Pese a lo que mucha gente cree, el tiro al pichón –con palomas y codornices- sigue practicándose en España. El plato o la hélice no han logrado disipar las macabras ganas de disparar a un ave indefensa que, a causa del aturdimiento, no es capaz ni de volar. Una actividad que recibe críticas incluso de algunos cazadores pero es apoyada por el Consejo Superior de Deportes, que la inscribe como modalidad deportiva. Y mientras una campaña de animalistas y ecologistas intenta que desaparezca, más de 450.000 palomas y codornices son masacradas al año solo en los campeonatos.
Lo que podría ser un reflejo del pasado, no solo no se produce de forma aislada o puntual, sino que ocurre cada fin de semana en los más de 70 campos de tiro registrados en todo el país. Se celebran campeonatos autonómicos, nacionales, europeos y mundiales, además de todas las ocasiones en las que se dispara contra aves en las conocidas como ‘tiradas sociales’ y en los entrenamientos de estos peculiares deportistas. En todas ellas, las codornices y palomas puedes ser lanzadas de dos maneras: a mano o de forma mecánica. Esta última resulta especialmente llamativa: introducen al ave en un tubo conectado a un motor de aire comprimido que, según su potencia, puede arrojarlas a una velocidad de entre 30 y 200 km/hora. Salen tan aturdidas que la inmensa mayoría de las veces no llegan ni a desplegar sus alas. “Es como lanzar una pelota de tenis. Algunas no llegan ni a volar antes de ser abatidas”, denuncian desde Ecologistas en Acción. Y todo ello por pura diversión, como ya contó aquí Pedro Jesús López-Toribio.
Esta indefensión, unida a que la mayoría de estas aves son criadas en cautividad y enjauladas de por vida, hacen que mueran sin haber volado nunca. Incluso para las que son lanzadas de forma manual, las posibilidades de sobrevivir son mínimas. La mayoría no sabe ni cómo volar, y las que consiguen zafarse de las balas no tienen ninguna posibilidad de vivir en libertad. “Nacen en criaderos, en jaulas minúsculas, y tienen atrofiadas las alas”, afirma Yolanda, de la asociación Mis Amigas las Palomas, que también destaca que algunas sí que son cazadas en libertad. “Es una práctica que hasta rechazan otros cazadores, al entender que no tiene mérito en cuanto a puntería y que es extremadamente cruel”, denuncia.
Los detractores de estas prácticas coinciden en que la peor parte no se la llevan las que mueren en el acto, sino las que resultan heridas, que caen contra el suelo y solo son recogidas cuando acaba por completo la competición. Esto hace que muchas pasen horas y horas agonizando en el suelo. ¿Y cuando las recogen? “Los mozos las rematan a golpes contra el suelo, les dan con la zapatilla. A las que están medianamente bien intentan reanimarlas para lanzarlas de nuevo”, describe Yolanda. Ella y sus compañeros saben bien el coste de esta práctica, ya que, cuando es posible, rescatan a palomas y codornices que caen fuera del campo de tiro. “Vienen con fracturas de patas y alas, con perdigonazos que las atraviesan de lado a lado, muchas de ellas enfermas desde hace semanas”.
Comenta, además, que en algunos campos de tiro han dejado a los voluntarios entrar a recoger las palomas que están en el suelo, algo que beneficia a las aves y también a los propietarios de los recintos, que se ahorran la tarea de limpiar después de la competición o el entrenamiento. Pero en la inmensa mayoría de los campos de tiro prefieren dejar agonizando y rematar de manera salvaje a los animales antes que dejar a intrusos entrar en las instalaciones. Fue el caso del pasado día 4 de octubre en el campo de tiro de Villarejo de Salvanés (Madrid), cuando grabaron cómo el responsable del recinto pisoteaba a una paloma herida para después recogerla y tirarla junto a las demás en una bolsa de plástico, sin respetar ninguna ley. Una acción que los activistas recogieron en un video. Mejor suerte corren las rescatadas. Solo desde el pasado marzo se han salvado más de 220 aves tiroteadas, pero apenas una minoría de ellas ha logrado salir adelante en las casas de acogida.
