A principios de 2020, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, lanzaba un curioso anuncio: la transformación del parque zoológico de la ciudad, destacando que no quería animales en cautividad en su localidad. Más de tres años después aquella rueda de prensa ha quedado prácticamente en papel mojado, cuyos efectos los han sentido los animales, y no son positivos.
Previamente a aquel golpe de efecto publicitario, tuve la oportunidad de visitar en varias ocasiones el parque zoológico, donde la colaboración de los empleados permitió conocer en detalle qué sucedía en su interior, qué carencias existían y cómo una plantilla bajo mínimos trabajaba para evitar que los animales vivieran en unas condiciones precarias.
El zoo de Vigo nunca ha sido un recinto adecuado. Ni sobre el terreno ni sobre el papel. Las instalaciones se ubican en un suelo objeto de numerosos procesos judiciales, y el funcionamiento del mismo ha incluido a lo largo de su historia varias muertes de animales en circunstancias lamentables, como la jirafa que se empeñó en traer un alcalde y que causó baja no mucho después.
A ello se suma el periplo de los tres últimos años. Ya en octubre de 2020 se “activaba” el siguiente paso del supuesto plan de transformación con la venta de animales. A pocas personas les puede parecer adecuado ofertar animales “por lotes”, hasta un total de 89 seres vivos cuya vida se iba a subastar al mejor postor. Es extraño que, si tu objetivo es no tener animales presos, optes por venderlos como meros objetos de decoración. La justificación, como señalaba la prensa local, fue que era para liberar espacio y “acometer su proyecto de concepto sobre lo que debe ser la exposición de animales en recintos más abiertos y didácticos”.
Y para añadir más épica a la subasta, detallaban que “este cambio permitirá educar a las nuevas generaciones sobre la vida y conservación de los animales en recintos más atractivos”. Es raro hablar de atractivo, y queda la duda de si era en referencia a los propios animales o para el público previo pago.
Durante este proceso, podemos decir que no se ha contado con toda la experiencia posible. Ni ZOOXXI ni Fundación Franz Weber hemos sido interpelados en momento alguno, a pesar de las solicitudes que hemos realizado. Y por ello nos gustaría conocer qué expertos o qué plan escrito existe para considerar que la reconversión de un zoo debe incluir contratos para construir tirolinas y crear espacios “multiaventura”.
El parque ha vuelto a ser noticia en medios estatales gracias a la filtración que destapa la muerte continuada de los animales que allí seguían. Situaciones descritas por la prensa como la muerte de wallabies por ingerir, presuntamente, un matarratas, el tigre ahogado en el foso y otros individuos por diversos contextos descritos, como el frío, configuran una imagen terrible del lugar.
El último suceso fue Kabul, la pantera eutanasiada por “padecer anorexia”. Sin embargo, el uso de este método ha sido habitual en los últimos años y se pueden contar más especies: jabalíes, gallinas, cualquier animal estaba en peligro en un espacio supuestamente pensado para la conservación. Al menos esa es la línea de marketing habitual de los parques zoológicos y acuarios.
La tormenta que se ha desatado ha logrado movilizar a todos los grupos políticos de la oposición y a aquellos sin representación en el pleno municipal. Nada parece erosionar la imagen de un zoo que ya se construyó siendo un sinsentido.
A principios de 2020, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, lanzaba un curioso anuncio: la transformación del parque zoológico de la ciudad, destacando que no quería animales en cautividad en su localidad. Más de tres años después aquella rueda de prensa ha quedado prácticamente en papel mojado, cuyos efectos los han sentido los animales, y no son positivos.
Previamente a aquel golpe de efecto publicitario, tuve la oportunidad de visitar en varias ocasiones el parque zoológico, donde la colaboración de los empleados permitió conocer en detalle qué sucedía en su interior, qué carencias existían y cómo una plantilla bajo mínimos trabajaba para evitar que los animales vivieran en unas condiciones precarias.