que decir y construir en una sociedad de la que solemos excluirla. Y que es una de las grandes aliadas de los otros animales y del planeta. Su voz, sus valores y sus ganas solo necesitan de adultos dispuestos a acompañarles y ayudarles en experiencias que los empoderen y les permitan participar e intervenir en la sociedad.

Hace unos años dieron la vuelta al mundo las tristísimas fotos de Arturo, el oso polar que malvivía en el zoológico de Mendoza, Argentina, y al que se conoció, hasta su muerte, como el oso polar más triste del mundo. El sobrenombre volvió a usarse pocos meses después para hablar de Pizza, otra osa polar encerrada en condiciones deplorables en un centro comercial de Cantón, China, donde cada día cientos de personas la veían sufrir una agónica vida entre rejas.

Desgraciadamente, la cautividad es solo uno de los problemas de los osos polares. Los afortunados que viven en libertad también se enfrentan a una terrible realidad. Su población no se estima en más de 20.000 individuos, que cada año tienen más dificultades para sobrevivir.