Como ocurre con otros tipos de caza, los campeonatos o las tiradas informales son actos sociales. Se hacen negocios, amigos, se estrechan lazos y alardea de poder económico. Disparas a tantas aves como puedas pagar. Un asistente a una de estas reuniones de tiro -que desea mantener el anonimato- asegura que es un ambiente “muy de domingueros: vino, cerveza, bocatas y pasar un rato”. Preguntado por la asistencia de menores, afirma que en las dos ocasiones en las que ha asistido ha visto incluso cómo los menores disparaban armas, algo que está prohibido. “A los niños que yo vi se les veía encantados. Disparaban, pateaban palomas, las recogían muertas o moribundas”, describe. Como parte de la fotografía social de esta cita cabe destacar que había mujeres presentes pero ninguna disparó.
¿Hay alguna alternativa a esta práctica? Para animalistas y ecologistas, la hay. Destacan el uso del plato o la hélice como la mejor alternativa. Económicamente hablando, tanto el plato como la hélice cuestan menos que las aves, lo que podría hacer más popular este deporte. Frente a los 4 y 8 euros que cuestan una paloma o una codorniz, respectivamente, están los 0,20 euros del plato o los 0,85 euros de las hélices. E incluso muchos cazadores aseguran que, dadas las condiciones en las que acaban las palomas al ser lanzadas, las hélices reproducen mejor el vuelo de un ave libre. Cabe preguntase, entonces, quién se enriquece con la modalidad más cruel de tiro: además de los criaderos de las aves, las armerías que venden munición especial y complementos para armas específicos para el tiro al pichón. Los campeonatos cuentan con empresas privadas y ayuntamientos como patrocinadores, además del apoyo que reciben de las Federaciones de Caza. Desde El Caballo de Nietzsche hemos preguntado a la Real Federación Española de Caza, aunque no hemos logrado entrevistar a ninguno de sus responsables.
Por todo esto y por más motivos, organizaciones y particulares llevan desde principios de septiembre impulsando una campaña para visibilizar esta práctica y pedir su erradicación. Entre las acciones, se incluye concentraciones frente a los campos de tiro, como las que ya se han hecho en Alhaurín de la Torre (Málaga) mientras se celebraba un campeonato en el que se mataron 7.000 palomas en cuatro días; en Llyria (Valencia) o Murcia, entre otras localidades. Por su parte, Ecologistas en Acción también ha denunciado públicamente la inclusión del tiro al vuelo con aves en el programa de las fiestas patronales de Becerril de la Sierra. Hasta el Observatorio Medioambiental de este municipio madrileño se opone a esta “práctica cruel” y a que además se haga en una villa que cuenta con una alta protección, al estar dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
Para todos, el tiro al pichón, además de ser moralmente reprobable, incumple las leyes de protección animal. Las palomas están consideradas por muchas normas como animales domésticos, por que no se las puede maltratar, dejar sin atención veterinaria y mucho menos matar. El problema surge cuando leyes como la de protección animal de la Comunidad de Madrid permite “excepciones”, siempre y cuando sean autorizadas por la Consejería de Medio Ambiente. Algo que, según denuncian los promotores de la campaña, no cambiaría con la nueva ley de protección animal anunciada recientemente por la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes, ya que mantendrían las excepciones que permiten estas matanzas. Lo mismo ocurre en Extremadura, donde Ecologistas en Acción comprobó cómo los responsables de estas autorizaciones -la Dirección General de Medio Ambiente- no tenían noticia ni de su realización ni de la solicitud de permisos. Pese a todo, sigue considerándose legal.
Pocas veces una situación genera tal unanimidad entre animalistas y ecologistas. Pero el tiro al pichón es rechazado por todos, que solicitan de forma conjunta su erradicación y su sustitución en todas las competiciones por una práctica más ética, respetuosa con el medio ambiente y deportiva, como el tiro al plato.