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Paula Ruiz: “El tráfico ilegal de especies es una cadena de ignorancia”

Es experta en retratar la vida silvestre rescatada de operaciones de tráfico. Empezó fotografiando “la cara linda de la conservación” y se topó de lleno con esta realidad. Ahora se dedica a fotografiarla y a impartir charlas por colegios y universidades, tanto en las zonas más rurales como en las grandes ciudades.

¿Cómo fue tu primer encontronazo con el tráfico ilegal de especies en Colombia?

Fue en un viaje a Magdalena Medio, una región muy compleja de Colombia. Viajé con una organización que hace conservación de jaguares y terminé encontrándome con el tráfico ilegal de especies. Y como la vida sabe a dónde perteneces, desde entonces todos los caminos empezaron a insistir en que ellos (los animales víctimas del tráfico) y yo nos encontráramos. Esto fue hace ya dos años.

¿Decidiste entonces dedicarte a retratar y a concienciar sobre esta realidad?

Un día me senté en un café a mirar fotos de mis viajes. Todas eran coloridas, con animales libres y paisajes hermosos. De repente, la mona interrumpió esa tranquilidad y decidí poner su foto en mi Instagram. A muy pocos les gustó la imagen, nadie entendió lo que escribí y ese fue otro momento revelador. Me pregunté, ¿cuánto sabe la gente de este tema y cuál es el significado de la libertad? Entonces empecé a informarme y a educarme en el tema para poder contarle a los demás.

¿En qué consiste tu trabajo? ¿Fotografías animales ya rescatados?

Mi trabajo es mi vida en sí. No quiero sólo fotografiar a estos animales rotos. Si soy honesta, a veces siento que me estoy aprovechando de ellos. Quiero cambiar su realidad, aunque sea una utopía. He logrado crear lazos con muchos de ellos, me he visto en sus ojos. Esto me llevó a encontrar formas en donde la educación y el arte fueran las herramientas para sensibilizar a la gente. Empecé por sacar una revista que cuenta todo lo que es el tráfico ilegal de especies, la cual regalo a nivel nacional. Viajo dando charlas en poblaciones remotas de Colombia y también lo hago en colegios de Bogotá. Cada día estoy pensando en cómo llegarle a la gente con un tema tan difícil. He involucrado en este proceso a instituciones a las que no imaginé poder acercarme por mi forma de pensar: iglesia, policía y gobierno. Pero es que este tema necesita que todos estemos unidos. Mi trabajo es tejer una red más grande que la del tráfico Ilegal.

¿Cuántos centros de rescate hay en Colombia?

Aproximadamente, catorce centros de atención y valoración de fauna silvestre por parte del Gobierno, pero también existen hogares de paso que no forman parte de las corporaciones autónomas regionales y que trabajan con sus propios recursos. Aún así, los animales que son recuperados muy pocas veces tienen el proceso de rehabilitación ideal para ser liberados porque es muy costoso, y casi siempre terminan en una jaula pequeña, hacinados y con una vida de sufrimiento.

¿Crees que los zoos podrían evolucionar hacia centros de rescate?

Los zoológicos deben evolucionar en muchos sentidos. Ser centro de rescate y cortar la cadena del tráfico y la explotación es uno de sus pasos más importantes. La mayoría de los animales que sobreviven a esta desgracia no puede regresar a la vida silvestre; lo mínimo que se les debe ofrecer es un ambiente libre de estrés. La conservación de las especies silvestres debe hacerse desde la libertad en los ecosistemas, no detrás de jaulas.

¿Con qué problemas nos encontramos al hacer frente al tráfico de animales?

El tráfico ilegal de especies en un país como Colombia ha sabido ser muy inteligente. Va de la mano con el tráfico de drogas y de armas, se metió en las necesidades de la gente que no tiene recursos, se metió en la falta educación de todos nosotros. Así que hacerle frente a esto ha sido mucho más difícil que con cualquier otro tema ambiental.

¿Existe una solución viable?

Educación y sensibilización. Pero el reloj está corriendo cada vez más rápido.

De la misma manera que creemos que los niños y niñas son esponjas y podrán aprender cualquier idioma al que sean expuestos desde pequeños, ¿son moldeables también en términos de compasión animal?

¡Total! Los niños son lienzo en blanco, se les puede hablar con honestidad y amor.

¿Cuáles son las sensaciones que te transmiten las niñas y niños a quienes impartes charlas?

Esto ha sido de las cosas más lindas de este proceso. Recuerdo mucho una charla con unos 200 niños en la que me puse a llorar, y cada uno de estos seres se levantó a darme un abrazo, me regalaron cartas y dibujos de agradecimiento y hasta el día de hoy sus profesores me escriben contándome que preguntan por mí y los animales.

¿Vienen generaciones más respetuosas con los animales?

Viene una generación con una rebeldía hermosa. Una generación que no pone el amor en un término único y ahí la naturaleza puede tener el espacio que siempre ha merecido.

¿El hecho de contar historias de individuos concretos es una buena herramienta para despertar empatía?

Sí. Fue algo que salió natural. Cuando doy las charlas, la primera historia que cuento es la del animal (humano) que encontró un camino en la fotografía y en luchar en contra del tráfico ilegal de especies. Y luego vienen las historias de ellos, esos animales que sienten, que enseñan a pesar de estar en una jaula, que tenían una familia... Historias que parecen ser ajenas pero en las que al final todos se ven reflejados.

¿Has notado diferencias entre el público que te escucha en las zonas más rurales y el de las grandes ciudades?

Las necesidades, la idiosincracia, los aspectos culturales son diferentes en la Colombia que se mueve entre ríos o mares y la Colombia que está en la ciudad, aislada de muchos sucesos. Me han repetido varias veces en esas zonas remotas: “Con hambre no hay ecología”. Esto se ha vuelto un reto para mí y quiero transformar esa realidad.

Puedo decir que cada encuentro insinúa el camino. Hace dos años comenzó este contar, este descubrirme y descubrirlos. Porque ellos, los que han sido víctimas de tráfico ilegal de especies, son testimonios de la falta de empatía, de la falta educación, del antropocentrismo.

La libertad adquiere otro sentido cuando ves de frente el tráfico ilegal de especies. Cuando escuchas las cifras de los que mueren a diario para satisfacer los caprichos y la ignorancia humana. La libertad adquiere otro significado cuando hueles el miedo y el desespero de los animales rescatados que pasan los días en diminutas jaulas.

Es experta en retratar la vida silvestre rescatada de operaciones de tráfico. Empezó fotografiando “la cara linda de la conservación” y se topó de lleno con esta realidad. Ahora se dedica a fotografiarla y a impartir charlas por colegios y universidades, tanto en las zonas más rurales como en las grandes ciudades.

¿Cómo fue tu primer encontronazo con el tráfico ilegal de especies en Colombia?