Sara, una pequeña chimpancé de apenas un año de vida, espera entre bambalinas a hacer su entrada triunfal en plató entre una lluvia de aplausos. Como cada semana, ha llegado al estudio televisivo, a las afueras de Barcelona, desde Valencia, donde vive junto a su cuidador, dueño de nueve chimpancés como Nico, Pepito, Pancho o Paquito, que aparecen con frecuencia en otros espacios de la cadena. El programa, 'Crónicas Marcianas', es el líder indiscutible de los late nights de Telecinco.
Cualquiera que tenga una cierta edad recordará el espacio que, desde 1997 y hasta 2005, presentó Xavier Sardá. Durante un tiempo, Sara fue una de sus grandes estrellas. La disfrazaban de sevillana, la ponían a dar palmas y a bailar, entre otras cosas. Era afable, obediente y enternecedora, y el público adoraba sus reacciones.
Una vez retirada y ya lejos de los focos, afloraron todas las secuelas. Sara había sido separada de su madre nada más nacer y entrenada para la televisión. Vivía en una caravana con el propietario en un ambiente muy humanizado, y cuando llegó a la Fundación Mona, creada en el año 2000 para el rescate y la rehabilitación de primates, sufría claustrofobia, una carencia casi total de habilidades sociales, agresividad extrema y varias lesiones, como tres costillas rotas y un trauma severo en la mandíbula. Falleció muy joven, a los 14 años, a causa de una neumonía. De media, un chimpancé vive unos 40 años.
El caso de Sara es sólo uno de los muchos a los que se ha enfrentado la bióloga y primatóloga de la Universidad de Girona Yulán Úbeda, que tras diez años investigando en la Fundación Mona acaba de presentar una ambiciosa investigación en la que, por primera vez, ha diagnosticado el repertorio de enfermedades mentales en una especie no humana. Un estudio que ha sido publicado en la revista Journal of Veterinary Behavior: Clinical Applications and Research y que ha evaluado el repertorio de psicopatologías presentes en chimpancés.
“El trastorno mental en chimpancés estaba muy poco estudiado”, cuenta Yulán a El Caballo de Nietzsche. “Al empezar con mis investigaciones para mi Doctorado en Personalidad, Bienestar y Psicopatologías, encontraba cientos de publicaciones sobre personalidad en estos animales, pero poco más de una decena sobre trastornos mentales. ”La mayoría eran teóricas, relacionadas con las causas, el diagnóstico y el tratamiento, y solo cinco de ellas hacían una aproximación al diagnóstico de trastornos mentales, aunque con escasos o nulos análisis de datos“, cuenta.
A ello hay que sumarle otro elemento clave: la práctica totalidad de estudios no tenía como finalidad principal ayudar a los animales. “A menudo, cuando estás metido en ciencia, da la sensación de que solo importa el currículum del científico. Parece que lo único relevante es que tenga un montón de artículos publicados. Sí, también es fundamental que se descubran cosas interesantes para la ciencia pero, ”¿dónde queda el beneficio para el animal?“, se pregunta.
En total, la investigación trabajó con 23 chimpancés, que fueron evaluados por tres cuidadores que llevaban más de 12 años trabajando con ellos. Los animales provenían del ámbito del espectáculo (reclamos turísticos, espectáculos circenses, programas televisivos o anuncios, entre otros) y de ser mantenidos como mascotas. Las conclusiones fueron claras: las categorías de trastornos obtenidas fueron muy similares a las establecidas para humanos, incluyendo trastorno bipolar, trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, trastornos destructivos del control de los impulsos y de la conducta y trastornos parafílicos, entre otros.
Para llevar a cabo el estudio, Yulán empleó el Manual de Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés), un sistema de clasificación psiquiátrica que recoge más de 200 trastornos identificables. Lo hizo, eso sí, adaptándolo a las peculiaridades de la especie y a las diferentes circunstancias de los primates. “El principal escollo es que no todo se puede adaptar a los chimpancés”, explica la científica. “De entrada, existen problemas de tipo metodológico. Por ejemplo, un handicap es que los cuidadores encargados de evaluar esos trastornos mentales están con ellos durante el día, pero no durante la noche. Con lo cual, todos los trastornos relacionados con el sueño no podían diagnosticarse. Pero eso no significa que no tengan insomnio o parasomnias –trastorno que incluye el sonambulismo o el terror nocturno, entre otros–: simplemente que no podíamos evaluarlo”.
Para Yulán, hacer un diagnóstico de trastornos mentales en chimpancés tiene un objetivo principal: la concienciación. “Es un argumento poderoso para luchar contra el tipo de vida que han tenido estos animales. Una vida que empieza con la separación de sus madres, a menudo con la muerte de ésta y del resto del grupo, y con los bebés de chimpancé presenciando verdaderas escabechinas. Tras ello, y gracias al tráfico de especies, llegan a un ambiente que no se adecúa a sus necesidades etológicas. Si van a ser utilizados para el mundo del espectáculo son sometidos a entrenamientos forzosos que, a menudo, incluyen maltrato físico. Y finalmente, acaban sufriendo un aislamiento sensorial y social. Esto último ocurre especialmente cuando cumplen cinco o seis años, dado que se convierten en animales muy fuertes y son retirados del espectáculo para ser aislados en una jaula en completa soledad. Los chimpancés son animales muy complejos, cognitiva y socialmente hablando: aislarlos socialmente tiene unas consecuencias muy graves para ellos. Si a eso se le une esa privación sensorial y una ausencia de los estímulos que necesitan, el resultado es trágico”, apunta la bióloga. “He visto auténticas monstruosidades”.
Denunciar ese sufrimiento no es la única finalidad del estudio: éste también pasa por conseguir que aumente el bienestar y la protección de estos animales. En cuanto al primer aspecto, la importancia del trabajo de Yulán es clara. “En el momento en que se obtenga el diagnóstico de un animal, el tratamiento puede ser mucho más específico, tanto si es psicoterapéutico como psicofarmacológico”, explica. “Evidentemente, en el primero de ellos existen una serie de limitaciones, dado que el animal no puede hablar, pero aun así se pueden adoptar ciertas estrategias. En cuanto al segundo, es importante que vaya acompañado de una correcta posología. Lo ideal es que los centros apliquen un tratamiento combinado (psicoterapia-psicofármaco), aunque lamentablemente en muchas ocasiones se limitan fundamentalmente al suministro de antidepresivos y antipsicóticos sin perseguir un objetivo de recuperación”.
La protección es el otro gran caballo de batalla. “Actualmente, las leyes cambian según la comunidad autónoma, y eso dificulta la protección de los animales”, lamenta Yulán. “En 2008, el Proyecto Gran Simio defendió una Proposición No de Ley ante el Congreso de los Diputados que tenía como objetivo principal protegerles de este tipo de usos y tenencia como mascotas, pero por desgracia no salió adelante. Tal vez esta investigación sirva como un argumento más para seguir haciendo presión y conseguir cambios”, apunta.
“Ojalá que la gente, cuando lea un artículo como este, tome conciencia de este problema. Y quizás el día de mañana, cuando vean a un chimpancé en YouTube o en un anuncio de televisión, sean conscientes de lo que hay detrás y lo denuncien”, concluye Yulán. Quizá sea la manera de que nunca más existan casos como el de Sara.
Sara, una pequeña chimpancé de apenas un año de vida, espera entre bambalinas a hacer su entrada triunfal en plató entre una lluvia de aplausos. Como cada semana, ha llegado al estudio televisivo, a las afueras de Barcelona, desde Valencia, donde vive junto a su cuidador, dueño de nueve chimpancés como Nico, Pepito, Pancho o Paquito, que aparecen con frecuencia en otros espacios de la cadena. El programa, 'Crónicas Marcianas', es el líder indiscutible de los late nights de Telecinco.
Cualquiera que tenga una cierta edad recordará el espacio que, desde 1997 y hasta 2005, presentó Xavier Sardá. Durante un tiempo, Sara fue una de sus grandes estrellas. La disfrazaban de sevillana, la ponían a dar palmas y a bailar, entre otras cosas. Era afable, obediente y enternecedora, y el público adoraba sus reacciones.